¡Qué porro! Solo pensaba en el que me palpitaba en los pantalones cortos. ¡Rayos! Ni siquiera sabía que había estado fumando hasta que noté el dorso de su mano rozando mi muslo desnudo. Al parecer, no me moví lo suficientemente rápido como para complacerla. Y me alegro muchísimo, porque se inclinó hacia adelante, apoyó una mano en el borde de la silla, justo entre mis piernas, y me acercó el porro a los labios. Después de darle la calada, se lo dio a Dave.
Genial, porque cuando se lo devolvió, ella se inclinó de nuevo y lo acercó a mis labios. Solo después de ese golpe, se inclinó y lo sostuvo también para Dave. Y mientras me preguntaba por qué había decidido hacer eso, de repente la mano que había estado entre mis piernas me acarició suavemente el muslo. Sí, y antes de que esa articulaci
