Escucho un ruido y me despierto sobresaltada y un tanto desorientada, me siento sacudiendo mi cabeza un par de veces recordando que no estoy en mi habitación sino en la de Krista, froto mi frente con mi mano, la fiebre ha logrado ceder un poco, pero me sigo sintiendo como la mierda, el ruido aún sigue y lo identifico cómo el tono de llamada de mi móvil, el sol entra por la ventana, mi loca amiga ya no está en cama, seguro ya se fue a la universidad dejándome dormida.
Me levanto y camino hasta la cómoda, sobre esta, se encuentra mi móvil sonando y logro ver en la pantalla que se trata de Tom, mis ojos se abren como platos y comienzo a temblar, no sé porque de repente una sensación de miedo me embarga, una lágrima solitaria cae por mi mejilla, es algo doloroso darse cuenta que no tengo a nadie de mi familia conmigo, ya era suficiente con la pérdida de papá, pero es peor tener una madre convertida en monstruo; Dejo que el móvil suene hasta entrar al buzón de voz, cuando al fin lo hace lo tomo, me doy cuenta que son las once de la mañana y no solo eso, tengo cuarenta y dos llamadas perdidas entre las de mamá y Tom, suspiro y decido ponerlo en silencio dejándolo de vuelta sobre el buró, giro sobre mis talones y camino hasta el rincón donde se encuentra mi maleta, saco una muda de ropa y decido tomar una ducha rápida.
~~~~~~ ~~~~~~
Unas horas después, el departamento está limpio y acomodado, Krista no es el ejemplo de mujer ordenada, así que le agradará que lo haya arreglado para ella; del botiquín tomo dos antigripales y el termómetro, de nuevo la fiebre subió, así que me recuesto un momento sobre la cama, escucho la puerta abrirse y me sobresalto.
—¡Ya llegué!
Suspiro de alivio al escuchar a Krista, estoy algo nerviosa ya que mi móvil no ha dejado de vibrar.
—Hola.
—¡Wow! te ves miserable.
—Gracias —respondo con sarcasmo, ella pone los ojos en blanco, si algo la caracteriza es su exagerada sinceridad.
—Hablo en serio, quizás debemos llevarte al hospital.
—¡No! ellos podrían encontrarme —grito exaltada, ella pone sus manos al frente.
—Tranquila chica, estás muy nerviosa.
—Lo siento, es solo que ya van cerca de cien llamadas perdidas de mi madre y Tom.
—¿Crees que sospechen que estás aquí? —pregunta sentándose a mi lado, el solo pensar el hecho de que mi madre sabe que ella es mi única amiga, me hace temblar, Tom está más loco que una maldita cabra y al parecer ella también y temo que nos hagan daño a ambas, más a Krista, no puedo permitir que la lastimen, ella es como una hermana para mí, debo buscar a donde irme.
—Sí, Krista, no quiero que te hagan daño.
—¿No pensarás en irte de aquí?
Me sorprende esa pregunta, es como si leyera mi mente, pero no sé qué hacer.
—Krista...
—Ni lo sueñes, tú no te vas y tal vez no lo haces porque se trata de tu madre, pero si se atreven a tocarte un pelo, le diré a mi padre para que los metan a prisión y sabes que lo haré, juro que lo haré, Hayley Elizabeth Roux.
Cuando algo promete, siempre lo cumple, esa es la regla de oro de Krista, además su padre es el jefe del departamento de policía de Nueva Orleans y si a él algo le molesta, es la injusticia; siento algo de nostalgia, mi madre no era así, las lágrimas salen de nuevo.
—Krista, no quiero que te hagan daño.
—Y no lo harán, ni a ti tampoco, si se atreven a venir, no entrarán y llamaré a papá, ¿Ok?
Asiento, no puedo discutir con ella cuando se pone en el plan sobre protector, suspiro y la miro.
—Tengo que buscar un trabajo, aún me falta un tiempo para que pueda recibir la herencia de papá, se acabarán mis fondos y no aceptaré ser una mantenida.
—Hayley, sí buscas trabajo, ellos te encontrarán y te van a j***r la vida.
—¿Y si busco un puesto en el bar de aquí al lado?
Ella pone los ojos como platos sorprendida de lo que digo.
—¿Qué? —me atrevo a preguntar.
—Hayley, es un bar decente, pero, ¿Tú de mesera? no me lo imagino, además puedes toparte con uno que otro tipo raro, bueno, Hank, el dueño del bar, es un buen tipo, pero...
—Por favor Krista, necesito una vida, quiero ser productiva, además tarde o temprano volveré a la universidad, sabes que necesito dinero.
—Está bien, hablaré con Hank, me la debe.
—¿Por?
—Era cuando salía con Jack Mathews, Hank trabajó en la barra porque uno de sus empleados faltó, una botella se le reventó en la mano y yo lo ayudé, esa misma noche terminé con Jack por idiota, pensó que le estaba coqueteando a Hank y le dije: ¡Imbécil! ¿Crees que le coqueteo por tener la mano llena de sangre y cristales? eso es sexy, idiota.
Estas últimas frases dramatizadas me hacen reír, recuerdo a Jack Mathews, uno de los chicos de medicina, abuelos alemanes, rubio, alto, con cuerpo atlético y ojos verde claro, era sexy, más no de mi tipo de chico.
—Jack era un idiota.
—Exacto, bueno, ya que te alivies, te conseguiré la entrevista con Hank, lo más seguro es que le agrades y el tipo te contrate, aunque no te fijes en él.
—¿Es sexy?
—Sí, pero no te conviene, es un mujeriego, detallista pero mujeriego.
—Estuviste con él, ¿Cierto?
Ella se sonroja y comienza a juguetear con sus dedos, yo me cubro la boca con las manos.
—¡Oh por dios! te acostaste con él.
—¡No grites!
—Pero...
—Follaba rico, ¿Que querías? no soy el ejemplo de mujer pura y casta.
Suelto la carcajada, y Krista se contagia con mi risa, me tiro hacia atrás quedando acostada con las piernas colgadas en la orilla.
—¿Qué se siente?
—¿Qué?
—Follar, digo, jamás he estado con alguien.
Ella rueda los ojos con mi pregunta y se tira a mi lado.
—La primera vez, si te toca un tipo como Steven Lois, es un asco, no quieres a alguien tan brusco y que ni siquiera te lleve al orgasmo, no me gustó nada.
—¡Wow!
—Tranquila, no todo el tiempo es un asco, a como tú eres, lo más seguro es que conozcas a un chico lindo que te mime y te lo haga despacio, solo no se vuelvan animales después.
—¡Oye!
—Tranquila, solo digo la verdad, sí te gusta el sexo, no paras de hacerlo y punto.
Suspiro y miro el techo, por mi mente pasa la imagen de aquel chico de ojos azules, aún no sé si solo fue un sueño, pero hay algo que hace que crea que fue verdad.
—¿Que tanto piensas Hayley?
—Emm, yo, bueno es que, ¡Ah! vi a un chico saliendo del bar anoche, era alto, cuerpo bastante sexy, quizás deportista mas no exagerado, cabello n***o y lacio y unos profundos ojos azules.
—¡Wow!, eso suena bien, Hayley, pero no he visto a ningún chico así por aquí, quizás tu fiebre te jugó una mala pasada.
Al escucharla, frunzo ligeramente el ceño, me niego a creer que fuese una alucinación, pero fue demasiado extraño, ahora solo deseo que mi pesadilla familiar termine.
—Tienes razón, vamos a la mesa, hice sopa.
—¿Sopa? ¿Enserio?
—Sí, sí no mal recuerdo, te encanta la sopa de verduras.
—¡Sí! eres genial Hayley, no como una sopa decente desde que salí de mi casa, vamos por esa delicia.
—Adelante.
~~~~~~ ~~~~~~
—Hayley y, ¿Eres de por aquí?
—Sí, de hecho, vivo con Krista —respondo amablemente, ha pasado una semana desde que pude escapar de casa, mi madre y Tom no han dejado de llamar, incluso me aterroricé cuando llegaron al departamento, para mi ventaja el padre de Krista se encontraba ahí, nadie se atrevería a retar al jefe Anderson, que suele ser alguien bastante intimidante; en cuanto a la escuela, apenas hoy volví y sigue siendo lo mismo que cuando la dejé, soy impopular y los chicos son idiotas, en fin, lo que cambia es mi residencia y que ahora hago una entrevista con el dueño del bar Vudú para conseguir un empleo de medio tiempo como mesera, el tipo frente a mi es alto y esbelto, completamente en forma, más no con gran musculatura, su piel blanca y pálida resalta aún más por su cabello n***o azabache y largo, atado en una coleta y sus profundos ojos negros, usa barba de candado y tiene perforaciones en orejas y cejas, sus largos dedos se deslizan apuntando en la hoja de papel frente a él tomando en cuenta cada detalle que puedo mencionar.
—Interesante Hayley, ahora dime, ¿Por qué te interesa el medio? —pregunta mientras me mira a los ojos, me resulta un poco intimidante, pero trato de mostrarme segura.
—En realidad, necesito un trabajo, el bar me queda cerca de casa y eso es una gran ventaja.
—Me gusta tu sinceridad —responde dando una sonrisa de medio lado y levantándose de la gran silla de oficina de cuero n***o, camina unos pasos hasta un archivero de metal y abre el primer cajón, de ahí saca un folder y me lo muestra.
—Esto es un contrato de prueba por un mes, se te pagará tu sueldo base, más no las prestaciones, quiero asegurarme de que lo harás bien, si terminas satisfactoriamente tu periodo, se te extenderá tres meses el contrato con prestaciones, ¿Te parece bien? —pregunta arqueando una ceja, yo asiento y él se acerca de nuevo más no se sienta, sino que se para justo a mi lado, se agacha hasta mi altura y abre el folder.
—Puedes leerlo, sí te convence firma, Hayley, aunque puedo estar seguro de que firmarás.
—Me sorprende su seguridad.
—Háblame de tu, Hayley, no soy tan viejo.
—No le hablo de usted por que sea viejo, solo marco mis límites, posiblemente será mi jefe y le debo respeto, ¿No lo cree?
—Hayley, me dejas sorprendido, puedo notar la clase de chica que puedes llegar a ser, serás una gran empleada.
—Gracias señor.
Él sonríe y me entrega un bolígrafo, leo con atención cada punto del contrato, descansaré los lunes, al ser restaurant bar tomaré el horario vespertino solo de cuatro horas, me pagarán por hora extra, triple paga por trabajar en día festivo, en fin, esto se ve bastante bien, me detengo en las letras pequeñas, siempre me han advertido sobre ellas, pero todo en el contrato está bien, acomodo los documentos sobre el gran escritorio de cristal y firmo donde corresponde.
—Listo, señor.
—Buena elección, Hayley, bienvenida a la familia Vudú, ¿Te parece si empiezas mañana a las cinco?
—Suena bien, señor.
—Excelente, ahora acompáñame —espeta extendiendo su mano hacia mí, me hace sentir cierto nerviosismo, pero sigo el juego, tomo su mano y me levanto de mi asiento, me conduce fuera de la oficina hasta el pasillo y luego a una puerta a la derecha, abre y noto una especie de bodega.
—Aguarda aquí, traeré tu uniforme, ¿Qué talla eres?
—Mediana.
Él asiente y entra al lugar, observo el largo pasillo de muros morados con una cenefa de color n***o de extraño arte tribal, el piso de granito n***o bastante bien pulido, aunque me sorprende el hecho de no resbalarme, quizás por la suela de goma de mis zapatos deportivos; En sí, es algo lúgubre, pero extrañamente me hace sentir en paz.
—Listo.
Me sobresalto al escuchar la repentina intervención de Hank, él parece notarlo y una extraña sonrisa aparece en su rostro.
—Tranquila, no te voy a comer, Hayley, durante el día este lugar es algo silencioso, aunque bastante cómodo, toma.
Me entrega una bolsa con lo que supongo es mi uniforme.
—Gracias.
—No tienes por qué agradecer, nos vemos mañana, espero me disculpes el no poder llevarte a la salida, pero tengo que atender unos pendientes.
—No hay problema, señor.
—En verdad, solo llámame Hank.
Su tono suena como una súplica, suspiro y termino cediendo.
—Está bien Hank, hasta mañana.
Asiente y cierra la puerta de la bodega, yo comienzo a hacer mi camino por el pasillo hasta la salida, cuando al fin llego afuera noto que está atardeciendo y detengo todo lo que estoy haciendo.
—¡Mierda!
Es la primera vez que olvido el aniversario de papá, rápidamente camino hasta la calle Canal hasta la parada de autobuses, espero hasta que al fin llega uno que pasa por el cementerio Saint Lois, cuando subo, rezo en mi mente por encontrar la florería que se encuentra cerca del cementerio abierta; minutos después llego a mi destino y bajo del autobús rápidamente, el sol se está poniendo, como única compañera llevo mi bolsa con el uniforme del trabajo, nunca me han dado miedo los cementerios, incluso he venido de noche, a pesar de las leyendas urbanas sobre que puedes ver a la reina vudú de noche y te cumple tus deseos, yo jamás la he visto; Camino por la acera y por suerte encuentro la dichosa florería abierta.
—Gracias dios —suelto en voz alta alzando mis manos al cielo, entro y tomo uno de los ramos de exhibición, la tendera, una mujer afroamericana de complexión robusta vestida con una larga falda blanca y blusa amarilla, se acerca a mí.
—¿Encontraste lo que buscabas, niña?
—Sí, ¿Qué precio tiene?
—Diez dólares.
Asiento y busco en mis bolsillos cambio, al fin encuentro las frías monedas y las tomo, cuento hasta juntar lo necesario.
—Tome.
—Gracias por tu compra, niña, ¿Vas al cementerio?
—Sí, es aniversario de mi papá.
—¡Oh vaya! pero es algo tarde, en el cementerio pasan cosas.
Sonrío al escucharla, las leyendas urbanas del cementerio Sant Lois son famosas, conozco todas, la familia de mi papá tiene una cripta familiar, fueron de los primeros franceses que llegaron a Nueva Orleans y como casi todas las tumbas, el mausoleo es enorme, custodiado por ángeles de mármol y hermosa arquitectura victoriana, la verdad más que aterrador me parece un lugar hermoso.
—¿Habla de la reina Vudú?
—No niña, esas son leyendas urbanas, yo hablo de lo real, yo los he visto, parecen vivos, pero están muertos, buscan a sus víctimas y se las llevan con ellos, se alimentan de su alma y de su sangre —cuenta con cierto misticismo, sonrío.
—¿Vampiros?, eso es ciencia ficción.
La mujer me mira seria, incluso puede inducir algo de miedo, doy un paso atrás instintivamente.
—No todo es fantasía, debes cuidarte de ellos.
Extiende su mano y de esta cuelga un cordel con una medalla pequeña al parecer de plata.
—Tómalo, te protegerá de ellos.
—No puedo pagarlo.
—Es un regalo, acéptalo bien, lo único que te salva de los condenados es la plata.
Acerco mi mano y la tomo, ella sonríe y yo solo puedo asentir.
—Gracias, debo irme, es tarde.
—Cuídate.
Me giro en mis talones y guardo la medalla en mi bolsillo derecho, llego hasta la salida y camino hasta el cementerio ahora acompañada tanto de mi bolsa con mi uniforme como del ramo de flores y la pequeña medalla de plata; cuando llego al fin a mi destino, un escalofrío me recorre de pies a cabeza, no dudo que me haya afectado lo que me dijo la señora.
—¡Sandeces! —musito soltando una pesada respiración, camino pasando por criptas y grandes mausoleos hasta llegar al descanso de la familia Roux, acerco mi mano derecha a mi cuello buscando mi cadena, la encuentro y la saco por mi cabeza, en esta la llave del lugar; con cuidado abro y entro, el lugar está limpio aunque con unas pocas telarañas, me acerco a las criptas, hay un total de doce, seis de estas cuerpos incinerados, el resto me imagino que son c*******s en putrefacción o huesos, mi papá se encuentra en la última cripta, sus cenizas aguardan ahí, cómo siempre, esperando a que yo venga, o así lo tomo yo, ya que soy la única que viene a verlo, mamá el primer año se abstuvo por su supuesta depresión, los demás fueron por Tom y pues, mi padre era hijo único al igual que todos los Roux, me imagino que era una absurda regla familiar o algo por el estilo, yo también soy única.
Con mi mano limpio la pequeña placa con su nombre, Henry Benjamín Roux, dejo las flores dentro del florero correspondiente al lado de su cripta.
—Papá, te necesito tanto, sí tan solo supieras todo lo que me está pasando.
Rompo a llorar, pocas veces me he sentido tan débil y diminuta, pero es el único lugar donde me puedo derrumbar.
—Estoy sola, mamá se volvió loca y no me quiere, sé que no debo atormentarte y dejarte descansar en paz, pero eres al único que puedo decirle las cosas, claro, está Krista, pero no es lo mismo, papá.
Las lágrimas corren sin parar, el lugar se vuelve obscuro, así que decido que es hora de irme.
—Prometo volver, papá.
Voy hasta la puerta, salgo y cierro usando mi llave, dejo mi bolsa en el suelo acomodando la cadena en mi cuello, me agacho recogiéndola y de nuevo otro escalofrío, en verdad me afectó la plática con esa señora; una sensación de que alguien me observa me invade, camino por el cementerio un poco más rápido de lo normal, escucho pasos cerca, giro mi rostro y veo a alguien justo detrás de mí, lleva una cazadora con capucha que le cubre el rostro, mi mano comienza a temblar pero trato de disimular.
—¿Necesita ayuda?
—Creo que la que necesitará ayuda serás tú —responde en una voz profunda, el miedo me invade por completo y mis piernas se paralizan volviéndose pesadas como el plomo.
—¿Q- qué es lo que quieres? no, no tengo dinero, déjame ir por favor.
Suplico, el tipo se acerca aún más, no puedo ver su rostro, estoy perdida.
—No quiero dinero, hueles bien —farfulla, pasándome por un lado, luego comienza a rodearme, soy su presa, ¿Será cierto lo que mencionó la tendera? meto mi mano al bolsillo y saco la pequeña medalla.
—Déjame ir.
Suplico mientras él me toma por los hombros desde atrás, acerca su rostro hasta mi oído.
—Es hora de cenar —murmura, mis ojos se abren como platos, estoy muerta de miedo, las lágrimas caen y de pronto.
—Déjala ir —escucho la voz familiar de alguien, más no recuerdo precisamente de quien, cierro mis ojos forzadamente rezando por salir de esta, Por favor, por favor, no quiero morir, no ahora, repito el mantra en mi mente, escucho un fuerte golpe y la tierra retumbar, pero no puedo moverme.
—¡Maldito! —escucho el grito de mi atacante a lo lejos y la risa de mi supuesto salvador.
—Los dos estamos malditos, viejo.
Suelta con diversión, escucho pasos cerca de mí y siento cómo me toman por los hombros.
—Tranquila, ya puedes mirar, ya pasó.
Abro mis ojos de golpe e instintivamente me giro abrazándolo.
—Gracias —susurro, siento como los músculos de su espalda se tensan, ¡Wow! qué cuerpo, me corresponde de manera suave.
—Ahora vamos, espera un momento.
Me toma de nuevo por los hombros y luego pasa sus dedos debajo de mi mentón alzando mi rostro.
—¿Otra vez tú?
Me sonrojo al descubrir su identidad, sus ojos azul profundo se clavan en los míos, el chico que salió del bar, no me queda más que asentir.
—Al parecer tienes tarjeta de cliente frecuente para meterte en problemas.
—¡Oye!
—¡Y hablas!, eso es interesante —suelta con diversión, apuño mis manos clavando mis uñas en las palmas, él lo nota.
—Solo fue una broma, te harás daño, vamos, te acompaño a tu casa.
—Me voy en autobús.
—Entonces a la parada, ¿Qué haces a esta hora aquí?
—Es aniversario de papá, salí de una entrevista y vine aquí en cuanto pude.
—Lo siento.
—Tranquilo, no debes lamentar algo que no es tu culpa, digo, no asesinaste a mi papá.
Me mira y ladea la cabeza hacia un lado, es sexy y es inevitable no estar sonrojada todo el tiempo estando a su lado.
—Lindo brazalete.
Cambia el rumbo de la conversación mientras llegamos a la salida del cementerio, ha notado mi brazalete.
—Fue un regalo de papá.
—¿HER?
—Mis iniciales, por cierto, soy Hayley.
—Debes tener un segundo nombre por lo que veo.
—Elizabeth, más no me gusta mucho que digamos, Hayley es más corto.
—Lizzy.
—No me llames así.
—A mí me gusta.
—Pues no porque me guste culo te llamaré así, ¿Cierto?
—Que grosera, debes lavarte la boca con jabón, Tu nombre es lindo, tiene clase.
—Sí pero no me gusta, ¿Cuál es tu nombre? no me digas, no te gusta y no me lo di...
—Adam —me interrumpe sorpresivamente, seguimos el camino hasta la parada.
—¿Solo Adam? —pregunto arqueando una ceja, él me lanza una sonrisa de medio lado.
—Lui, Adam Lui, claro también tengo apellido, pero creo que eso es un dato más personal —responde al fin.
—Mi apellido comienza en R y lo sabes por el brazalete.
—El mío con S y yo te lo estoy diciendo.
Señala divertido, al parecer este chico jamás habla enserio.
—Eres muy gracioso, Adam.
—El sarcasmo te florece, Lizzy.
Frunzo el ceño, nadie me llama Lizzy desde que tenía doce años, después solo fui Hayley y solo Lizzy para papá.
—¡Hayley! —vocifero molesta, tratando de no derrumbarme cuando me llama así, es un poco doloroso.
—Lizzy, ya te dije que me gusta más.
—Eres un grano en el culo, Adam, pero te agradezco salvarme del tipo, aunque, aún no sé cómo lo hiciste.
—Tengo mis trucos, ya viene tu autobús, te aconsejo no salir de noche o por lo menos no al cementerio.
—Gracias de nuevo, Adam.
—No agradezcas, aunque debes evitar decir tu nombre a desconocidos.
—Ya me ayudaste una vez, dudo que seas peligroso.
El autobús se detiene y antes de abordar escucho como aclara su garganta.
—Soy más peligroso de lo que crees, Lizzy —declara, me sorprendo por su respuesta, parpadeo un par de veces y subo al autobús, me siento al lado de la ventanilla y lo despido con una seña, él solo extiende su mano dándome una sonrisa, es un chico extraño, el autobús arranca y miro al frente, cuando avanza escasos tres metros miro por la ventana hacia atrás, pero Adam no está, vuelve un escalofrío a recorrerme de pies a cabeza y suspiro.
—Ya veo cosas —susurro en voz en extremo baja y trato de ignorar el hecho.