UN SELLO DIVINO

1671 Words
SAHARA No estoy segura de lo que acaba de pasar, ¿es así como se consuma un encuentro s****l entre ama y sumiso? Presiento que las cosas no van por ese rumbo, él me tomó como quiso, también me hizo suya. Sentir sus labios besando los míos ha sido cómo romper un sello divino, uno que nos mantenía unidos, pero a la vez distantes. Por alguna razón, siento que esa barrera que nos alejaba íntimamente se derribó casi por completo. No quiero hacerme ilusiones tontas o ideas erróneas. Debo mantener firme mi posición frente a él. —¿Qué piensas? —me pregunta con voz somnolienta. —Nada, creo que será mejor que me vaya. Se endereza y toma su celular de la mesa que está junto a la cama. —Son las dos de la mañana, ¿a dónde vas a ir a esta hora? —Mi madre debe de estar preocupada, no le dije que me iba a ausentar tanto tiempo. —Descansa un poco, salimos a las seis. ¿Cómo puede dormir con tanta tranquilidad? Yo estoy hecha un manojo de nervios. Es la primera vez que falto a casa y no avisé nada. No sé si mi madre esté preocupada, no ha llamado ni una sola vez. Cierro los ojos y trato de dormir un poco. Me acomodo una y otra vez sin encontrar una posición cómoda para poder descansar. —¿Realmente duermes por la noche? —Lo hago, solo que me cuesta trabajo dormir en un lugar ajeno y furtivo. —Ven, yo haré que duermas tranquila —extiende su brazo para ofrecerme una seguridad engañosa. Sus brazos no son míos, no puedo crear un espacio cómodo y seguro entre los brazos de un hombre ajeno. No me quiero acostumbrar a este tipo de escenas cursis—. No seas terca —mete su brazo debajo de mi cuello y me jala hacia su torso desnudo y bien formado. Le acaricio el pecho con los dedos y me pierdo entre su calor. SANTIAGO ¿Qué demonios hago? ¿Por qué me embelesa su rostro relajado? Casi nunca he visto dormir a una mujer después de un encuentro. Pocas veces dormí con Anna y no la pude contemplar tan de cerca. Ella siempre mantuvo firme esa distancia. Sahara abre los ojos y me mira extrañada. —¿Qué haces? ¿Ya es hora? —Casi son las seis de la mañana. Se levanta de la cama para ir al baño. Miro su figura de espaldas mientras se dirige al baño, me parece encantadora, sensual. Había estado deseando tanto tenerla entre mis brazos y hacerla mía, que olvidé el contrato. No es así como funcionan las cosas, aunque no me desagradó romper las reglas. Tal vez no está mal que ambos nos disfrutemos si existe una atracción mutua. Sahara regresa y busca su ropa para alistarse. Todavía la sigo mirando, me gusta mucho. —¿Qué esperas? No tengo todo tu tiempo —vuelve a entrar en su papel de ama dominante. Sonrío al escuchar su voz mandona, me produce cierta ternura. —¿Habrá servicio de taxi en la recepción? —No es necesario que pidas un taxi, yo te llevo a tu casa. —No, gracias. Prefiero tomar un taxi. —¿Por qué? No pasa nada si te llevo una vez. —Necesito comprar unas cosas en el camino, si quieres quedarte un poco más está bien, yo me voy primero. Me levanto y la tomo con fuerza de la cintura mientras se levanta el cabello frente al espejo. Beso su cuello para invitarla a tener un último encuentro antes de que se vaya. Paso mi lengua por su oreja mientras le acaricio sus frondosos pechos. Me aparta con fuerza y me da una bofetada. —¿Qué diablos te pasa, imbécil? El juego ha terminado por hoy, ya no tengo tiempo para jugar contigo. No olvides que mando yo, así que obedece y ponte la ropa, desvergonzado. Su frialdad me hace volver en sí de nuevo, a poner los pies sobre la tierra. Tiene razón, no tenemos esa clase de relación. Está bien que marque su distancia, así se supone que debe de ser. Termina de arreglarse mientras me visto para salir. Quiero ir a mi departamento para darme un baño y cambiar mi ropa. Quisiera no tener que ir a trabajar después de una noche fantástica llena de sexo ardiente. —Ya me voy, nuestra siguiente cita será aquí mismo. Este hotel es bastante cómodo. —Estoy de acuerdo, pero la siguiente cita la haces tú, ama. Tú reservas y pagas la habitación que mejor te parezca. —Perfecto, te haré llegar las indicaciones —se despide con un ademán y sale de la habitación como si nada hubiera ocurrido, como si no hubiera significado nada lo de anoche. SAHARA Por poco me dejo llevar. Estuvo a punto de seducirme de nuevo y eso no lo voy a permitir. A esta hora de la mañana ya hay transporte. Saliendo del hotel me encuentro con varios taxis esperando afuera. Tomo el primero y le pido que me deje un par de cuadras antes de llegar a mi departamento. Requiero de una parada urgente a la única farmacia que está abierta las veinticuatro horas del día. Ya no estoy chiquita como para salir con mis tonterías, soy una adulta responsable y por eso voy a comprar un anticonceptivo para resarcir cualquier estrago que la noche de pasión pudiera haber dejado. Pienso aprovechar para comprar otros tipos de anticonceptivos, no puedo estar tomando pastillas después de cada encuentro. Mi periodo es irregular y no entiendo eso del ritmo, así que prefiero prevenir que lamentar. Ya es tarde, a penas si me va a dar tiempo darme un baño. Madre está en la cocina preparando un café. —Buenos días, lamento llegar a esta hora sin avisar. —No te preocupes, hija. ¿Quieres desayunar? —¿No estás molesta? —No. —¿Ni preocupada? —Las malas noticias corren rápido y mi sexto sentido de madre me dijo que todo estaba bien. Me alegra que por fin decidas salir a divertirte un rato. ¡Vaya sorpresa! Mi madre se alegra de que no llegue a casa, imagino que piensa que nunca tendrá nietos. *** Santiago aún no llega a la editorial, la ceremonia está casi encima. —Buenos días, Sahara. —Buenos días, señor Cornejo. —Llámame Adrián, por favor. —Siempre soy muy formal en el trabajo, no pienso cambiar ahora. —Es respetable. Entonces, me gustaría preguntarle si desea venir conmigo a la celebración. —De todas formas tengo que venir, no es necesaria una invitación. —Lo sé, lo que quiero decir es que me gustaría que fuera mi pareja esa tarde. —Sé lo que quiere decir, no soy tonta. Santiago por fin se aparece por aquí. Viene del brazo de su prometida y la bruja les hace compañía. Caminan hacia nosotros observando los preparativos. —La decoración es exquisita, querido Adrián —comenta la directora mientras observa fascinada cada detalle. —Es un gusto saber que te agrada, Ceci. Sahara y yo nos esforzamos mucho, ella tiene talento en muchas áreas. La directora me mira de reojo, el desprecio que siente por mí es más que obvio. —¿No es usted quien escribió el artículo de belleza? —Sí, directora. —¿Por qué está trabajando en la decoración? —Como dijo el señor Cornejo, tengo talento en muchas áreas. Sonríe con sarcasmo. Sé bien que le molesta mi seguridad, me dirijo a ella sin temor alguno. —Terminen los preparativos y vayan todos a casa, mañana es un gran día y no quiero que nadie luzca terrible en la ceremonia. —Por supuesto, Ceci. Adrián me toma del brazo para llevarme hasta el escenario. Falta terminar esa parte. Santiago ni siquiera me mira, Aurora se roba toda su atención. —Santiago y Aurora hacen una pareja muy bonita, ¿no lo cree, escritora? —No me lo parece, señor Cornejo. En realidad pienso que al jefe le molesta la presencia de su primo. —Conozco muy bien a Santiago, fuimos compañeros en la escuela. Aurora solía ser su novia entonces. Ambos estaban muy enamorados, pienso que son el uno para el otro. Su matrimonio estaba previsto desde ese momento. Santiago puede parecer un hombre frívolo e impactante, pero no lo es tanto. Solía decir que disfrutaba mucho de la compañía de mi prima. La trataba como a una princesa. Arqueo una ceja, dudo mucho que Santiago haya hecho todo eso. Estoy de acuerdo con eso de que no es tan frívolo como parece, pero tampoco es un dulce Romeo. —¿Cómo por qué me cuenta todo eso? No me interesa la vida privada de mi jefe. —Parece que a usted tampoco le agrada Santiago, y la entiendo. Suele ser déspota y grosero. —Mientras no se meta conmigo, no me interesa si el jefe es déspota o grosero con los demás. —¿Siempre suele ser tan fría y seria? —¿Y usted tan insistente? Se muerde los labios. Su semblante cambia, al parecer conseguí hacerlo enojar. Volteo hacia la entrada al momento de escuchar una bulla por parte de las muchachas. No me agrada lo que veo, Aurora ha puesto sus labios sobre los de Santiago. Él sonríe avergonzado y toma a su prometida de la cintura. No parece molesto con semejante insinuación. Ambos salen muy sonrientes. —Le dije que solo era cuestión de tiempo para que Santiago mostrara su lado romántico. Aprieto los puños, ese maldito desgraciado me las va a pagar la próxima cita. —No la quiero molestar, es la última vez que insisto. ¿Le gustaría venir conmigo a la celebración? Suspiro llena de sentimientos que todavía no entiendo bien. —Sí, señor Cornejo. Acepto. —Me alegro, gracias. Si gusta, puedo pasar por usted a su casa. —Mejor nos vemos aquí, no quiero confundir las cosas.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD