Viviendo poco a poco.

4080 Words
Pov Off. Un dolor en el alma es incurable. Un corazón roto a pedazos no se puede volver a unir jamás y la pérdida de un amigo y gran amor son cosas insustituibles si tu corazón los atesora con la mayor devoción más sabiendo si dentro de ti, mantienes vivo ese hermoso recuerdo de lo que fue ese sufrimiento causado por personas tan importantes. — Hijo, tienes que calmarte. — pide mi madre desesperada. — No has comido nada y me preocupas mucho. — me frota la espalda tratando de calmarme. Estoy hecho un ovillo en mi cama, con las cobijas cubriéndome por completo. Los temblores en mi cuerpo productos del llanto incesante no paran ya que no hay nada más en mi cabeza que no sea su recuerdo. — No… quiero. — habló entre sollozos. — Yo, solo lo quiero a él. — me tiembla la voz. — Solo necesito estar con él. No pido nada más, solo tenerlo aquí, junto a mí para abrazarlo y sentirme completo como siempre me sentía cada que estaba a mi lado. Protegido y querido por él. — No quiero seguir viéndote así. — se le quiebra la voz. — No lo soporto más, no puedo ver cómo te vas destruyendo poco a poco. — suena enojada y la entiendo. Han pasado tres meses desde que supe de su terrible partida. Athy, era mi único amigo y junto a él habíamos creado una conexión maravillosa que pocos podían entender. No es tan fácil arrebatarle el recuerdo a tu mente, cuando tu corazón conspira traicionándote con sentimientos que no has podido ni querido soltar. Jamás pensé que perder a una persona con tan solo diez años, te dolería como si llevaras varias décadas junto al ser que te ha sacado las mejores sonrisas que nadie ha podido. En tan solo tres meses su vida cambió por completo, su amigo del alma lo había dejado con un dolor profundo en el pecho, el peor de los sufrimientos y un amor inocente entre los dos. El cielo lo ha llamado para no devolverlo jamás. Su madre contó que había sido producto de una grave enfermedad que venía padeciendo hace tiempo, pero todo era una vil mentira de su madre creyendo que así mi dolor no sería tan insoportable. Sin embargo yo sabía lo que había sucedido con él y temí tanto por esto que me aferre a lo único real para mí. Su presencia. No todo era tan malo, su padre era el mejor, siempre lo cuidaba, protegía y salía junto a él a jugar en el jardín de su casa, haciéndolo reír a carcajadas tanto a él como a mí. Su relación era maravillosa pero su madre estaba celosa de esto, así que lo golpeaba y lo obligaba a tomar alcohol cuando su padre se iba por largar temporadas de trabajo. Era el detonante de su discusión, ya que el único sustento en ese hogar era su padre. Ella alegaba que su hijo tendría que convertirse en un hombre rápidamente y por eso lo trataba como tal. A su padre no le gustaba esta forma de criarlo y eso los llevaba a una nueva discusión, siempre anunciaba que quería denunciar a su esposa por los maltratos que su pequeño recibía cada que lo dejaba a solas con su madre. Pero ese día nunca llegó, jamás pudo ser denunciada y las torturas de esa horrible mujer, le arrebataron la vida a su hijo y me quitaron la mía llevándome con él. — Jumpol por favor. — sigue mi madre. — No quiero decirle a tu padre sobre tu estado. — me recuerda. — Sabes que va a querer llevarte al hospital y no quiero dejarte allí nuevamente. No me importa, que me lleve a donde quiera ya que lo siento me acompaña a donde voy, como el más cruel recordatorio de que Athy, se ha ido de mi vida. — Quiero ver a mi amigo. — aprieto las sábanas. — ¡Solo quiero volver a verlo! El mes pasado no fue diferente, estuve todo ese tiempo en un hospital, ya que no quería comer, ni hacer absolutamente nada. Me obligaba a ir al baño y me daba duchas cortas que me daban un 1% de energía para seguir sumido en la tristeza de su pérdida. Caí en depresión y con ello la visita a terapeutas, psiquiatras, psicólogos y la fuerte ayuda de mis padres quienes no me dejaron ni un solo momento a solas. Los tratamientos eran cansinos, sumándole así el dolor en el pecho que no se marchaba, recordar una y otra vez los episodios de ese terrible momento cada que un psicólogo o psiquiatra me sometía a preguntas que deje de responder de un momento a otro. Los doctores temían por mi estado físico, ya que mi depresión era causada por una terrible negación a la realidad de esa pérdida. La de mi gran amigo y mi pequeño amor. Pedía en medio de sollozos y gritos verlo, me tenían que sostener entre varias personas para que no me lastimara y yo seguía insistiendo. — ¡Quiero ver a Athy, solo quiero verlo! — pero nada funcionaba, nadie me entendía por más que suplicaba. La desesperación, le abrió paso nuevamente a esa depresión insana, esa que no me permitía comer nada sólido ya que todo lo regresaba con los malestares constantes que se instalan en la boca de mi estómago. Baje tanto de peso de una forma tan drástica que el suero era lo único en mi sistema, aún así no me estaba ayudando para nada y la mayor parte del tiempo, era estar en mi cama, lamentando su muerte. No comía, bebía poca agua y los dolores de cabeza comenzaron a afectar la visión y el ritmo cardiaco era un desastre. Me estaba echando a morir, ya que esa era mi salvación y la forma más sensata de ver a mi amigo. Al cerrar los ojos, siempre veía su última imagen. Tenía el labio roto y uno de esos hermosos ojos color miel, estaba inflamado por el golpe y se estaba poniendo violeta alrededor. Su preciosa cara amoratada no le restaba belleza alguna. Su madre lo había golpeado de nuevo, sin piedad, sin escrúpulos y lo volvió a obligar a tomar esa bebida asquerosa que tanto comenzaba a odiar. Sin embargo, no dejó de sonreír. Sentados en el borde de su ventana, contemplaba la más hermosa sonrisa que jamás había visto en toda mi vida. Estaba débil y sin fuerzas, pero a mí sólo me parecía el chico más tierno, cariñoso y especial de todos. Su mirada había perdido brillo, su rostro siempre estaba cubierto de moretones ocultándose permanentemente su verdadera belleza. Aunque sentía vergüenza de que alguien más lo viera así, yo seguía viendo a esa linda persona que me hablaba de su padre con ilusión, que me contaba algún chiste y que sonreía a pesar de la vida miserable que su madre le estaba dando. Nunca me mostró una lágrima, jamás me dejo ver lo que sentía por dentro, para mis ojos él seguía siendo el mismo niño consciente, alegre y espontáneo que vi por primera vez tomado de la mano de la mujer que ahora, le ha quitado la sonrisa, la alegría y la vida. Ya no disfrutaré de los pequeños besos inocentes que me robaban sus labios, ni sentiré el zumbido de su corazón cuando se ocultaba en mi habitación y nos metemos debajo de las cobijas contando anécdotas que nos sacaban lágrimas de tanto reír. Ya no puedo acarear el liso de su cabello n***o, que se le pegaba ala frente haciéndole cosquillas en la punta de la nariz. Se fue mi ángel, me dejó solo en medio de una oscuridad y se ha llevado mi alma junto con él. Aunque pasen los años, nunca conoceré a una persona como Athy, con ese enorme y maravilloso corazón, ni esa mirada tierna llena de ilusiones, tampoco sentiré como mi corazón se acelera con una sonrisa porqué la suya la apagaron abruptamente. Si algo bueno ha de tener su partida, es que no sufrirá más a causa del dolor que le propinaba su madre. Su corazón ya no dolerá ni estará roto porque en el cielo estará sanando. Sé que desde el cielo, me estará mirando decepcionado de lo débil que me he vuelto a causa de su partida. ━━━━━━✧❂✧━━━━━━ Trece años más tarde; Hoy comienza un nuevo año y así una nueva universidad. Ahora estoy en una de las mejores de Florida; la universidad internacional de Florida. (Florida International University). Me mudé de Tailandia aquí a Estados Unidos, a la edad de once años para estudiar inglés y prepararme un poco más en mis estudios. Al comienzo no fue nada fácil ya que el ambiente no me permitía adaptarme como quería. Poco a poco me fui integrando a mi manera y como en otros lugares desde que rotaba de colegio en colegio, esta no fue la excepción. No era muy amigable con las demás personas y mis padres siempre insistían en que necesitaba integrarme si quería un cambio en mi vida y de ambiente. — Ya verás como todo saldrá bien. — me alienta mi padre. — Tus nuevos compañeros serán agradables. — Sabes que no me interesa tener amigos. — me sincero. — Mi único amigo siempre será Athy. — la expresión de mi padre cambia. No le gusta que siga con este tema y no porqué odie a Athy, lo que odia es en lo que me convierto en cada recaída. — Jumpol, debes intentarlo. — lo intenta de nuevo. — No lo sé. No dice nada más, prefiere no entrar en discusiones y avivar el dolor que sigo llevando por dentro. Un año después que llegamos aquí, el dolor seguía intacto dentro de mí. El psicólogo le dijo a mis padres, que tenían que tenerme mucha paciencia por cómo fue la noticia de su pérdida. Que era muy pequeño y que eso había marcado un antes y un después para mi vida. También les aseguro que poco a poco y al pasar el tiempo el dolor se iba a ir disipando con los constantes cambios que surgirían más adelante. Sin embargo, eso no pasó ya que eso mismo se lo repitieron a mis padres hace ocho meses, reclamándoles que algún día lo olvidaría. Y trece años después él sigue tan vivo, tan presente, tan adentro de mi como si hubiera sido ayer cuando me enteré de su partida. Aun no puedo olvidar cuando mis padres me anunciaron sobre su muerte. El recuerdo sigue siendo desastroso ya que nunca me imaginé el dolor que me causaría algo como eso. Cada noche soñaba con el instante en el que mis padres me lo contaron. Una noche llegaron muy tarde a la casa, sus caras de tristeza me indicaban que algo malo había pasado con ellos, de pronto comencé a sentirme mal de que la palabra “divorcio” saliera de sus bocas. Mi madre parecía tan afectada, abrazándose a mi padre quien la sujetaba de la mano mientras repartía besos por su cabeza. Yo me quedé de pie observándolos, esperando que me dijeran lo que tanto temía y era ese posible divorcio que tanto había escuchado de algunos amigos y yo no lo quería para mí, yo necesitaba a mis padres juntos. Se fueron acercando a mí con sigilo y las lágrimas comenzaron a correrme por las mejillas de tan solo pensar en esa posibilidad, que se fueran a vivir a casas separadas y ya no pudiera estar con ellos como tanto me gustaba. Era muy raro cuando discutían y eso era lo que más incrementó mi miedo. — ¿Van a divorciarse? — lance la pregunta. Si era así quería la verdad. — ¿De qué hablas hijo? — habló mi padre confundido. — Es que mamá está llorando y ustedes. — trago grueso y me limpio las lágrimas. — A veces discuten y quiero saber si… — Oh, hijo mío. — mi mamá se abalanza sobre mí cargándome con un abrazo tan fuerte que no sé si me estruja el cuerpo o el corazón. Me llevaron al sofá donde madre seguirá llorando a cantaros. Mi padre intentaba consolarla pero ella solo me miraba con tristeza apartando las lágrimas de mi cara. No estaba entendiendo nada, si no era una separación ¿por qué mamá estaba tan triste? — Hijo, quiero que nos escuches con mucha atención. — papá comenzó a explicarme. — A veces, las cosas no son como uno las quiere. — me acaricia el cabello. — ¿Qué pasa? — Estoy nervioso. — No sabemos cómo vayas a tomar esto que vamos a decirte. — mi corazón comenzaba a acelerarse. — Pero tienes que ser muy, muy pero muy fuerte y pequeño. — Si. — tome las manos de mi mamá apretándolas un poco. — Jumpol, Athy esta... — aprieta los labios. — Tú amigo ha sufrido... — no puede terminar de hablar y yo siento como si algo me aprisionaba el pecho. Estoy seguro que su madre lo ha golpeado otra vez y no quieren decírmelo. — Su madre lo volvió a golpear, ¿está muy triste, papá? Inocencia; es la falta de malicia, mala intención o picardía. Eso fue lo que sucedió, es por ello que no comprendía absolutamente nada. La inocencia de que fuera otra cosa y no lo que estaban a punto de soltarme; — Hijo, tu amigo falleció. — El impacto es de inmediato. — Se fue al cielo a cuidar otros angelitos. Lo sentimos mucho, Jum. Siempre había escuchado hablar sobre el llamado, corazón roto y ahora siento que todo lo que sabía sobre ello era verdad. Ya qué ese día sentí como mi corazón se iba quebrando poco a poco dejándome sumido en un limbo entre la tristeza, la negación y el dolor. Era como si la noticia hubiera agudizado cada uno de mis sentidos, estoy sumiéndome en un estado de shock absoluto. Mi corazón dejó de latir, literalmente dejó de hacerlo por microsegundos, sé que era imposible pero yo lo sentí, pude captar el cómo se detenían los latidos para luego darle una fuerza a cada retumbe que me dejaría atontado, aturdido e inconsciente. El estómago me ardía, la garganta la tenía seca y los brazos me temblaban. Un frío me recorrió la columna y no me movía, no podía mirar a otro lado que no fuera los ojos de mis padres inundados de lágrimas. El zumbido de mis oídos me impedía escuchar cualquier cosa a mí alrededor, era como una película muda donde solo veía lo que pasaba, con la vista nublada por el llanto. — Athy… — ese fue mi último aliento. La última vez que lo llame, fue en ese instante que mi vida dejó de funcionar, donde la alegría y la tristeza eran una sola. El llanto y la risa para mi eran el mismo significado. Me levanté de golpe y un mareo me nublo la vista, pero yo lo único que quería era salir corriendo a casa de mi amigo y decirle que yo estaba aquí, que lo cuidaría que nada iba a pasar y que no me importaba su carita llena de golpes. Cuando estaba por tomar abrir la puerta unos brazos fuertes me sujetaron impidiendo que fuera a buscar a Athy, mi amigo, mi pequeño amor secreto. Todo comenzó a darme vueltas, no forcejeaba, no peleaba solo quería ir con él. — Athy… Athy. — caí desplomado en los brazos de quien me sujetaba. Me habían quitado mi otra mitad, mi confidente, la persona en quien más confiaba y el beso de la inocencia se lo llevaron sus labios a donde quiera que esté. Mi cabeza repetía una y otra vez lo que mis padres me habían dicho; “Tú amigo falleció” “Fue al cielo a cuidar a otros angelitos” A partir de ese momento, mi vida dejó de tener sentido alguno. No hay motivos para sonreír, ni nada que celebrar. Andaba por el mundo como un ente sin alma, sin vida, sin nada. Mi única poca motivación, era no preocupar a mis padres quien han estado año tras año, en hospitales tratando de calmar mis crisis. — Que tengas un bello día, hijo. — mi madre me da un beso en la mejilla. — No llegues tarde. — es lo único que digo. — Estaré antes que salgas. — promete. Salgo del auto y no veo a nadie, solo quiero ir directo al salón, recibir las clases y esperar las horas necesarias para largarme de aquí. Busco en mis notas, donde me queda el salón de clases y allí me dirijo ignorando las miradas de todos. Esto ha sido un grave problema, ya que mi timidez, silencio y el estar alejado, me ha creado peleas de todos contra mí. No me defiendo, no me importa, siempre me cambian de un lugar a otro. Consigo el salón de clases y antes de entrar, pido el debido permiso al profesor que asiente dejándome pasar. Aquí todos saben de mi problema y están al tanto de que puedo retirarme antes si las cosas llegan a complicarse durante el día. — Bueno muchachos. — comienza. — Antes de comenzar la clase, debo pedirles que guarden sus teléfonos y presten la mayor de las atenciones. Nadie le hace caso, cada uno está metido en sus cosas pero a mí sí me interesa, ya sea para distraerme o aprender. Así que pongo el teléfono en silencio y escucho la clase que dura dos horas. — La clase ha terminado, nos vemos la próxima vez. — comunica recogiendo sus cosas. Los demás hacen lo mismo y algunos ya habían abandonado el aula antes de que el profesor terminara. Me quedo un rato más esperando que la mayoría se vaya y entrar a la siguiente clase. No vengo a hacer amigos, tampoco me interesa lo que eso signifique. Trece años viviendo en Florida, no me han servido de mucho para entablar relaciones personales de ningún tipo. Echo un vistazo fijándome que no quede nadie, tome mis cosas y empiezo a caminar hasta la puerta cuando escucho que alguien habla. — Si eres mudo, puedo ayudarte con tus tareas. — miro a mi alrededor encontrándome con un chico alto, blanco y de ojos azules. — Ah, seguramente también eres sordo ya que no respondes. — trato de alejarme ya que sé perfectamente a donde termina este interrogatorio. Intento irme cuando el chico se me atraviesa poniéndome alerta. — Oye, no te vayas es solo una broma. — asiento. — Ah, entonces si me escuchas. ¿Cómo te llamas? No quiero ser grosero con él, pero es que estas situaciones me incomodan y nunca terminan bien. Pienso en irme, pero no está mal decirle mi nombre. — Jumpol. — respondo. — Mi nombre es Mike. — me extiende la mano y lo pienso antes de aceptar el saludo. No quiero ser desagradable con el chico, ni con nadie, solo que mi dolor me encierra en una cúpula donde no quiero que nadie me vea, ni me toque, ni siquiera que me hable. No quiero hacer amigos ni ahora, ni después, ni nunca Quiero irme de aquí a la próxima clase, pero Mike, como me dijo que se llamaba me sigue haciendo que apriete el paso por qué no quiero tenerlo cerca de mí. — ¡Espera! — suelta. — ¡Solo quiero conocerte! — sigo caminando pero siento cuando su mano intenta tomarme del brazo. — No eres muy educado. — se ríe. — Pero lo dejaré pasar porqué eres nuevo. Quiero decirle que no es necesario que me acompañe, pero sigue pegado detrás de mí y en últimas solo dejo que me siga, quizás tenemos la misma clase y es por ello que sigue caminando detrás de mí. Las horas siguientes pasan rápido, tengo tres clases más a las que el chico no deja de seguirme preguntándome una y otra vez cosas y cosas que no respondo. Le envié un mensaje a mi madre para que venga a buscarme. Recojo los apuntes que me dieron y me voy al estacionamiento a esperarla. — ¿Dónde está tu auto? — veo que sigue detrás de mí y de verdad que no quiero ser grosero, pero me está comenzando a poner nervioso. — No tengo. Tenía una motocicleta que mis padres me habían regalado cuando cumplí la mayoría de edad, decían que a los diez años era una de las cosas que más le pedía con entusiasmo. Ya que allí viajaría por todos lados con mi amigo Athy. Al comienzo la idea no me pareció desagradable, pero escuchar su nombre fue como un balazo en medio del pecho que me removió todo lo que sentí cuando supe de su muerte. Nunca la tome, se quedó allí y mi padre tuvo que venderla para que no se dañara. Me dio el dinero y me dio pena hacerle ese desplante. Él lo comprendió y me dijo que no haría nada que me lastimara. Los pocos momentos alegres los tenía con mis padres, donde reíamos, hacíamos bromas y teníamos amaneceres charlando de cualquier cosa compartiendo en familia. Luego llegaba la oscuridad, se instalaba en mi pecho y me consumía haciendo estragos en la madrugada cuando mis padres corrían a mi habitación para calmar los temblores que el llanto me producía. — Si quieres puedo llevarte. — se ofrece Mark, sacándome del estupor. — No. — me doy cuenta de lo idiota que estoy siendo con alguien que no me ha hecho nada. — Lo siento, es que mi madre vendrá por mí. — finjo una sonrisa. — Bueno, nos vemos mañana. — se despide. Lo veo subirse en un auto lujoso. Levanta la mano para despedirse nuevamente y yo asiento cuando se marcha del lugar. Me quedo allí pensando mientras viene mi madre por mí. Tratando que la soledad no me juegue sucio y el vacío se quede adentro esperando que llegue a casa y pueda sacar todo. Estoy tan absorto en lo mío, que no me fijo en el auto n***o que va entrando. No es como los demás, parece viejo y supongo que se trata de algún profesor. Reviso mi teléfono otra vez con un mensaje de mi madre que dice; “Ya voy en camino, hijo” lo guardo de vuelta y me trago la ansiedad. Veo que abren la puerta del carro viejo y estoy tan curioso que sigo con la vista puesta allí. Me sorprende que quien sale no sea un profesor canoso, sino un chico muy joven y presiento que puede ser un estudiante. Desde aquí no le veo el rostro ya que me da la espalda, pero su forma de vestir me dice que está entre los diecinueve o veinte años. Es de piel blanca y su cabello es castaño claro, liso y le cae sobre la frente. Lleva una sudadera negra, unos shorts cortos deportivos que le llegan un poco más arriba de las rodillas y sandalias del mismo color que su chaqueta. Doy un vistazo a ver si mi madre viene y de lejos divisó su auto. Regreso la mirada al joven pero no logro ver su rostro bien. Se va acercando y no sé por qué el corazón empieza a latir desbocado. No tenía esta sensación desde hace muchos años, frunzo el ceño y mojo mis labios ansiosos. El sigue caminando en mi dirección y todo pasa tan rápido que no me da chance de reaccionar, de hablar o siquiera gritar. — No, esto no puede ser cierto. — susurro. La mente me está jugando sucio. Ya que no puede ser él, no tiene que ser él. Me pasa por un lado y es allí cuando todo estalla. Las lágrimas se me resbalan y siento que me ahogo. Quiero llamarlo, gritarle, decirle que estoy aquí. Pero no me salen las palabras. Estoy temblando, el pecho me duele y vuelvo a sentir el constante zumbido que hay dentro de mí. — Athy… Athy… — lo llamo o más bien susurro. Es él, estoy seguro que era él. Solo que más grande, con el cabello de otro color y un rostro mucho más adulto. No tiene moretones, ni la mirada triste, no está muerto. Es él, es mi Athy, él es mi Athy. ━━━━━━✧❂✧━━━━━━ ♥️Holiwis Holiwis♥️ Subida, próximamente. Besos. Nailu P. ♥️
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD