Esperaba encontrar a Dave en el estudio con la polla fuera y en el puño, pero el pequeño seguía en calzoncillos. Con una gran sonrisa, Dave me hizo un gesto para que me acercara y cerró la puerta corredera. Al acercarme a él, me saludó con un alegre: «Guau, hermanita, estás buenísima con solo un poco de protector solar». Le rodeé el cuello con los brazos; apreté mis pechos calentados por el sol contra la suave y fresca piel de su pecho, y le hice creer que iba a besarlo. Pero no lo hice; en cambio, me giré para mirar a Anita por la puerta. Con el cristal tintado de la puerta corredera, sabía que Anita no podía vernos, pero aun así, se sentía raro estar haciendo de mirón. Y eso era lo que hacíamos, porque mi mejor amigo estaba dando un buen espectáculo. Con una pierna extendida a un lado,

