JULIAN
Mientras estoy aquí limpiando los platos, estoy en shock por lo bien que ha ido esta noche. Me arriesgué, dado que nunca planeo citas. Y Emilia ni siquiera es alguien con quién se supone que deba salir, pero eso fue increíble. Ese beso. La conversación. Cuanto me afectó. Sus suaves curvas, la forma en que se estremeció cuando acaricie sus hermosos pechos.
Quería más de ella, explorar su cuerpo y hacerla gritar de placer. Quería verla correrse en mi lengua, mis dedos, mi polla. Se me pone medio dura solo imaginándolo de nuevo. Su cabeza echada hacia atrás en éxtasis, su cabello rubio extendido en mi almohada, esos labios rosados perfectos gritando mi nombre.
Pero me conformo con sus dulces y tiernos besos porque hay una cosa de la que estoy seguro. cuando hagamos el amor, seguro que será en una cama donde pueda tomarme mi tiempo con ella. Emilia merece intimidad y a alguien que cuide sus necesidades adecuadamente.
Me pregunto si le gustará un sexo lento y tierno, pausado, con muchos besos suaves. O fuerte y rápido, con mis caderas empujando mi polla profundamente dentro de ella una y otra vez. Tal vez le guste un poco de ambas cosas… Mierda. Muchas más ensoñaciones eróticas como esa y estaré pensando en ella por tercera vez esta semana.
Esa mierda de ella buscando su langosta…sonrió cuando pienso en ello. Detrás de su personalidad dura, en realidad es bastante blanda. Una romántica. La necesidad humana básica de cercanía nunca se ha sentido tan real. He pasado los últimos días apartándolo todo de mi cerebro, pero ahora, confrontando con alguien que desafía todas mis preconcebidas, estoy asombrado.
Mis manos se detienen en el lavavajillas. Mierda. Esa es mi única regla. Me prometí a mí mismo que bajo ninguna circunstancia me enamoraría de ella. Pero ya puedo sentir que está sucediendo.
Esto no terminará bien si hay sentimientos reales involucrados. Emilia terminará herida y yo seré el imbécil que le rompió el corazón. Las palabras de mi tío de esta noche resuenan en mis oídos. Enojado conmigo mismo por posiblemente haber arruinado lo único positivo en mi vida ahora mismo, mi amistad con Emilia.
Tiro el paño de cocina sobre la encimera. Necesito mantenerme concentrado. Y esta noche con ella, ha sido todo lo contrario. Estaba listo para cancelar toda la farsa de la boda, solo por tener una oportunidad de hundirme en su cálido cuerpo.
Sabiendo que no podré dormir hasta que me desahogue, pienso que un largo viaje a Nueva Jersey debería ser suficiente. También puedo ver a mi madre, y eso siempre me ayuda a tranquilizarme. Agarro mis llaves y salgo a la noche.
❊❊❊
Pasé la noche acurrucado en el pequeño sofá de la sala de espera, y ahora estoy sentada en la mecedora y junto a la cama de mi madre.
Estamos compartiendo una taza de té, y mi estado de ánimo sombrío de anoche ha desaparecido un poco. Estar aquí con ella, recordándome mi propósito, todas esas cosas parecen ayudar.
Mamá tiene una venda en el brazo donde debajo hay marcas de arañazos de anoche. Mira a su alrededor, frunciendo el ceño mientras observa la habitación que nos rodea.
Dada su expresión desconcertada, creo que está a punto de preguntar dónde estamos, lo que ha hecho innumerables veces. La mayoría de las veces recuerda que ahora vive aquí para recibir tratamiento y que está enferma. Pero otras veces, me toca a mi darle la devastadora noticia como si fuera la primera vez que la escucha.
–¿Dónde está tu papa? – pregunta.
Dejo mi té y respiro hondo. Explicándole a mi querida mamá por tercera vez este mes que mi padre se había ido, que se había enojado y nos había dejado, no es algo por lo que quiera hacerla pasar un mal rato. Simplemente no tengo fuerzas, y ella tampoco, pienso.
–Solo salió a comprar leche. Volverá en unos minutos– miento, las palabras se sienten como papel de lija en mi garganta.
Mamá me mira a los ojos como si estuviera decidiendo si debiese creerme, y luego asiente. –Eres buen chico, Julián–
No lo soy. En absoluto, pero intento serlo.
EMILIA
–¿Hablas en serio? ¿De verdad tengo que deletrearte esto, Emilia? – las cejas de Anna se levantan.
–¿Qué? – Estoy sentada en una silla de pedicura con masaje, encajada entre mis dos mejores amigas y completamente confundida en cuanto lo que estamos hablando.
Antes de que Ximena entrara, le conté a Anna exactamente que había implicado pasar tiempo con Julián. Bueno, no todo. No puede saber nunca que me froté contra su pierna en la puerta de su casa como una perra en celo. Una vergüenza ardiente me invade. Tan poco profesional. Pero ella sabe que nos besamos.
–Para ser un chica con un título en negocios y una carrera exitosa, a veces puedes ser muy estúpida– dice Anna.
–¿De qué demonios está hablando? – pregunta Ximena, con aspecto perplejo.
–Ni idea– Sumerjo mis pies en agua con aroma a menta a la temperatura perfecta, un nivel por debajo de la temperatura hirviendo. –Ahh– soltando un suspiro de satisfacción, cierro los ojos.
–Ahora, de que se trata esta tontería–
–Emilia y Julián pasaron el rato anoche. En su casa– dice Anna
–¿Pasar el rato? – pregunta Ximena, acariciando distraídamente su vientre.
Anna se encoge de hombros. –Así lo llaman los chicos estos días–
–No entiendo– dice Ximena. –¿Cómo va la búsqueda? ¿Estás encontrando buenas candidatas con las que pueda salir? –
–Si, Emilia, ¿Lo has hecho? – Anna sonríe como si supiera todos mis secretos.
Mierda. Tal vez sí. Tal vez puede ver a través de mí, sentir el deseo que siento por él.
Me aclaro la garganta, esperando sonar profesional. –Si, de hecho. Hay algunas que parecen prometedoras hasta ahora–
–Genial. Harry Waltham está pagando una pequeña fortuna por nuestros servicios, así que no quiero decepcionarlo. Y, por supuesto, Julián. Por muy loca que sea esta situación, se merece recibir esa herencia– Asiento solemnemente. Tiene toda la razón.
–Ya que tienes algunas candidatas excelentes preparadas, supongo que tendrá citas– pregunta Anna.
–Absolutamente–
Aprieto los dientes. ¿Qué demonios le pasa a Anna? Ella fue quien me animó a salir con Julián en primer lugar, ¿y ahora actúa como si hubiera hecho algo malo?
–Me alegra oír eso– Ximena se levanta de la silla, deslizando sus pies hinchados en las sandalias de espuma rosa. –Tengo que orinar otra vez– dice con un gruñido.
Una vez que Ximena esta fuera del alcance del oído, Anna se gira para mirarme. –¿Qué pasa contigo y Julián? – sisea. –La verdad–
–¿Qué quieres decir? Ya te lo dije. Pasamos un buen rato. Fue agradable. Y puede que nos hayamos besado al final– no puedo mirarla a los ojos mientras digo esa última parte. Tiene razón. Soy estúpida…
Anna pone los ojos en blanco. –Escucha, estaba totalmente a favor de que te enrollaras con el afrodisíaco británico atractivo, pero eso fue antes de darme cuenta de que realmente te gusta– Anna deja escapar un profundo suspiro. –Si te enamoras de él, si hay sentimientos reales involucrados, y admitámoslo, los habrá, porque te conozco Emilia– dice, mirándome de reojo. –no va a terminar bien. No puede–
–Está bien, Anna. Estoy bien–
–Eres una chica inteligente y te quiero. Pero no seas tan estúpida como para involucrarte con el. Tu misma lo dijiste; es un mujeriego–
Inhalo y me muerdo la lengua mientras Ximena regresa del baño contoneándose.
Mi estado de ánimo ha cambiado, y lo que se suponía que iba a ser una divertida noche de chicas se ha convertido en una sesión de terapia. Ya ni siquiera quiero estar aquí. Si pudiera sacar los pies de esta bañera y largarme de aquí ahora mismo, lo haría.
Pero la cosa es que Anna tiene razón. Y solo está tratando de protegerme. Así que, en lugar de hacer una salida dramática, me muerdo la lengua e intento disfrutar mientras la pedicurista me frota aceite tibio en los pies. Lo cual, honestamente, no es difícil de hacer.
Mi salida mensual de pedicura con mis amigas es uno de mis días favoritos. Este es mi lugar feliz. Sentadas en nuestros tronos, pasamos a temas más seguros como los nombres de los bebes, los elementos de la lista de deseos y quién se acuesta con quién en la oficina.
Observo como mis dedos de los pies se pintan de rojo cereza, y mi incomodidad anterior desaparece.
–Tyler y yo queremos probar ese elegante restaurante italiano. La Brasso, antes de que nazca él bebé, pero hay una lista de espera de tres meses para reservas.
Anna sonríe, y si mis pies no estuvieran ocupados, la patearía. Pero al decidir que no quiero ocultarle algo a Ximena, hablo.
–Julián y yo fuimos allí el fin de semana pasado– logro decir
–¿En serio? – pregunta. –Vaya. Me pregunto cómo los hizo entrar– se frota la barbilla, aparentemente más preocupada por cómo conseguir una reserva que por el hecho de que estaba allí con el mejor amigo de su esposo.
Respiro aliviada cuando terminamos. Tal vez Anna se equivoca. Tal vez esto no sea lo peor del mundo. Una vez que terminamos, nos dirigimos a la entrada del spa para pagar. Anna está ocupada pasando su tarjeta de crédito y charlando con la cajera cuando Ximena se gira para mirarme.
–Prométeme una cosa– dice con rostro solemne.
Supongo que me hará jurar que no dejaré que nadie le tome ninguna de esas horribles fotos en la cama del hospital después de haber tenido un bebé y que su v****a todavía este colgando.
–Por supuesto. Lo que sea–
Me agarra de los hombros, mirándome profundamente a los ojos. –Prométeme que no te enamoraras de Julián–
Se me seca la boca y me encuentro asintiendo.
–Por supuesto– digo, pero ya parece una mentira.