Buscando mi langosta

1719 Words
JULIAN Estoy a punto de arruinar la noche con mi mal humor, pero es difícil no hacerlo cuando la llamada de Harry lo pone todo en una claridad radiante. Mi estado de ánimo se desplomó con la gravedad de toda la situación en la que me encuentro, y entonces fue en lo único en lo que pude concentrarme. Puede sonar a cliché, pero mi madre es mi mundo. Ella es quién estuvo a mi lado cuando era un adolescente rebelde y lleno de rencor que acababa de ser abandonado en una escuela nueva y extraña en un país completamente nuevo. No entendía las costumbres, no entendía la cultura y peor aún, no tenía amigos que me quitaran el aburrimiento y el oscuro pozo del infierno juvenil en el que me encontraba revolcándome. Mamá me defendió, me ayudó a superarlo. No entendía por qué no podía llamar a alguien “Cabron”, ni por que todos se reían disimuladamente con la mano cuando decía. “Diablos”. Pero mama estaba ahí. Como hijo único, yo era su mundo entero, y ahora que no tiene a nadie más, depende de mí luchar por ella. Finalmente conocí a Tyler y nos llevamos bien, pero esos primeros meses fueron difíciles. A medida que crecí, siempre me mantuve cerca de ella. Y luego, en algún momento durante el proceso de convertirme en abogado de divorcios y ver la aparentemente estable situación de mis propios padres, el matrimonio se derrumbó, lo perdí. Perdí de vista el significado de una relación profunda entre dos personas, no sabía porque alguien querría atarse a otra persona por toda la eternidad, sabiendo que las probabilidades de que terminara mal eran altas. Debido a todo este equipaje, he estado viviendo una vida solitaria. Tal vez sea el hecho de que mi mejor amigo ya se ha establecido y tiene un bebé en camino, pero estoy empezando a ver a Emilia bajo una luz completamente nueva. No hay manera de que esto pueda funcionar bien, así que no sé por qué lo intento. Pero cuando Emilia apareció esta noche luciendo deslumbrante, me dejo sin aliento y luego estaba lista para irse antes de haberle dicho siquiera tres palabras. Se que no puedo quedarme de brazos cruzados y dejar que eso suceda. Puede que tenga un montón de equipaje con el que lidiar, pero no voy a dejar que se vaya. La urgencia de abrazarla y sostenerla allí es demasiado fuerte. Le acaricio la mandíbula, luchando conmigo mismo para no besarla, y ella me mira con sus enormes ojos verdes. –No te vayas– susurro. Esto se siente bien. Y por primera vez en mucho tiempo, me siento bien. No quiero que esa sensación termine. Sigo tocándola, sigo acariciando su piel suave como la leche, y ella todavía me lo permite. Es un paso en la dirección correcta. –Fui un imbécil. Lo siento– una débil sonrisa es su única respuesta. –Vamos; puedes hacerlo mejor que eso, cariño– Su sonrisa temblorosa se hace un poco más grande y su postura rígida se relaja un poco más. –No estaba segura de que pensar cuando llegue. Parecías enojado– –Solo una mala noticia, pero lo arreglare por la mañana. Lo siento. ¿podrías quedarte por favor? – Ella asiente, y dejo que mi mano se deslice desde su mandíbula hasta la columna de su elegante cuello, su hombro, disfrutando del roce de la suave cachemira contra las yemas de mis dedos mientras Emilia se humedece el labio inferior con la punta de la lengua. El movimiento es tan rápido, pero no impide que las imágenes eróticas de su boca sobre la mía, moviéndose sobre mi polla, tomando el control. tiene una boca hermosa. Y cuando no la usa para ser atrevida, esos labios carnosos simplemente ruegan por ser besados. Mi mano se desliza mas abajo hasta que se posa en su espalda baja. El movimiento empuja su pecho ligeramente hacia adelante, y sus firmes pechos rozan el mío. Ella responde con un pequeño escalofrío. Mi polla se endurece instantáneamente ante la electricidad crepitante entre nosotros. Un pequeño roce nunca me había preparado tanto, tan rápido. Pero la fuerte sospecha de que tendríamos una química explosiva en la habitación no es algo en lo que pueda permitirme pensar ahora mismo. Queriendo devorarla, saborear sus labios y escuchar sus gemidos de deseo, me obligo a apartarme de las suaves curvas de su cuerpo, sus enormes ojos hambrientos y sus labios húmedos. –Ven. Únete a mi– le digo, tomándole la mano. Emilia asiente y la llevo al balcón. –¿Siempre se ve así aquí afuera? – pregunta mientras salimos. –Puede que lo haya arreglado un poco– miento. Pasé una hora entera renovando este lugar por completo. Emilia se sienta en una de las almohadas y yo hago lo mismo frente a ella. Nos sirvo una copa de vino a cada uno mientras nos acomodamos. Observo a Emilia contemplar la vista que nos rodea. Los imponentes edificios brillan en la distancia y una suave brisa levantan un mecho suelto de su cabello. Aunque estar con ella se siente increíble, la sombra oscura que nubla todo esto no está lejos de mis pensamientos. –Si es así como planeas un cita sencilla un miércoles por la noche, no creo que tengamos ningún problema en casarte– bromea Emilia. Inhalo, mi mandíbula tiembla. Bien, ese es el plan. –Disfruta tu vino. Déjame darle los toques finales a la cena– Me disculpo para ir a la cocina, donde saco nuestros platos aún calientes del horno e intento dejar de lado el drama que lucha por espacio en mi cerebro. Tranquilo, amigo. Un paso a la vez>> Le entrego el plato a Emilia delante, junto con una servilleta de tela y cubiertos. –Wow. Estoy impresionada– dice, observando la comida. –Espero que el marisco este bien– –Absolutamente. Esto se ve increíble– Después de sentarme frente a ella, ambos comemos. El aire de la tarde es fresco y coloco una manta de lana sobre su regazo. –¿Tienes mucho frío? Podemos entrar, si lo prefieres– Negando con la cabeza, se envuelve en la manta. –Es perfecto aquí afuera­– dice, y luego toma un bocado de pasta. Ninguno de los dos parece querer hablar del tema candente, la razón principal por la que trabajamos juntos: mi próxima boda. Así que charlamos un poco y nos ceñimos a temas seguros. Cuando terminamos de cenar, apilo nuestros platos y los coloco a un lado, luego saco las trufas de chocolate que compré hoy y las coloco encima de la cesta volcada. –Salud– ella toca su chocolate con el mío y luego se lo mete en la boca. –Entonces, Emilia Quinn. Dime, ¿Qué es lo que estas buscando?­– Mastica y traga, tomándose su tiempo saboreando el chocolate agridulce con caramelo. –En última instancia, estoy buscando mi langosta– Arqueo las cejas ante su inesperada respuesta. –¿Tú langosta? – Se ríe, una risa corta y aguda que me hace desearla aún más. –Probablemente solo sea un mito estúpido, pero ¿no has oído nunca que las langostas se aparean y permanecen juntas de por vida? – Niego con la cabeza. –Creo que alguien te dijo un montón de mierda, cariño– –Oh, cállate. Déjame tener mis fantasías– –De acuerdo– sonrió, divertido de que este buscando su langosta. –Continúa– –Estoy buscando mi para siempre. Alguien con quien envejecer– Su sonrisa soñadora se desvanece rápidamente y su expresión se torna en pánico. –Oh, Dios, acabo de decirte que busco un compromiso. Siéntete libre de correr hacia el otro lado ahora. Baja del enrejado si lo necesitas– –No dijiste que tenía que darte un compromiso, simplemente me comunicaste lo que buscas– le digo, corrigiéndola. –Y una mujer que sabe lo que quiere siempre ha sido, y siempre será, bastante sexy– Se muerde el labio inferior mientras pensamientos traviesos cruzan por mi mente. –Solo quiero que esto sea informal– dice. –Sería una tontería enredarnos cuando tenemos tantas cosas que hacer– –Si, por supuesto. Lo informal seria lo mejor– digo. Emilia toma otro sorbo de vino. –¿Puedo preguntar que te preocupaba cuando llegué? – Luchando contra la opresión en mi pecho, tomo la decisión de dejar entrar a Emilia. Y aunque no estoy listo para compartirlo todo, sé que ella merece saberlo. Es algo que nunca llegué a decirle a Romina, incluso después de ocho meses juntos. Aclarándome la garganta, digo: –Mi madre ha tenido mala salud últimamente. Ha sido duro. Y mi tío Henry solo está preocupado, eso es todo– –Lo siento– dice con voz suave. –No lo sabía– Asintiendo, tomo otro sorbo de vino. No me he sincerado con nadie sobre la gravedad del asunto, pero la mirada tierna en los ojos de Emilia me hace querer compartir un poco más de mil con ella. –Soy todo lo que tiene. Mi padre se fue hace tres años– –Ya veo– Emilia junta las manos en su regazo y las mira. –Mi padre se fue cuando yo era pequeña– Cuando levanta la vista para encontrarse con mis ojos, puedo ver el dolor y la pena que su ausencia ha causado. Cuando alguien tan vital para tu vida desaparece, deja un pequeño vacío. Lo sé de primera mano. Continuamos nuestra conversación, pasando de un tema a otro, y a diferencia de todas las demás mujeres con las que he estado, mi conversación con Emilia es real. Hablamos de nuestras metas, más sobre nuestras familias, un poco sobre el trabajo. Nos enteramos de que ninguno de los dos tiene mucho contacto con nuestros padres, algo inesperado que compartimos. El dolor y la angustia que conlleva la perdida de tu padre no es algo que le desearía a nadie, y la tristeza que acecha tras su mirada me dice que ella desea que esto también sea algo que no tuviéramos en común. –Tomemos otra copa de vino– sugiero. –Estoy dispuesta si tú lo estas–
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD