EMILIA
Esta noche ha sido más de lo que jamás podría haber imaginado. Cualquiera que vea mi vida desde fuera puede pensar que lo tengo todo. ¿Una gran carrera? Listo ¿un grupo pequeño pero unido de amigas? Listo.
Pero mi realidad es muy diferente. Anhelo una verdadera conexión, una pareja en la vida, alguien que me entienda y me acepte como soy. Mi ex no era nada de eso, y me engañé a mí misma creyendo que me estaba divirtiendo, viviendo a lo grande mis veintes con una aventura sexy. Pero en el fondo, anhelo más, y esta noche, Julián ha abierto sin saberlo una gran herida de brecha dentro de mí. Me ha hecho sentir especial, planeando algo solo para mí. Me mostró lo que es pasar una noche con un hombre interesado en la conversación solo por conocerme. Me temo que nunca seré lo mismo.
No he salido con nadie desde Matthew el imbécil, y honestamente, he dado la esperanza de que los buenos hombres actúen. Pero si los hombres como Julián Waltham realmente existen, entonces tal vez la búsqueda de mi langosta no sea totalmente en vano. Todavía no puedo creer que le haya dicho eso. Pero fue tan amable y dulce al respecto, así que no me arrepiento.
Terminamos de cenar y tomar el postre, y ahora estamos descansando sobre las almohadas de afuera, bebiendo una segunda copa de vino. Mi corazón se siente tan lleno y en conflicto que me he quedado callada en los últimos minutos.
–Preguntaste sobre mi pasado– Julián observa el tráfico que pasa debajo mientras dice esto.
Apenas he notado el suave zumbido y la ocasional bocina de un coche de fondo, ya que hemos estado enfrascados en una conversación gran parte de la noche. Al estudiar su perfil, su mandíbula cuadrada salpica de barba oscura, su nariz fuerte y recta y sus labios carnosos, me toma un momento darme cuenta de que está esperando mi respuesta.
–Tenía curiosidad, si–
–Tuve una novia el año pasado. Una abogada donde trabajo. Fue conveniente–
Esa punzada de celos que sentí antes cuando me preguntaba sobre su pasado vuelve a aparecer.
–Ya veo. ¿Y cuánto tiempo saliste con ella? –
–Unos ocho meses–
Mas tiempo del que habría imaginado. –Eso suena serio. ¿Y fuiste monógamo todo el tiempo? –
–Por supuesto que si. Pero no, no fue serio; al menos no de la forma en que estas pensando. No hubo intercambio de “Te amo”– añade.
–¿Y ella está completamente fuera de tu vida? –
Se frota la nuca. –Todavía la veo en la oficina de vez en cuando, pero trabajamos en pisos diferentes. Todavía me llama de vez en cuando, pero ya lo he superado–
Parece que sería más fácil casarse con alguien con quien se sintiera cómodo con quien tuviera una historia que con una desconocida, pero no voy a ser yo quien se lo señale. Debe tener sus razones.
–¿Y tú que? también salías con alguien el año pasado. Matthew, ¿no? –
Asiento, sorprendida de que Julián se diera cuenta. Tal vez me vigilaba en silencio como yo a él.
–Rompimos hace unos seis meses. Se fue– Con mi corazón, mi billetera y mi buen historial de crédito.
–¿Y no ha habido nadie desde entonces? – pregunta Julián.
Niego con la cabeza. –No he tenido el más mínimo interés en salir con alguien– Hasta que te conocí a ti>> pienso
–Igualmente– dice.
–Pero ahora tienes que casarte–
–Eso parece– se frota la nuca de nuevo, lo cual estoy empezando a reconocer como algo que hace cuando está ansioso.
–¿Por qué haces esto, en serio? Eres un abogado exitoso. Estoy segura de que te ganas la vida cómodamente–
Deja escapar un profundo suspiro, –Entra conmigo–
Entramos, cargando las pilas de platos y nuestras copas de vino. Dejamos los platos en la cocina y llevamos nuestra copa al sofá.
Su sala es masculina, pero acogedora. Un sofá azul marino con la tela de Tweed se encuentra frente a las grandes ventanas, un sillón de cuero y una pequeña mesa de acero completan el otro lado de la habitación. Su mesa de centro es una gran caja rustica que ha sido volcada.
Estamos sentados uno al lado del otro en el sofá cuando Julián me quita la copa de vino de la mano y deja en la mesa junto a la suya. Está callado, contemplativo, y me pregunto en que estará pensando. Me doy cuenta en este momento: todos estamos luchando por encontrar algo verdadero. Afecto verdadero. Intimidad verdadera. Amor verdadero. Una oportunidad de algo real en esta vida. Y Julián y yo compartimos ese deseo. El podrá negarlo, podría decir que esta hastiado de la idea del matrimonio y que lo hace por dinero, pero puedo verlo cuando lo miro a los ojos, puedo sentirlo cuando me sonríe. El desea algo verdadero tanto como yo. Lo necesito, tal vez incluso más que yo.
–Se que esto es probablemente te parezca extraño, que yo siga adelante con este plan descabellado de casarme–
Trago saliva y niego con la cabeza. no lo juzgaré; hay un montón de dinero en juego. –Pero tienes que confiar en mí, tengo mis razones. No se trata solo del dinero. Bueno, en cierto modo si lo es– se frota la nuca de nuevo. –Solo necesito que esto funcione–
Tomo su mano. –No tienes que explicarme nada. Te dije que te ayudaría, y lo dije en serio– Una risita se abre paso por mi garganta. –Solo considera que esta noche voy a poner a prueba tu capacidad para cortejar a una mujer–
Su sonrisa es divertida. –¿Y la cortejé señorita Quinn? – Todavía sostiene mi mano, y cuando acaricia el dorso con el pulgar, un hormigueo de conciencia me recorre el cuerpo.
Estoy prácticamente mareada por la electricidad que ha estado zumbando entre nosotros toda la noche. Es embriagadoramente atractivo, y las líneas entre profesionalismo y placer se ha vuelto irrevocablemente borrosa. Debería haber kilómetros entre amigos de trabajo y compañeros de sexo, pero con Julián tan cerca, con su sutil y picante colonia y sus profundos ojos verdes oscuro mirándome fijamente, todo es borroso.
–Obtienes un 10 en el cortejo, señor Waltham– susurro mientras Julián se acerca.
–Probablemente deberíamos probar como beso. Ya sabes, para fines de investigación– murmura.
Un cálido escalofrío me recorre. Dios mío, ¿podría ser más sexy? Si me sugiere que pruebe como folla, ¿tendré la fuerza para decir que no?
Sus manos están en mi mandíbula e inclina mi boca hacia arriba para encontrar la suya. En esa fracción de segundo, sé que podría apartarme si quisiera, pero no lo hago. Mis ojos se cierran justo cuando sus cálidos y carnosos labios presionan suavemente contra los míos. Cuando succiona ligeramente mi labio inferior, me abro a él. Luego, tan lentamente que me duele, roza su lengua contra la mía.
Mierda. EL. HOMBRE.SABE. BESAR.
De hecho, cada beso que he tenido desde primero en octavo grado palidece en comparación. Tierno. Sensual. Suave. urgente. Su beso es todo eso a la vez. Y más.
Me sujeta la mandíbula con una mano mientras con la otra recorre la parte delantera de mi suéter de cuello V profundo. con cuidado de evita mis pechos, que anhelan su tacto, recorre suavemente las yemas de los dedos a lo largo de la línea del escote expuesto, dejando un cálido hormigueo en su paso. Todo mi cuerpo suplica en silencio por más.
Cuando se aparta, lo hace solo unos centímetros y apoya su frente contra la mía. –Mierda, sabes bien–
Todo dentro de mí se aprieta. Incluso la forma en que este hombre maldice es sexy. Retirándose un poco más, Julián fija su mirada en la mía.
Sus ojos están oscuros, vidrioso por la lujuria ardiente, y eso me hace desearlo aún mas, sabiendo que lo afecto tanto como el a mí.
Con un pequeño gemido en el fondo de su garganta, se aparta para estudiarme. Pasando su pulgar por mi labio inferior, suelta un suspiro de dolor. No pregunta como fue el beso, ni me provoca para ver si pasó la prueba. Ambos sabemos que ese beso fue absolutamente perfecto. Intenso. Fue real. Tan real que da un poco de miedo. Algunas personas simplemente conectan: su química, sus feromonas o algo así. sé que podría enamorarme fácilmente de él, y dada la dirección en la que se dirige su vida, no puedo dejar que eso suceda.
–Deberíamos para antes de hacer algo que no podamos retractar– dice.
–O algo de lo que nos arrepintamos por la mañana-
Me levanto del sofá mientras Julián hace lo mismo. Es imposible no notar la evidente tensión en la parte delantera de sus jeans. ¡Santa maría de las erecciones!
Se aclara la garganta y me lleva hacia la puerta. Nos quedamos allí, respirando entrecortadamente como si acabáramos de correr una carrera olímpica, sin dejar de estar listos para decir buenas noches.
Sintiéndome descarada, esta vez soy yo la que me pongo de puntillas para presionar mis labios contra los suyos. Se supone que es un casto beso de despedida, pero es todo lo que se necesita para que el control de Julián se rompa. Sus manos se enroscan entre el cabello de mi nuca mientras acerca mi boca a la suya. Explora mi boca con besos profundos y embriagadores mientras me refuerzo contra él, desesperada por más.
La conexión que compartimos esta noche fue más que física. Pero nada podría haberme preparado para esto. El roce de sus caderas contra las mías, la rígida longitud de su enorme erección presionando justo ahí. Quiero más.
La creciente necesidad supera todo el sentido común. Enganchando una pierna alrededor de su cintura, nos acercó más. Arrastra sus manos por mis costados, sus caricias cambian de inocentes a seductoras mientras palmea mis pechos, masajeándolos, rozando mis pezones endurecidos con sus pulgares. Respiro hondo ante la repentina oleada de calor que me recorre.
Abrumada por la lujuria, bajo la mano para agarrar el firme bulto de su erección. Incluso cubierto con mezclilla, es impresionante, cálido y sólido en mi palma.
Con un gruñido, maldice en voz baja, apretándonos aún más cerca, de modo que sus manos ahora están en mi trasero y su muslo esta presionado entre mis piernas.
Separando mi boca de la suya, respiro hondo. Siento como si hubiera estado bajo el agua, privada de oxígeno durante demasiado tiempo. Mi corazón late con fuerza, y estoy mareada y sonrojada.
–Es mejor que me vaya– Mi voz sale tan suave, y me doy cuenta de que es porque no he dicho ni una sola palabra desde ese beso que puso mi mundo patas arriba.
Me abre la puerta y se apoya en el marco mientras me deslizo el bolso por encima de un hombro. –Gracias por venir–
–Me divertí– susurro, con los labios húmedos e hinchados por su avalancha de besos hambrientos.
–Deberíamos salir de nuevo– sonríe.
Asiento, sin saber cómo poder volver a salir con el sin que las cosas entre nosotros se calienten.
Su expresión cambia, y veo algo oscuro pasar a través de su mirada. –¿Estás segura de esto? –
Me encojo de hombros. –Alguien va a tener que vigilar este espectáculo de mierda–
Se ríe y me da un breve abrazo antes de soltarme. –Buenas noches, Emilia– Murmura
Cuando bajo las escaleras, el amable portero tiene un taxi esperándome.
–Buenas noches, señorita– dice mientras entro.
Señorita.
La palabra solo sirve para recordarme que otra chica pronto será la Señora Waltham. El pensamiento es aleccionador.