JULIAN
Después de pasar el fin de semana pensando en Emilia, vuelvo al trabajo el lunes y hago todo lo posible por dedicarme a los casos que se acumulan en mi escritorio. Técnicamente, practico el derecho de familia, lo que significa que paso mis días redactando acuerdos prenupciales y manejando procedimientos de divorcio, así como pensión alimenticia y custodia de menores.
En muy raras ocasiones, también manejo una bancarrota personal o ayudo con una adopción. También me han pedido que hable en conferencias sobre derecho de familia o ética. Pero pregúntale a cualquiera con quien trabajé porque soy conocido, es por divorcio. La gran D es lo que he vivido y respirado durante cinco años, y sobre lo que he construido mi reputación y mi carrera.
Así que me sorprende muchísimo que el hombre conocido por su especialidad en divorcio ahora tenga que casarse. La ironía no se me escapa. Y lo más loco es que he empezado a enamorarme de mi casamentera. Se que está interesada en mi físicamente, pero no me ha dado ninguna razón para creer que quiere probar su nombre para tener la oportunidad de convertirse en la señora Waltham.
Necesitando un descanso de la montaña de mi trabajo en mi escritorio que solo parece burlarse de mí, le he pedido a Tyler que se reúna conmigo para almorzar. Al mediodía, camino hacia el restaurante donde se supone que nos encontraremos.
–Te ves fatal, hermano. ¿Qué pasa? – pregunta Tyler cuando me ve fuera del restaurante.
–He tenido muchas cosas en la cabeza– murmuro. –Vamos, consigamos una mesa. Me muero de hambre–
Estamos sentados en la barra de sushi donde echamos un vistazo al menú. Una vez que hacemos nuestros pedidos, Tyler se gira para mirarme.
–¿Está todo bien? Nunca te había visto nervioso antes–
–Eso es porque nunca antes he estado nervioso-
–Casarse es algo importante, hombre. ¿Cómo va todo, por cierto? –
Hago un ruido evasivo con la garganta,
–Inexistente hasta ahora. He tenido una cita mediocre, pero Emilia está planeando un gran evento el mes que viene en el que haré citas rápidas con todas las aspirantes–
–¿El mes que viene? –
Mierda. tiene razón. Ya es fin de mes. –En unas tres semanas– digo, corrigiéndome, atónito por lo rápido que está sucediendo todo esto.
Llega nuestra comida y no pierdo el tiempo en untar un trozo de rollo de atún picante con wasabi.
–Déjame hacerte una pregunta. ¿Qué clase de chicas van a ir a un evento así, en serio? –
Inclina la cabeza, considerándolo. –Buen punto. Probablemente solo aquellas que buscan un poco de protagonismo, que quieren una parte de la fortuna. ¿Es eso lo que quieres decir? –
Asiento. –Exactamente. Supongo que, por cada cien buscadoras de oportunidades, habrá una chica genuina buscando el amor. ¿Y cuáles son las posibilidades de que tenga una conexión con alguna de ellas? –
–¿Qué estás diciendo? ¿Qué propones entonces? – Tyler roba un trozo de mi rollo de anguila.
–Emilia– tomo un sorbo de té, esperando a que responda.
–Mierda. ¿Hablabas enserio sobre eso antes? Pensé que estabas borracho y cachondo–
–Lamentablemente, no– Cachondo, sí. Me ha dejado con las bolas azules dos veces, y si tengo la oportunidad de estar a solas con ella de nuevo, la misión de mi vida es cambiar eso.
–De acuerdo, entonces te gusta como es. ¿Quieres casarte con ella? –
–Mierda– Dejo mis palillos. –La idea del matrimonio me pica–
Tyler sonríe con ironía. –¿Quieres mi consejo? –
–Claro que si–
–Si vas a ser un oso, se un oso pardo– dice Tyler antes de comer otro bocado de tempura de camarones.
Qué demonios. Tal vez se golpeó la cabeza.
–¿Qué quieres decir? –Ve tras lo que quieres. Juega sucio. Consíguelo. Haz que suceda– Sonriendo, Tyler me da una palmada en la espalda.
–Ser un oso pardo, ¿eh? – sonrió con suficiencia. Debe ser jerga estadounidense. Estúpido como la mierda, pero creo que entiendo el significado.
–Tú puedes con esto– sonríe, asintiendo.
–¿Terminaste con ese atún picante? –
Empujo el plato hacia él. –Adelante; voy a volver a la oficina. Tengo cosas que parecen de oso pardo para tachar de mi lista–
Niega con la cabeza, metiendo otro bocado de sushi en su boca. –Maldito británico. Haces que todo suene tan elegante y refinado–
Dejo un par de billetes sobre la mesa y salgo, con la cabeza más despejada y el corazón más lleno. Es hora de ir tras lo que quiero, sin importar las consecuencias.
Quiero enviarle un mensaje a Emilia: “Protege tus ovarios, chica. Julián está a punto de subir el nivel de seducción”. Pero no será divertido avisarle con antelación.
Al entrar en el vestíbulo del edificio de oficinas, veo a Romina salir del ascensor.
Mierda.
Llevo semanas esquivando sus llamadas. Esto no va a ser bueno. No he hablado con ella desde que se supo de mi herencia.
–Jul…– Hace una pausa con el celular a medio camino de la oreja.
–Hola– La saludo con un gesto incómodo mientras mi mirada se mueve a la izquierda y luego a la derecha, buscando la salida de emergencia.
–Tendré que llamarte luego– dice en su teléfono, y luego lo guarda en su maletín.
Meto las manos en los bolsillos mientras espero. Se que está enojada.
–¿Por qué no me lo dijiste? – Sus ojos se posan en los míos y luego se entrecierran en la forma de almendras fileteadas.
–¿Sobre? –
–¡La herencia! – grita.
La tomo del codo y la guio hacia la zona de asientos. Nos es privado, pero es mejor que estar de pie en el centro del vestíbulo con gente a nuestro alrededor.
–Me enteré el día antes de que saliera la noticia. Aunque puedes creerlo, estaba más que un poco en shock. No me pasé el día llamando a todos mis conocidos para informarles. Las únicas personas con las que hablé fueron con mi madre y Tyler–
Se burla. –Ni me hagas hablar de eso. ustedes dos tienen una relación enfermiza– Entonces su mirada se suaviza y coloca una mano contra la manga de mi chaqueta. –Aún así, deberías haber llamado. Podría ayudarte, Julián –
–Escucha, Romina, no quiero ser un idiota, pero lo que teníamos ya ha pasado–
Sonríe seductoramente, humedeciéndose el labio inferior con la punta de la lengua, –Fue divertido. Incluso tú tienes que admitirlo–
Se lo que intenta hacer. Intenta ser dulce y recatada, y hacerme recordar sus buenas cualidades.
Aunque solo tiene la mitad de razón. Nos divertimos un poco entre las sábanas, pero estar casado, tener una esposa…necesito mucho más que alguien divertido en la cama. De hecho, ese es solo un pequeño requisito en mi lista. Recuerdo con demasiada claridad las veces que prefería mirar su teléfono antes que a mi mientras estábamos en la cama, o aquella vez que montó en colera cuando pedí los ingredientes equivocados para la pizza. Lo que teníamos no era amor, ni siquiera estaba dentro de el mismo espectro.
Soltando un profundo suspiro, busco mentalmente una manera de decir esto que no termine con una bofetada en la cara. –La cuestión es la siguiente. Éramos convenientes. Nos apoyábamos el uno al otro mientras evitábamos las relaciones reales–
Su optimismo decae y da un paso atrás. –Ya veo. Y yo que pensaba que lo que tuvimos fue agradable. ¿Soy la única que lo recuerda con cariño? –
Mantengo la boca cerrada, porque creo que estar de acuerdo solo la animará más. Además. Voy a llegar tarde a mi reunión de la una si no vuelvo arriba.
–Lo siento tengo que irme–
Cruzando los brazos sobre el pecho, asiente.
–Buena suerte–
Una vez dentro de mi oficina, me doy cuenta de que tengo cinco minutos antes de que comience la conferencia telefónica, así que agarro la pila de papeles de mi maletín que robé el viernes por la noche de la casa de Emilia. Estoy seguro de que querrá matarme cuando se entere, pero es algo con lo que tendré que lidiar.
EMILIA
–¿Entonces intentas decirme que alguien entró en tu apartamento y te robo todas tus facturas? – pregunta Ximena con los ojos muy abiertos.
Asiento. –Si–
Su expresión es de incredulidad, pero cierra la boca y mira al frente, parpadeando.
Estamos en el gimnasio, caminando alrededor de la pista que está elevada sobre toda la zona de entretenimiento de abajo. Antes de que se casara, nos encanta este punto estratégico para observar a los chicos guapos de abajo. Ahora, simplemente caminamos. Bueno, sigo observando, porque hola, no estoy muerta.
–Probablemente solo los hayas puesto en otro lugar– dice Ximena.
Sé que no es cierto. Estaban en mi mesa del comedor justo antes de…
¡Julián! Si viera esas facturas y avisos de retraso, me moriría de vergüenza. Solo puedo imaginar lo que debe pensar de mí. Han pasado días desde que hablamos y, honestamente, no estoy segura de que pensar. El fin de semana pasado le organicé esa cita, y luego vino y nos besamos como un par de adolescentes cachondos. Estoy segura de que solo está ocupado con el trabajo, pero, aún así, una chica no puede evitar preguntarse qué está pasando por su mente.
Le dije que fuera tras la mujer que le interesaba, asumiendo que se refería a mí. Pero ahora, este silencio me ha dejado insegura. Por lo que sé, tal vez todavía este colgado de su ex.
Mi celular vibra contra mi muslo. Lo saco del bolsillo de mis pantalones Capri deportivos de licra y veo que es un mensaje de cierto británico sexy y problemático.
Julián: ¿Estas libre el sábado? Me gustaría volver a pasar el rato de nuevo.
Una sonrisa burlona se dibuja en mis labios.
Emilia: ¿Pasar el rato? ¿Es un eufemismo para…?
Julián: ¿Postre? Si. Estaré en mi casa a las siete.
Se me corta la respiración mientras sus atrevidas palabras me devuelven la mirada.
–¿Qué pasa? – pregunta Ximena, sintiendo el cambio en mi estado de ánimo.
–Nada– miento.
Con inquietud, me doy cuenta de que esta noche de sábado podría cambiarlo todo. Tres días más hasta que descubra, finalmente, que está pasando en la mente de Julián.