Sin podérselo creer, esa noche Léa, con una mezcla de sentimientos que rayaban en la rabia, el dolor, la tristeza, en fin, la decepción de saber a su padre enfermo y que ni siquiera con eso logré calmar ese ímpetu posesivo que le caracteriza, se fue a su habitación sin despedirse de él. Allí lo dejó en la sala de estar. Nada tenía por agregar a lo que parece una decisión tomada, nada más tenía por refutarle. «¿Qué hacer cuando el magnánimo Aquiles Galanis tiene todo resuelto?» Piensa con ira. —Hasta tu vida sentimental, que por cierto Léa ¿Qué hay de eso? —Se pregunta en voz alta y sacude la cabeza reconociendo para sí misma que no tiene respuesta para esta interrogante. Nunca se ha enamorado, nunca se ha interesado en estos temas, pues predispuesta por el mismo temor que su padre le

