Capítulo 1

1499 Words
En el palacio todos se encontraban celebrando, el reino estaba de fiesta, esto debido a que Grace, la futura reina cumplía hoy seis años de vida y el rey había organizado una gran fiesta. Mientras todos se encontraban vueltas alterados de un lado a otro dando los últimos toques a la decoración la princesa se encuentran luchando con las damas para no ponerse el pomposo vestido rosa que había apartado su madre para ese día, mientras Grace corría su hermanita Aimee de cinco años ya estaba lista para bajar a comer dulces y se agarraba el estómago de tanto reír por las cosas que les pasaba a las damas. Después de una larga carrera y de hacer enojar mucho a las damas, podría ponerle el vestido a Grace y peinarla para su cumpleaños, tocaron la puerta y la reina entró. - ¿Ya están listas? - Preguntó a las damas - Bien, ya pueden retirarse - Todas las damas salieron dejando solas a las princesas ya su madre. Grace agarró su vestido y se sentó sobre la cama. - No quiero estar en esa fiesta. - Dijo haciendo pucheros. - No puedes faltar a tu fiesta de cumpleaños, Grace. - La reina Amelia se acercó a ella y Aimee se sentó a su lado. - ¡Será genial, habrá dulces y bizcocho y chocolate y más dulces! - Dijo eufórica Aimee. - No me importan los dulces, sólo no quiero perder el control otra vez y que pase esto. - Les mostró sus manos y estaban cubiertas por una ligera capa de escarcha. - No te preocupes por eso. - Amelia tomó unos guantes de lana muy cálidos y se los puso en las manitas a Grace. - Sabes que nadie debe enterarse, pero también sabes que no puedes faltar a la fiesta. Solo no te alejes mucho de nosotros y todo va a estar bien. Las tres bajaron al salón de fiestas juntas y se encontraron con el rey Ethan al pies de estas. Las trompetas empezaron a sonar y todos los invitados prestaron atención al trono donde los soberanos se acomodaron después de su presentación. El rey Ethan en su gran e imponente silla de oro con piedras amatistas y rubíes en los bordes. A su lado derecho se encuentran la reina Amelia en una silla de oro un poco más pequeña rey y refinada que la del, pero también bordada con piedras amatistas y rubíes. Al lado de la reina se encuentran Aimee en una silla más pequeña que la de la reina, pero con las mismas características y Grace al lado izquierdo del rey en su asiento idéntico al de su hermana. La fiesta comenzó con el discurso del rey donde felicitaba a su hija y agradecía a todos por su presencia. En el transcurso de esta varios regalos fueron entregados a la festejada, pero la que sin duda alguna disfrutaba más era Aimee quien después de unos minutos de dar inicio se fue al bufete a comer dulces. Grace también dejó su lugar cuando el príncipe Arthur hijo de Katrina y José del reino vecino, Entreident invitó al jardín a la princesa heredera de Amatista quien se vieron muy a gusto escuchando al príncipe hablar sobre sus travesuras y entrenamientos en su reino. Ambos se alejaron del gentío y se sentaron en una fuente que dejaba caer agua cristalina a sus pies. - Eres muy travieso Arthur. - Dijo Grace riéndose de la travesura que le contó el príncipe. - Desde que te conozco eres un cabeza dura. - Lo sé. - Ambos rieron y era cierto. Arthur era dos años mayor que Grace y desde siempre han sido muy amigos ya que sus padres también lo son y tienen alianzas desde el inicio de los tiempos. Lo que los herederos no sabían era que desde el embarazo de la reina Amelia ambos reyes acordaron que si era una niña la iban a casar con el hijo del rey José: Arthur. Para unir sus reinos y sellar la alianza para siempre. El agradable momento quedó interrumpido cuando la hermana menor de Arthur, Melody apareció con un par de amigas nobles del reino amatista. - ¿Pero que tenemos aquí? Es la festejada. - Su sonrisa maníaca hizo que Grace se pusiera en alerta, sabía que Melody la iba a molestar y debía mantenerse en calma para controlar sus poderes y no congelar todo o crear un terremoto. - ¿Qué quieres Melody? - Dijo Arthur a su hermana. - Solo quiero felicitarla. - Dijo haciendo carita de ofendida al notar el tono con que le había hablado su hermano, como si estaba ofendiendo sus intenciones. - Siempre pensando mal de mí. - Peinó su cabello rojo con las manos para dirigirse a Grace. - Te felicito por durar otro año más siendo una bastarda y mal educada princesita asustada. La carcajada de Melody y sus amigas se hicieron escuchar. Siempre le decía bastarda a Grace debido a que su cabello rubio y sus ojos no eran parecidos a los de sus padres y aseguraba que era hija de una infidelidad. Siendo tan pequeña, Melody era muy inteligente y había escuchado las suficientes cosas como para saber de qué hablaban las mujeres más cotillas de los dos reinos al decir que Grace podría no ser hija de Ethan. - ¡Déjame en paz! - Murmuró Grace al borde de las lágrimas. Una fina capa de hielo se estaba formando en el suelo donde sus pies tocaban, pero era demasiado fina para ser notada. - Lárgate de aquí, bruja. - Le gritó antes de salir corriendo al bosque. - Estás en problema con nuestros padres, Melody. - Aseguró Arthur antes de correr tras Grace. - Di lo que quieras hermanito, de igual forma tengo razón. - le respondió desinteresada Melody. Arthur encontró a Grace sentada en un claro en el bosque rodeada de flores marchitas y con la cabeza entre sus rodillas mientras lloraba. La abrazó para consolarla por unos minutos. - No le hagas caso a Melody, ella solo quiere molestarte. - Dijo con voz dulce. - Ella solo dice lo que todos piensan, no me parezco a ninguno de mis padres como Aimee. - Negó Grace. - Si eso fuera cierto ya todos lo sabrían. Debes parecerte a uno de tus abuelos con esos lindos ojos azules y tu cabello rizado rubio. - Sonrió con los labios cerrados. - Soy un fenómeno. - Aseguró Gracia. - No lo eres. - Volvió a negar el príncipe. - Si, lo soy. - Discrepó ella desviando la mirada. - El hecho de que seas hija de otro hombre, en caso de ser cierto no te hace un fenómeno. - Aclaró Arthur. - No lo digo por eso. - Negó mirándolo a los ojos y haciendo que Arthur la escrutara curioso. - ¿Entonces? - Indagó. - ¿Me guardas un secreto? - Arthur asintió. - Por favor no entres en pánico. - Le pidió haciéndolo sentir confundido. Grace le mostró con sus manos las flores, hierbas y arbustos marchitos a Arthur, pero este no comprendió. Se quitó los guantes y sin decir nada extendió sus manos y estas empezaron a brillar con una luz dorada casi innotable, se concentró y las flores volvieron a recuperar su color y vida con más brillo. El príncipe abrió la boca formando una "O" y los ojos parecían que se les saldrían. - Tengo poderes, poderes de la naturaleza. - Le dijo un poco ruborizada.   - ¿Cómo? - Preguntó Arthur sin entender aun nada, él tenía claro que solo las hechiceras tenían poderes y eran malas, pero Grace no era mala. - No lo sé, mis padres dicen que nací con ellos. - Se encogió de hombros. - ¿Naciste con ellos? - Repitió. - Si, pero la primera vez que los experimenté fue cuando tenía tres años, por lo menos por mi propia cuenta ya que antes de eso había sido un dolor de cabeza para mamá. A veces hacia crecer flores ya veces las marchitaba y cuando gritaba la tierra temblaba, pero hace tres años estaba leyendo en mi cuarto cuando emocioné mucho y congelé el libro. Él aprendió a controlarlo, pero cuando me enojo y mis emociones se alborotan no puedo hacerlo, el que si he aprendido a controlar muy bien es el de las plantas y la tierra. Hay libros que lo llaman poderes elementales, pero son solo libros de fantasía, la historia real no dice nada de esto ni de lo que me pasa. - Trató de explicarse lo mejor posible. - No te preocupes, será nuestro secreto y te prometo que te voy a ayudar a controlarlos. - Arthur la miró a los ojos con esa sonrisa que solo él sabía darle. - Gracias, Arthur. - Lo abrazó fuerte hundiendo su cabeza en su pecho.   ++++   En otro lugar lejos del reino amatista. - Ya ha empezado. - Murmuró una voz raposa en las sombras. - Hace años que empezó. - Respondió una chica de por lo menos diecinueve años con fastidio. - Llevo toda mi vida preparándome para eso y estoy harta de esperar. - Paciencia. Cuando sea el momento el poder estará en nuestras manos. - Aseguró la voz con malicia en ella. - Eso espero.
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