Haydeé regreso a su departamento azotando la puerta con fuerza miy consciente de que Lennox tendría esa sonrisa idiota en el rostro mientras gozaba de su triunfo pero lo que más le pesaba era saber que la vió en la ventana asumiendo inmediatamente que él era su objetivo.
Y por supuesto que no estaba equivocado pero ella no pretendía admitirlo ni siquiera para si misma, sería como darle el triunfo a su vecino y eso definitivamente no era una opción.
- Idiota..... arrogante..... ególatra..... ignorante.... burlón.....ni quien quiera estar espiandote.....por favor.... tengo cosas más importantes que atender que tú..... mapache!!!
Haydeé azotó su pie contra el piso pero ya que Lennox la habia orillado a ser cruel tendría que soportar las consecuencias y de inmediato tomó el chelo y con una enorme sonrisa maliciosa se dispuso a tocar la Sonata No. 1 in C Major de Nicola Porpora, algo barroco, denso y solemne, el tipo de melodía perfecta para hacerle la vida imposible.
- Gózalo!!!- exclamó con maldad, mientras sonreía de lado sin despegar la vista de la pared que compartian.
Lennox apenas y se dirigía de nuevo a su sillón cuando el primer acorde grave y largo retumbo por su departamento, deteniendolo frente al mueble, el pobre hombre levantó la mirada al techo mientras elevaba sus brazos en un gesto dramático, como si pidiera a alguna divinidad que lo salvara de su destino, ya había escuchado esos acordes y nunca era alentador, de entre todas las melodías que pudo haber tocado escogía la más solemne y grave que haría retumbar su departamento.
- No,no, no otra vez- exclamó girando sobre su propio eje para ver la maldita pared que lo separaba de su tortura.
El pobre hombre se jalo el cabello con reproche, quizas si no la hubiera provocado nada de esto hubiera sucedido aunque no era totalmente su culpa de cualquier manera ella simplemente ensayaba a la hora que se le daba la gana.
- Esto es ridículo!!- repuso con sarcasmo e ironíadejando caer la cabeza hacia atrás- acaso tiene un maldito don especial para detectar cuando solo quiero descansar?
En el otro departamento Haydeē sonrió para sí misma, saboreando el imaginar la frustración al otro lado de la pared.
- Oh, Lennox… no te quejes, esto es música de verdad.... cultura, no esa clase de ruidos que usas en tus….. ensayos.
Se inclinó ligeramente en una reverencia como si él pudiera verla directamente.
- Tal vez hasta aprendas algo.
Lennox por su parte pasó una mano por su cara, completamente exasperado, observando la pared que lo separa a de la mujer con frustración.
- Y dices que eso es cultura....qué demonios hay que aprender de esta tortura?
Caminó un poco más hasta casi tocar la pared, levantando su mano como si pudiera alcanzarla y ahorcarla.
- Bien, Haydeé, tú ganas esta vez.
Pero mientras los acordes seguían resonando, una sonrisa perezosa se deslizó en su rostro.
- Solo recuerda…... que yo también puedo ensayar!!
Haydeē sonrió con autosuficiencia al escuchar el silencio de Lennox al otro lado, sabía que estaba sufriendo y bien merecido que lo tenía.
- Oh, te quedaste sin palabras?- murmuró con fingida inocencia mientras deslizaba el arco sobre las cuerdas con una cadencia aún más solemne- no crees que este es un sonido exquisito, Lennox?
El hombre se recargó contra la pared con los brazos cruzados sobre el pecho, puso los ojos en blanco.
- Sí, tal vez crees que es exquisito….si estuvieras en un funeral.
Cerró los ojos respirando hondo, tratando de encontrar cierta calma para no darle el placer a su vecina.
- Bien, Haydeē…... disfruta tu victoria, porque te lo voy a regresar con creces.
Haydeē arqueó una ceja, aún sin dejar de tocar, con ese semblante de inocencia que convencería a cualquiera.
- Oh, seguramente ya estas pensando en cómo desquitarte es una amenaza...uhu...qué miedo.
En ese momento el momento cumbre de la melodía empezaba con esa fuerza característica de las sonatas barrocas, lo que solo le generaba más placer.
- Y qué vas a hacer, Lennox?, poner uno de esos discos de… ruidos pecaminosos que usas en tus ensayos?
Lennox dejó escapar una carcajada baja, al sospechar lo mucho que comenzaba a disfrutar esta parte de la sonata.
- No me subestimes niña.
Se incorporó, apoyando su mano contra la encimera con una expresión satisfecha.
- Voy a asegurarme de que, cuando cierre los ojos esta noche, lo único que escuches sea mi música.
Haydeē frunció el ceño por un instante, sintiendo un escalofrío recorrerle la nuca, era evidente que algo planeaba su vecino pero no podía dejar ni siquiera que la amedrentara, así que sacudió la cabeza y volvió a concentrarse en su chelo.
- No sé lo que planees con esa odiosa música que sueles usar pero no hay ruido en el mundo capaz de afectarme- sin embargo, eso no era del todo cierto.
Lennox sonrió de lado, apoyando ambas manos sobre la encimera mientras escuchaba los acordes.
- Ya veremos si no te molesta mi "odiosa" música, virtuosa del tormento.
Haydeē sonrió con suficiencia, deslizando el arco con precisión sobre las cuerdas.
- Se que vas a intentar fastidiarme Lennox, pero te advierto que tengo una resistencia impecable.
El hombre arqueó una ceja, tamborileando sus dedos sobre la encimera al ritmo de la música que su vecina tocaba.
- Oh y seguro crees que podrás resistirlo, aunque no lo demostraste el otro día.
Haydeē dejó escapar una leve risa, disfrutando su pequeña victoria.
- No intentes subestimar mi determinación, por lo que ocurrió, sería tu peor error, mapache!
Lennox sonrió de lado, divertido al pensar en lo orgullosa y confiada que Haydeé se sentiría.
- Y tú no olvides que la paciencia no es mi única virtud.
La joven artista dejó caer el arco por un segundo, inclinándose hacia la pared con burla como si agradeciera la presencia de Lennox en su recital.
- De verdad crees que puedes conmigo?
Y él hizo lo mismo, apoyando una mano contra la pared con una sonrisa perezosa.
- Absolutamente.
Ambos se quedaron en silencio por un instante, sintiendo la presencia del otro al otro lado de la pared.
Y extrañamente, susurraron al mismo tiempo y con la misma absoluta certeza, como si pudieran verse a los ojos directamente.
- No te saldrás con la tuya!!!
Haydeé terminó de tocar su sonata y si no hubiera estado tan cansada por un día familiar bastante extenuante, hubiera seguido deleitando y educando a su vecino pero eran casi las 9 de la noche, ella también necesitaba dormir pero antes debía averiguar si Lennox hoy se marcharia como casi todas las noche.
Asi que se levantó con sumo sigilo y caminó hasta la puerta, pegando suavemente el oído a la madera, normalmente, a esta hora Lennox ya estaría saliendo, su rutina nocturna era tan predecible como irritante, sin embargo en esta ocasión no había nada.
Haydeé frunció el ceño, al no escuchar su música, ni un solo ruido, ni el tintineo de sus llaves, ni el sonido de su molesto andar y no pudo evitar preguntar si es que acaso ya se habría marchado, la mujer se mordió el labio y, tras dudarlo por un segundo, se inclinó para mirar por la mirilla.
Y ahí estaba él, su rostro apareció de golpe en el diminuto marco, con esos ojos verdes brillando con pura diversión.
- Ya me marchó vecinita!!!- replicó acercando un ojo a la mirilla- por si tenías duda!!- añadió con descaro, golpeando suavemente la puerta con los nudillos mientras soltaba una risa baja y bastante orgullosa disfrutando de su pequeña victoria.
Y con el corazón aún latiendo con fuerza en la garganta, retrocedió instintivamente hasta pegarse contra la pared, Haydeé se quedó completamente inmóvil, asegurándose de que ni siquiera su sombra delatara su presencia, resistiendo el impulso de abrir la puerta y estamparle el chelo en la cara.
- Infeliz!....arrogante!....engreído!- susurró mordiéndose la mano.
- Duerme bien.....y no te preocupes por despedirme desde tu ventana!!- replicó él alejándose con tranquilidad, como si fuera el dueño de la situación.
Haydeé se dejó caer contra la pared, cruzándose de brazos, furiosa, y farfullando cuántos improperios sabía, mientras miraba de reojo la puerta a su lado.
- Bien.....tu lo pediste.....mañana… - murmuró entre dientes- mañana veremos quién se ríe último, Lennox.
Fue lo único que pudo hacer mientras escuchaba como se marchaba riendo y caminando casi con pasos bailados, y por supuesto que no lo espió a través de su ventana, no le daría esa satisfacción.
Lennox en cambio bajo a reunirse con sus compañeros con una obvia sonrisa en el rostro que ya delataba su temporal triunfo, y antes de subirse a la camioneta, elevó la mirada hacia la ventana de Haydeé, solo para corroborar que no estaba ahí y simplemente negó con la cabeza, encogiendose de hombros, imaginando el berrinche que estaría viviendo su vecina.
- Nos vamos?!, o estas esperando que tu novia imaginaria te despida a través de la ventana?!- indagó T con burla.
- Vete a la mierda!!- respondió el joven subiéndose finalmente a la camioneta- no espero a nadie y menos a esa malcriada!!!
- Cuidado chico!- replicó el hombre mientras hacia girar la llave del encendido- tanto pleito entre ustedes me suena a un pequeño gustito que te esta quemando por la tentación!!.... ese pique tuyo suena más a tentación que a guerra.
Todos soltaron una estruendosa carcajada, mientras golpeaban los asientos o el piso de la camioneta, menos Lennox que volteo a verlos con una mirada asesina que para su desgracia, no causo el menor impacto.
- Si, si....rianse.....no estarían igual si estuvieran en mi posición!!- recriminó Lennox fastidiado, mientras se acomoda a en el asiento.
- Y porque esperarla, entonces?!- cuestionó Henry.
- No lo entenderían cabrones.....pero eso no significa que me guste!!....ok? no-me-gusta!!
- Claro, claro!!- canturrearon varios a la vez, al unísono, como si se lo hubieran ensayado.
Él bufó y se hundió más en el asiento, a esas alturas, negarlo solo lo hacía parecer más sospechoso.
- Lo que yo no entiendo- dijo Darius con fingida seriedad- es por qué no te mudás, o sea, si tan insoportable es, por qué sigues aguantando?
- No me digas que eres masoquista?!- aventuró Marcos, encogiéndose de hombros con una sonrisa- o te va la cosa del amor estilo guerra fría: amenazas, tensión constante y cero tregua.
- No me mudo- replicó Lennox, ya al borde- porque los alquileres están imposibles, ok?, aquí la renta es congelada, al menos para mí.....y además no todos tenemos una abuela con casa libre en las afueras.
- Y si no te mudás, al menos ignorala- sugirió T, ladeando la cabeza- qué tan difícil puede ser no hablarle, no mirarla, no responderle cada vez que te lanza un comentario pasivo-agresivo?- Lennox soltó una carcajada seca, no era tan simple.
- Ignorarla?..... a las siete de la mañana?!, cuando empieza con su chelo del infierno como si fuera un concierto de camara en plena sala?....si ustedes vivieran a lado de ella, también estarían al borde del colapso.
- Entonces por qué no la denunciás o hablás con el casero?- preguntó Darius, con una sonrisa pícara- no haces nada más que pelearte con ella y quejarte… eso tiene nombre, hermano.
- Sí- intervino T con tono triunfal, apuntándolo con un dedo como si acabara de resolver un crimen- estás enamorado!!
Las carcajadas estallaron de nuevo, más fuertes que antes, uno de los chicos empezó a aplaudir en ritmo lento, como si fuera una ovación teatral.
- Enamorado del chelo asesino!- gritó Marcos, doblándose de risa- eso sí que es un fetiche nuevo!
- Enamorado de la mujer que lo tortura con escalas menores y lo insulta en bata de baño.... trágico y romántico!- Lennox se llevó las manos a la cara, sin poder evitar una sonrisa entre frustrada y resignada.
- Ustedes están enfermos.
- Sí- dijo T, acomodándose en el asiento mientras la camioneta giraba en la avenida principal- pero no tanto como tú, que escuchás conciertos de chelo a todas horas, discutes con la interprete todas las semanas, y aún así te veo mirando su ventana como un condenado cachorro esperando atención.
- Eso no es verdad!- protestó Lennox, volviéndose hacia él.
- No?!....y qué hiciste hoy antes de subirte a la camioneta?- Lennox se quedó en silencio mientras todos lo miraron, antes de que volvieran a estallar en otra ronda de carcajadas- además sabes qué pienso, Lennox?!, que si alguno de nosotros estuviera en tu lugar, tampoco se mudaría… porque ya estaríamos enamorados hasta las cejas.
- Te vas a joder!!!- gritó Henry- estoy seguro de que si te insulta una vez más, te vas a enamorar de verdad!!- remató mientras se secaba las lágrimas producto de la risa.
- No, ya está jodido!!- dijo Matías, dándole una palmada en la espalda- y lo peor es que todavía no lo sabes.
Lennox volvió a hundirse en el asiento, maldiciendo internamente, todos lo miraban con una mezcla de burla y camaradería, como si en verdad ya estuviera más que enamorado, mientras T dejó que las risas continuaran un momento más hasta que poco a poco comenzarán a apagarse y finalmente su actitud cambió, interrumpiendo con un tono más serio mientras encendía el motor y ponía la camioneta en marcha.
- Bueno, caballeros, se acabo la diversión, estamos a punto de llegar a nuestra cita de hoy- dijo, echando un vistazo por el retrovisor- esta noche tenemos contratación en el salón Eva..... es una fiesta privada, evento corporativo, ya saben..... solo mujeres, empresa grande....cierre de trimestre!!
- Ósea, mujeres mayores de 35 años, o me equivoco?!- preguntó Matías con una ceja levantada.
- Es correcto.... treinta y cinco para arriba- respondió T, sin rodeos- mujeres de negocios, con poder, con dinero.... y con muchas ganas de desquitar tensiones- hubo un leve murmullo entre los asientos, y ninguno parecía entusiasmado con esa parte.
- Genial- ironizó Jordan- otro ejército de ejecutivas que creen que "no" es una forma de coquetería.
- Las de veinte te ríen y se van.... estas te clavan las uñas en el brazo como si hubieras firmado contrato con solo mirarlas- agregó Matías, acomodando su chaqueta.
- Son intensas- reconoció Lennox- y no entienden que solo es un show!!
- Por eso se los digo desde ahora- continuó T, bajando un poco el tono- profesionalismo, límites claros, y si algo pasa, me avisan, van a intentar empujar, lo sabemos.... pero no caigan, somos nosotros quienes marcamos el ritmo, no ellas!!
El silencio que siguió fue breve pero más denso, había una mezcla de respeto, resignación y concentración, la camaradería seguía presente, pero teñida ahora de esa tensión que antecede a un trabajo demandante y complicado.
Y el vehículo no tardo en arribar a una zona financiera muy exclusiva en donde el elegante salón se encontraba en lo más alto de uno de los exclusivos edificios, en el exterior todo lucía bastante sobrio y ligeramente iluminado, pero en el interior el salón estaba envuelto en luces doradas tenues, con columnas envueltas en terciopelo rojo y mesas elegantes cargadas de copas, postres y bandejas de fruta exótica, sin embargo, para el grupo de hombres que se aproximaba al lugar, lo que más destacaba no era la decoración, sino la energía casi eléctrica que flotaba en el aire.
Las mujeres ya estaban ahí, los trajes de oficina fueron cambiados por vestidos cortos, con copas en mano, labios pintados con decisión, algunas se habían quitado los tacones formales por zapatillas más llamativas, mientras se reían con desparpajo y todas, absolutamente todas, se giraron al unísono cuando se anunció que los invitados especiales hicieron su entrada por la parte trasera del escenario.
Los gritos fueron inmediatos, agudos, eufóricos, casi salvajes, como si una estrella de rock hubiera subido al escenario, algunas aplaudían sin parar, otras golpeaban las mesas como si intentaran convocar a los dioses del deseo, y algunas más comenzaron a sacar ridículas cantidades de dinero con anticipada emoción.
- Respiren hondo- murmuró T, ajustando los últimos detalles de los atuendos que esta noche consistian en trajes negros, camisa blanca y corbata roja, no habían personajes, solo hombres uniformados- hagan su trabajo.... sigan la reglas y con suerte.... saldremos ilesos y en una pieza!!
Lennox sintió el golpeteo sordo de la música vibrando bajo sus pies, e instintivamente sus músculos se tensaron, apretó la mandíbula cuando las luces comenzaron a descender, el grupo salio lentamente cruzando la pista para ubicarse en el centro, no se veían entre ellos, pero sabían exactamente dónde colocarse y que compartían la misma carga, concentración, tensión y una pizca de adrenalina que ya formaba parte de su oficio.
- Siento que nos están mirando como si fuéramos un bufé de lujo- susurró Jordan desde un lado, sin mover los labios.
- Pero no es barra libre- respondió Matías con un suspiro.
Lennox no dijo nada, simplemente soltó un hondo suspiro, mientras las luces comenzaron a parpadear, hoy no era el centro de atención, y eso lo tranquilizaba, estaba en un costado y con fácil acceso a la salida del escenario, por si la situación lo ameritaba podría salir corriendo rápidamente, y quizás lo necesitaria pues a lo lejos, una mujer de quizas unos 45 años, de cabello cobrizo alzó su copa y le lanzó un guiño descarado, afortunadamente lo tenue de la iluminación evitó que tuviera que responder, sin embargo, tuvo que contenerse de rodar los ojos, no podía darse el lujo de desconcentrarse ahora que la música empezaba a cambiar de ritmo, marcando el inicio de la rutina.
Y entonces, el espectáculo comenzó.
Las luces descendieron apenas un poco, dejando la pista de baile en penumbra, mientras la música se tornaba más densa y cargada de bajos, mientras un murmullo excitado recorrió el salón, en el escenario, seis figuras se mantenían inmóviles, la música se detuvo un instante, como si el tiempo se contuviera y entonces, estalló.
Todo comenzó con un paso conjunto: un desliz hacia la izquierda, un giro de torso al ritmo de la música, completamente sincronizados, con movimientos fluidos, medidos se quitaron el saco, lentamente se llevaron las manos a los tirantes, soltandolos con un chasquido que resonó contra su pecho antes de deslizar la mano por el borde de su cinturón, marcando la cadera al caminar.
Y en ese instante, los hombres giraron de espaldas al público, las luces bajaron un tono más, y los cuerpos comenzaron a oscilar con los graves de la música, no era un vaivén brusco, sino cadencioso e hipnótico, acompañados por el bit de una percusión los seis descendieron al suelo en perfecta sincronía, no fue una caída, fue un descenso deliberado, sus cuerpos se estiraron hacia adelante, apoyando las manos en el suelo, extendiendo los brazos con firmeza, mientras sus torsos y caderas descendían en movimientos ondulantes que sugerían una fuerza medida.
Cada flexión marcaba el ritmo con un control absoluto del cuerpo, los hombros tensos, las espaldas onduladas, las caderas manteniendo un vaivén contenido contra el suelo, esa noche Henry lideraba, era el de más antigüedad y quien sabía detener los avances femeninos con suma determinación, además de poseer un dominio natural, como si cada músculo supiera exactamente cuándo contraerse y cuándo ceder.
Y lentamente se deslizaron hacia atrás, apoyados sobre las palmas y rodillas, abriendo y cerrando las piernas con ritmo y tiempo, sin levantar demasiado el torso, mientras los gritos se intensificaban y el sudor comenzaba a surgir, acentuando el relieve de cada músculo, atrapando la luz como si el calor del salón no fuera solo ambiental, sino provocado.
En un solo movimiento se volvieron a lanzar hacia adelante del escenario, quedando en una media plancha, antes de volver a elevar el torso y soltar un pequeño golpe contra el piso que avivó la euforia y los gritos, en ese punto las mujeres empezaron a ser más atrevidas, acercándose peligrosamente hacia la tarima en tanto las exigencias comenzaron a dejarse escuchar por todos lados y aunque podía parecer extraño todas enmarcaban una sola petición:
Fuera ropa.
Los chicos voltearon a verse de reojo con latente preocupación mientras se erguian sobre sus rodillas y con un movimiento provocativo de cadera comenzaron a desabrocharse la camisa que al compas de un giro calculado terminó a sus espaldas, antes de recargarse sobre su pierna derecha y cambiar de posición con su compañero a su izquierda, de nuevo los movimientos ondulantes de cadera se repitieron un par de veces más hasta se dejaron caer sobre sus antebrazos descendiendo el torso provocativamente y posteriormente la cadera simulando una poderosa penetración que liberó totalmente la euforia de las espectadoras.
Las mujeres se arremolinaron contra el escenario, agolpandose y elevando las manos para tocar aunque fuese las piernas de los bailarines quienes voltearon a ver a T para saber cómo proceder y la indicación del hombre fue clara, no se quiten los pantalones, aunque eso significase permitirles a las asistentes tocarlos levemente para compensar la falta de exposición.
Los seis hombres se acercaron, lo justo, al público, haciendo contacto visual como si eligieran a alguien, y la respuesta fue inmediata, cada uno sintió un sin número de manos tocandolos con anhelo, subiendo hasta acariciar sus fuertes y marcados abdomen, mientras de vez en cuando sujetaban alguna mano más traviesa que el resto, solo para besarlas en la palma, lo que los obligó a dar marcha atrás, colocándose en una formación cerrada de triángulo.
Al compás de una secuencia rítmica, comenzaron una serie de movimientos coordinados: pasos cruzados, giros sobre un pie, mientras tocaban provocativamente su pecho, deslizando sus manos por la cadera, desabrochando apenas el botón del pantalón, abriendo y cerrando la formación, permtiendole a las osadas mujeres disfrutaran a cada uno de manera individual.
La sincronía era perfecta: un brazo alzado, una cadera que giraba de vez en cuando simulando una penetración, manos que fingian golpear el trasero de una entidad no presente, el borde del boxer asomándose con picardía, y a medida que el ritmo se aceleraba, los movimientos se volvían más marcados, más audaces, pero jamás cruzaban la línea de lo explícito, era una danza de sugestión, un lenguaje corporal afilado y preciso.
El cierre se aproximaba, así que todos se colocaron en línea nuevamente, una secuencia final de giros, pasos marcados y una pose de impacto: piernas abiertas, torso ligeramente inclinado, miradas al frente y manos conscientemente colocadas enmarcando su escondido miembro.
El estallido del público fue casi ensordecedor, gritos, silbidos, risas eufóricas llenaron la sala, mezclándose con los últimos compases de la música, en tanto el grupo se mantenía firme en su pose final, con el pecho agitado y las miradas intensas, esperando el momento de huir, mientras las luces giraban lentamente sobre ellos, resaltando el sudor que perlaba sus cuerpos y el efecto eléctrico que habían generado con la rutina.
Y no había pasado ni un segundo desde que terminaron cuando una de las mujeres más cercanas al escenario, una ejecutiva de traje ajustado y tacones imposibles, se adelantó y lanzó una bufanda de seda hacia Lennox, quien apenas parpadeó, manteniendo el personaje, pero una ceja se alzó con cinismo mientras dejaba que la tela le rozara la mejilla.
Otra mujer, más joven pero con un brillo feroz en la mirada, extendió la mano hacia Matías, quién sonrió sin decir nada, bajando un escalón del escenario, acercandose solo lo suficiente para dejar caer su corbata sobre su mesa antes de volver con los demás, y salió apenas ileso, aunque eso no evitó que fuera manoseado con descaro.
- Mantengan la distancia- T, desde un lateral, observaba todo con atención, sabía exactamente cuándo un movimiento en falso podían salirse de control.
Pero no era tan fácil, las mujeres, algunas con tragos encima, otras simplemente desinhibidas por el ambiente, no se limitaban a mirar, tocaban brazos, lanzaban comentarios subidos de tono, pedían fotos y jugaban con los límites de la profesionalidad, y fue aún peor cuando en el instante en que los chicos caminaron uno a uno hacia el centro para hacer una pequeña reverencia y un sugerente último movimiento, Henry, que había sido uno de los más provocativos en escena, fue literalmente interceptado por una mujer que, sin ningún pudor, se subió de puntillas al borde del escenario para intentar colocarle un fajo de billetes en el cinturón, afortunadamente él reaccionó rápido, apenas y se inclinó, tomó el dinero, con una sonrisa encantadora le besó la mano, desactivando con elegancia lo que podía haber escalado.
Y sin más demora salieron del escenario, dejando que las mujeres se disputaran las pocas prendas que había dejado sobre el escenario, lo que no entendían, pero era parte de la euforia del momento, lo que les daba la oportunidad de huir.
- Vaya que son intensas- murmuró Jordan mientras pasaba junto a Lennox- viste esa de rojo?, me quería montar como si fuera un toro mecánico.
Lennox no respondió de inmediato, apenas y se pasó una mano por la nuca, aúnprocesando lo que había ocurrido pero sus ojos barrían la sala, midiendo la euforia femenina con una mezcla de alerta y cansancio.
- Están desatadas- soltó al final, más para sí mismo que para el otro- esto parece una película....pero de bajo presupuesto- y una carcajada estalló detrás de él, proveniente del Matías.
- No te hagas el puritano, capo.....te vi lanzando miradas asesinas y mordiendo el labio como si fueras a devorarlas a todas.
- Eso se llama actuación- replicó Lennox, ajustándose la sudadeera- una que no incluye ser manoseado como mango en super mercado.
Esto se va a poner feo si no cortamos en cinco minutos —comentó el militar al oído de T, que no disimulaba el gesto serio.
—Ya estoy preparando la retirada. Aguanten un poco más. Cobré en efectivo.
—¿Todo? —preguntó el cazador, levantando una ceja.
—Todo. En billetes grandes. No me interesa quedarme a la sobremesa.
La música de ambiente volvió a sonar mientras algunas de las mujeres comenzaban a acercarse con bebidas en mano, invitándolos a brindar o insinuando con descaro que podían acompañarlas a una sala privada “solo para agradecer el show”.
Lennox, manteniéndose a un costado, recogió su saco y se lo colocó con calma. Mientras lo hacía, una mujer con lentes de diseñador y una sonrisa felina se le acercó con paso firme.
—Dime una cosa, mafioso —ronroneó, mirándolo de arriba abajo—. ¿Cuántos años de prisión merezco por tener estos pensamientos contigo?
Lennox apenas la miró de reojo, levantó la mano como si la fuera a acariciar... y luego se acomodó el cuello del saco.
—Casi cadena perpetua —dijo con una media sonrisa—, pero no soy juez. Solo cobro.
Ella estalló en risas. Y él se giró antes de que lo tomara del brazo.
T golpeó dos veces con los nudillos en el marco de la puerta de acceso trasero, señal clara de que era hora de salir. Los chicos, uno a uno, empezaron a replegarse, aceptando aplausos y elogios con sonrisas mecánicas, agotados del sudor y la tensión que ni el mejor personaje podía disimular del todo.
Porque el espectáculo había terminado. Y en eventos como ese, saber cuándo irse también era parte del arte.