Capitulo 1

1538 Words
Rachelle estaba tan llena de conflictos que la ansiedad en su estómago se hundía como un pisapapeles. Su vida se había convertido en una telenovela, lamentablemente, mientras intentaba desesperadamente encontrar información sobre su familia biológica tras ser adoptada. Sus padres murieron cuando era bebé. Descubrió que vivía en una habitación de hotel con su familia. Un día, los administradores, un matrimonio llamado Cort y Angela Bennington, recibieron una queja de unos inquilinos de que un bebé llevaba tres horas llorando intermitentemente. Decidieron realizar una verificación de bienestar a los inquilinos de la habitación 112. Al llegar a la habitación, tocaron la puerta al menos tres veces. Después de la tercera, volvieron a oír al bebé llorar. Se atrevieron a abrir la puerta con su tarjeta llave de repuesto, solo para encontrarse con algo verdaderamente aterrador. La habitación estaba llena de ropa tirada por el suelo. Había comida podrida y sin terminar tirada por todos lados y una enorme pila de pañales usados que desbordaba el cubo de la basura. Un horrible olor a podredumbre y descomposición impregnaba la habitación, y encontraron un charco de vómito en el suelo cerca de la esquina de la cama. Para su horror, un hombre estaba desplomado en la esquina superior de la cama, con el torso, los brazos y la cabeza colgando boca abajo, mientras que de cintura para abajo permanecía en la cama. Parecía hinchado y, por el estado de su piel, parecía estar en estado de livor mortis. Lo que parecía ser un cinturón de cuero estaba enrollado firmemente alrededor de su brazo y allí yacían una aguja de jeringa, una cuchara quemada y lo que parecía ser heroína esparcidos sobre la mesa auxiliar al lado de la cama. La niña estaba gritando mientras la dejaban acostada en un moisés, y parecía haber un niño de cuatro años que no se daba cuenta de lo que pasaba a su alrededor y jugaba felizmente con sus juguetes. Estaba sucio, cubierto de moretones, con un peso muy bajo y aún usaba pañales. Sabían que también vivía una señora en la habitación, pero no la veían. Entre los llantos estridentes del bebé, oían el agua de la bañera correr lentamente y gotear al suelo. La puerta estaba cerrada. Después de cuatro patadas a la puerta, esta finalmente se desprendió y se abrió cuando hicieron otro descubrimiento aterrador y desgarrador. La mujer casada con el hombre muerto en la cama, quien parecía ser la madre de los niños, estaba sentada erguida en la bañera desbordante de agua y sangre, que se derramaba por los lados de la bañera y sobre las baldosas. Justo cerca del charco, había una cuchilla de afeitar en el suelo. Ella también estaba muerta, con una carita sonriente cortada en la garganta y las muñecas cortadas verticalmente. Estaba tan pálida que no tenía color en los labios, y parecía como si hubiera llorado antes de morir, pues tenía manchas secas de rímel en la cara. Lo único que pudieron concluir fue que el padre de los niños sufrió una sobredosis de heroína y ante un intenso estado de dolor, su madre no vio salida y se suicidó. Cuando Angela Bennington sacó a la bebé que lloraba de la cuna, descubrió dos actas de nacimiento de los niños, cuyos nombres eran Rachelle y Shane Crow. Angela hizo todo lo posible por calmar y consolar a la bebé que lloraba mientras su esposo, Cort, intentaba hablar con el niño, que seguía jugando con sus juguetes. "Oye, amigo, ¿qué pasa?", le preguntó. El niño dejó sus juguetes y se giró para mirar a Cort. "Shhh...", dijo. "Mamá y papá están durmiendo para siempre... Mamá me dijo que si nos portamos bien, alguien nos llevará... ¿Nos vas a llevar tú?" A Angela se le encogió el corazón al oír lo que el niño le había contado a Cort. Logró consolar a la pequeña y tuvo que contener las lágrimas. No solo era triste la situación en sí, sino también la niña, que no debía de tener más de cuatro meses, la misma edad que su hija, que nació muerta. Sostener a esta pequeña en sus brazos era un recordatorio devastador de la niña que había perdido, y deseaba desesperadamente tener a Rachelle para ella sola... Angela encontró lo que parecía ser una nota junto con los certificados de nacimiento. A quien corresponda: Mi esposo sufrió una sobredosis de heroína y me dejó sin nada... La razón por la que nos alojábamos en este hotel era porque él gastaba todo su dinero en su adicción. Terminé vendiendo mi cuerpo para asegurarme de que tuviéramos algún tipo de refugio, y no tengo nada. He fracasado como buena madre para mis hijos, ya que no puedo criarlos ni darles la vida que merecen. Por favor, llamen a mi hermana, porque sé que mis hijos estarán mejor con ella. Cuando tengan la edad suficiente, quiero que vean esta carta porque quiero que sepan que di mi vida para asegurarme de que tuvieran una vida mejor y la oportunidad que se merecen. Di mi vida porque los amo tanto y merecen algo mejor de lo que yo podría darles... Dejó un número de teléfono en el papel con el nombre de Camille Rattleghourd. Afortunadamente, Angela y Cort lograron contactar a Camille y tuvieron que llamar a las autoridades para resolver el asunto. Cuando Camille llegó, descubrieron que solo vivía a tres cuadras de su casa. Los niños tuvieron que quedar temporalmente bajo custodia estatal hasta que Camille recibiera la custodia. Cuando finalmente obtuvo la custodia, se dio cuenta de que no tenía tiempo para cuidar a la pequeña, ya que Shane tenía diversos problemas de salud, desarrollo y emocionales. Su prioridad diaria era cuidar de Shane e intentar rehabilitarlo debido al horrible entorno en el que se había convertido, y sentía que no era justo para la pequeña. Por capricho, llamó a la pareja que encontró a los niños. No quería separar a Shane y Rachelle, y era perfecto lo cerca que vivían. También se dio cuenta de lo buena que Angela había sido con el bebé y de lo maternal que era. Cuando Camille les pidió la custodia de Rachelle, Angela se llenó de alegría porque, en cierto modo, sintió que su hija había renacido. Recuperaría a la hija que había perdido. Camille cedió la custodia a Angela y Cort, y Rachelle se convirtió en parte de su familia bajo el acuerdo de que Rachelle y Shane tendrían la oportunidad de conocerse y verse, pero no podrían saber la verdad de su tragedia hasta que tuvieran la edad suficiente para comprender... Rachelle había estado investigando el ático de sus padres buscando información sobre su pasado. Encontró una caja con su nombre y un montón de papeles dentro, cuando se topó con la nota de suicidio de su madre biológica. Cuando le exigió a Angela que le dijera la verdad, esta no tuvo más remedio que ceder y confesar. Rachelle tenía dieciocho años y Angela se había cansado de ocultarle la verdad. Fue entonces cuando Rachelle descubrió que su mejor amigo, Shane, era en realidad su hermano biológico. Todo se desmoronó y empezó a tener más sentido cuando, hace muchos años, los niños de su escuela preguntaban a menudo si eran hermanos. Para su horror, sí que se parecían. Ambos tenían el pelo oscuro, brillante y espeso, cejas perfectamente arqueadas y ojos verdes, excepto que los de Shane eran de un verde más oscuro y los suyos, de un verde felino, brillaban a la luz del sol. Tenía un cuerpo que parecía esculpido por los dioses en el mármol más fino del mundo. Su piel de bronce brillaba como un halo angelical, y sus dientes eran perfectos y brillantes como el platino. Se había convertido en un joven apuesto con un gusto exquisito y un intelecto excepcional. Todas las chicas lo querían, pero él las rechazaba, alegando que solo les importaba su apariencia y que no lo apreciaban por su inteligencia. Rachelle no veía nada sorprendente en su apariencia; de hecho, pasaba la mayor parte del tiempo deseando parecerse a otra persona. Tenía una melena larga y hermosa que le llegaba hasta la espalda. Era casi tan alta como Shane y odiaba la forma de su cuerpo. Se desarrolló tardíamente. Poco después de cumplir diecisiete años, tuvo que cambiar su guardarropa de sujetadores porque sus pechos empezaron a quedar pequeños. Tenía un poco de barriga, cintura estrecha con caderas anchas y un trasero imponente. Odiaba lo mucho que habían crecido sus pechos, su figura de reloj de arena y su piel pálida, apenas bronceada. Durante mucho tiempo, estuvo enamorada de Shane y nunca le dijo lo que sentía porque no creía ser lo suficientemente buena para él. Ahora, aunque quisiera decírselo, no podría, porque acaba de descubrir que durante todo este tiempo se crio con su hermano biológico como mejor amigo. En el fondo, gritaba por dentro y sus emociones eran una cascada de olas que corrían furiosas por una corriente incesante, imposible de atravesar nadando. Le dijeron que no explotara esta información, ya que Camille seguía ocultándole la verdad y él ya tenía veinte años. Pero era importante que lo supiera. Y ella prometió contárselo todo.
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