Verano para siempre

Último día

Melanie

Me aferré a la barra de metal e intenté no pensar en las náuseas que aquella altura me provocaba. ¿Quién había escogido las habitaciones? ¿Acaso nadie estaba al pendiente de que yo odiaba las alturas?

Como sea.

Desde el balcón observé la playa, las albercas, las luces. Y la gente yendo y viniendo de un lugar a otro en sus trajes de baño. El olor a sal me llegó a las fosas nasales y una sonrisa se me escapó. Era absolutamente impresionante.

Mi nombre es Melanie Johnson, tengo dos mejores amigos, y esta es la historia del verano que cambió nuestras vidas.

(Una semana antes)

Observé a través de la ventanilla de la camioneta, afuera las calles estaban bañadas por un gorda capa de nieve.

─  Señorita Johnson, hemos llegado.- la camioneta se detuvo frente al instituto al que asistía, agradecí a Richard, el chófer de papá, por traerme y me baje, obligando a mis pies a caminar mar adentro.

Era el último día de clases antes de las vacaciones de verano, mientras caminaba por los pasillos escuché los murmullos de mis compañeros, todos parecían emocionados. 

Había pocas cosas que me emocionaban, ninguna de ellas era ni por cerca las vacaciones de verano. 

No diré que cada año era lo mismo, porque mamá era bastante creativa, pero mientras mis compañeros se iban a esquiar a los Alpes Franceses, a ver el mar en Córcega o Marsella yo... yo hacía cosas menos interesantes.

Tenía diecisiete, sí. Pero sabía español, inglés y alemán a la perfección, además del natal francés. Tenía un diploma en informática y otro en marketing. 

Violín, guitarra. Ballet. Futbol, Rugby, Tenis y Golf.

Y no, no era una genia. 

De pequeña la música, el baile y los deportes no eran tan malos. Asistía a cursos de verano en París, tenía buenos profesores/entrenadores, el problema era mamá. Ella quería que yo fuera la mejor en todo.

Spoiler alert: nunca fui la mejor en nada.

Cuando notó que la heredera de la familia no tenía ningún talento con el que destacar (al menos no uno que  a ella le gustara) se dio por vencida y decidió que al menos debía prepararme para el futuro. Ahí fue cuando comencé a aprender tantos idiomas, y en los últimos dos años había asistido a un diplomado en informática y otro de marketing. La verdad es que no aprendía nada, iba por hacer feliz a mamá y ya. No quería ni imaginarme lo que tenía preparado para mi ese verano.

─ ¡Mel! – alguien gritó mi nombre mientras caminaba por la cafetería, busqué con la mirada y no fue difícil encontrarla. Solo Mía Sparks podía estar en una mesa con una pila de libros abiertos de par en par a las 7 de la mañana de un viernes.

─ Te diría buenos días pero se nota que de bueno no hay nada.- bostecé mientras veía los libros esparcidos por la mesa. 

Ella me sonrió de todas formas y yo me senté quedando de frente.

─ Necesito obtener un sobresaliente.- me explicó mientras hojeaba un cuaderno que tenía entre las manos.

Ajá. Como si necesitara esa explicación. Mía siempre necesitaba un sobresaliente, ella era esa clase de estudiante.

Lo peor es que realmente no necesitaba un sobresaliente, yo seguramente lo necesitaba para aprobar historia pero de eso me preocuparía en tres meses. 

─  Lo que necesitas es un novio.- elevó sus ojos hacia mi, llevaba sus gafas de estudio, no tenía problemas de vista pero según ella la hacían ver intelectual.

─ Avísame cuando Tyles se fije en mi.- 

─ Ah.- mordisqueé el sándwich de desayuno que había sacado de mi mochila. Tyles, él era su amor platónico de toda la vida, yo sospechaba que el chico era un sociópata.- Retiro lo dicho, lo que necesitas son unas vacaciones de verdad.-

─ ¿Esas vacaciones con las que tú y Ryan sueñan?- murmuró, había vuelto a concentrarse en sus libros.

Historia corta: los padres de Mía estaban tan chiflados como los míos y nos mandaban juntas a todos aquellos cursos de verano. 

─ Tenme fe, Mía. Voy a conseguirnos el mejor verano de nuestras vidas.- ella sonrió mientras negaba con la cabeza.

Mía era mi mejor amiga de... toda la vida. Era solo unos meses mayor que yo, Mamá alguna vez me contó que ella y la madre de Mía quisieron ponerse de acuerdo a propósito para embarazarse el mismo tiempo. A todos les parecía adorable, a Mía y mi nos parecía un poco espeluznante.

El timbre sonó, ella y yo sobrevivimos a nuestro último día en el instituto, al menos durante los siguientes tres meses. Para cuando el día había finalizado, la camioneta negra estaba esperándonos a ambas, sonreí al ver a Ryan como piloto y subí a su lado.

─ Creo que olvidé mi teléfono en el salón de clases.- Mía resopló antes de subir a la parte de atrás de la camioneta.- Vuelvo en seguida.- la observé caminar hacia el instituto.

─ No sería un día completo si Mía no olvidara algo en algún lado. ¿Qué hay de ti?- lo miré.

Ryan era el hermano mayor de Mía y mi mejor amigo. Juntos éramos algo así como... el tridente perfecto. Ryan era el popular, Mía la romántica y yo... ¿la divertida? Si, claro. 

─ Estoy ansioso.- me confesó. Él tenía los ojos color miel y el cabello a combinación. Exactamente igual que Mía.

─ Saldrá bien.- le dije, aunque yo no estaba segura de aquello tampoco.

─ No vayas a hacer un escándalo si dicen que no, rubia.- rodé los ojos. Ryan era un año mayor a nosotras y desde hace unos meses los músculos habían comenzado a aparecer en su delgado cuerpo, practicaba natación y era la definición del hijo perfecto.

─ Si debo hacer un escándalo lo haré.-

─ Cuando lo dices así incluso me asustas.- dijo en un tono burlón.

─ Dirán que sí.- afirmé.- Y si no, arruinaré la fiesta de aniversario de la empresa, ya lo verás.- 

Lo decía en serio pero él se carcajeó.

─ Que rebelde, Johnson.-

Mía

"Algún día no olvidarás algo, Mía, algún día" pensé mientras recogía mi teléfono de la oficina de "Cosas perdidas u olvidadas", la señora Marie estaba harta de verme, aunque no lo expresaba yo podía sentirlo. Había pasado los últimos años olvidando cosas en diferentes lugares del instituto y gracias al cielo las personas de la limpieza siempre las encontraban y llevaban a su oficina.

Caminé por el pasillo lo más rápido que pude, recordando que debía llegar a casa, cambiarme de ropa y prepararme para la cena de esa noche. Tenía los nervios de punta.

Estaba tan concentrada en mis pensamientos y a decir verdad, en mi teléfono, que para cuando sentí mi hombro chocar contra alguien y observé mis cosas y las suyas en el suelo no tuve más que ponerme a recogerlas, totalmente apenada.

─ Lo siento.- dije, levantando la mirada.

─ Está bien no hay problema.- mi boca se secó. 

Frente a mi tenía a Jeremy Tyles, el chico más absolutamente impresionante del instituto. Recordé como esa mañana le había dicho a Melanie que me avisara cuando él se fijara en mí, ¿Espíritus malignos, acaso fueron ustedes? 

Él cursaba un grado mayor al mío, era su último año ahí. Solo pensar que no volvería a ver esa melena rubia por los pasillos hacia que mi corazón se entristeciera. Llevaba enamorada de él años, en serio, años.

─ Hola, ¿Sigues ahí?-

─ Oh, sí, claro yo...- yo era una estúpida.- De verdad lo lamento, estaba distraída.- él me sonrió, ambos nos levantamos con nuestras cosas en las manos. Jesucristo, jamás había estado tan cerca.

─ Tranquila, yo también estaba algo distraído. ¿Tienes todo?-

─ ¿Mmm?-

─ Tus cosas, ¿las tienes todas?- observó los libros en mis brazos.

─ Oh sí, sí, gracias.- sentía mis mejillas arder.

─  Ah, lamento no presentarme. Mi nombre es Jeremy, un gusto.-

Su mano estaba extendida, la tome sintiéndome más desilusionada que nunca. Su casa estaba justo en frente de la mía, habíamos sido vecinos toda la vida y él no tenía idea de quien era yo.

Antes de poder articular mi nombre mi teléfono comenzó a sonar, era Ryan. Estaban esperándome.

Tratando de no volver a tirar mi teléfono, o de fallecer, articulé un "lo siento, debo irme" y corrí lejos de ahí.

─ ¿Qué ha pasado que has tardado tanto?- Ryan me miro por el espejo retrovisor, yo aún intentaba calmar mi respiración.

─ El salón estaba cerrado.- murmuré.- Habían llevado mi teléfono a la oficina de las cosas perdidas.-

Escuché como Melanie reía.

─ Ese es como tu lugar favorito.- dijo.