La alteración se padeció desde el primer día. La presencia de los padres transformó los tiempos idílicos en mazmorra de pesadumbre. Con el paso de los días, Alex se sumergió en una tribulación asfixiante, y por más que jugaba videojuegos o miraba pornografía, se percibía cada vez más abrumado. Entendía que la culpa no era de la hermana, sino de los padres. Alex estaba harto de ellos; la presencia de los padres parecía una tortura confeccionada por un demonio, cuyo único objetivo era volverle loco. El único consuelo de Alex era la idea de aprovechar los últimos días de vacaciones en compañía de sus mejores amigos. Así fue como el primer día de esa última semana de vacaciones, pidió permiso a los padres para ir a casa de Joel. Alex lamentó que su madre, y no su hermana, lo llevara, porque

