Capitulo 4

1258 Words
Nunca imaginó que sería así, ni siquiera en sus fantasías más secretas. No de la forma en que él la provocaba, chasqueando la lengua y luego alejándose. Jugaba con su cuerpo como un virtuoso tocando un instrumento musical. Su lengua y sus dedos se movían en perfecta armonía, llevándola a tal extremo que no solo experimentó un orgasmo, sino que lo prolongó hasta que, al estallar, la dejó completamente sin aliento. Por un momento, Alison sintió que iba a desmayarse y se aferró a Tyson. Él la giró y la abrazó, haciéndola sentir segura e insignificante al instante. Era la sensación que necesitaba, aunque viniera del hombre que, en un giro irónico, tenía el potencial de destruir su vida. Fue demasiado. Comenzó a llorar. No estaba segura de por qué, pero Tyson pareció anticipar o al menos aceptar su arrebato emocional. Por supuesto. Era la suma de la decepción de su noche de bodas, el estrés de su mudanza a este pueblo y su percepción de haber fracasado como esposa, como líder de la iglesia y la comunidad, y ahora el fracaso más catastrófico de todos: ¡adulterio! Tyson le decía suavemente que llorara. Nunca antes un hombre le había dado ese permiso. Siempre le habían dicho "no llores", pero su consentimiento era justo lo que necesitaba. Curiosamente, a pesar de ser tan exigente, él sabía exactamente qué hacer. Dios, era tan abrumador. Lloró un buen rato, y él permaneció a su lado, dejándola desahogarse. Sin embargo, de repente, el deseo la invadió. La boca de Alison buscó frenéticamente la de él, y cuando la encontró, lo besó con una intensidad que jamás había experimentado. —Fóllame —susurró—. Te quiero dentro de mí. Tyson sonrió y no dudó. La inclinó hacia adelante contra el brazo del sofá, deslizando las manos por debajo de sus rodillas para abrirle las piernas. Ella miró hacia la ventana, impactada por la luz del día: una vista despejada del jardín trasero, su propia cocina al otro lado de la valla, la posibilidad de que los feligreses estuvieran haciendo sus mandados. Afuera, todos continuaban con sus quehaceres, y ella estaba allí, boca arriba, desnuda y a punto de ser poseída por su vecino, mientras su marido no estaba. Pero todo eso se sentía como una amenaza distante y borrosa, y su necesidad era mucho más intensa. Solo se oía el suave crujido del sofá mientras Tyson se inclinaba sobre ella, acomodándola como a una muñeca, agarrándole las caderas. Ya estaba duro, y su cuerpo, traidor y ansioso, respondía con entusiasmo a la forma en que él la penetraba. —¿Debería usar condón? —preguntó, haciendo una pausa repentina. Alison casi gritó de frustración. Asintió y rezó para que se lo pusiera rápido. En realidad, no lo necesitaba. Tomaba anticonceptivos, aunque en casa el uso era limitado. Un condón apareció de alguna parte; Tyson lo desenvolvió rápidamente y volvió a su posición. La tumbó boca arriba, con las piernas bien abiertas, y Alison se dijo a sí misma que debía relajarse y no pensar en nada más. Su pene se deslizó fácilmente dentro de ella. La anchura de su m*****o fue una breve sorpresa, pero su cuerpo pareció adaptarse sin dificultad. Lo que la dejó sin aliento fue la profundidad con la que se metió dentro de ella. Su m*****o era tan largo. Finalmente, se detuvo y luego se retiró muy lentamente, llenándola de un placer tan intenso. Su pene deslizándose fuera de su coño, para luego volver a entrar con la misma suavidad. Giró las caderas ligeramente, levantando las piernas para facilitar su acceso. Ella lo miró con los ojos llenos de deseo. —Estás tan jodidamente apretada, nena —dijo, pero a pesar de eso, Tyson comenzó a empujar sus caderas más rápido. —¿Te gusta eso, nena? —preguntó—. ¿Te gusta que te follen una polla grande y jugosa? Alison no respondió. Tenía miedo de cómo sonaría su voz al contestar. En cambio, sus manos se aferraron al sofá, tratando de estabilizarse. Cada movimiento dentro de ella era asombroso. No tenía idea de que pudiera sentirse así. El mundo se reducía al lugar donde sus cuerpos se unían, al fuerte agarre de sus manos en sus muslos, al éxtasis que sentía cuando él empujaba profundamente y ella pensaba que nunca se detendría. Se maldijo por utilizar ese lenguaje grosero. Lo odiaba por lo bien que la hacía sentir. Él disminuyó el ritmo, moviendo las caderas en círculos lentos y observando su rostro, mientras una sonrisa cruel y expectante se dibujaba en sus labios, justo cuando ella perdía el control y se entregaba a otro clímax. —Pon tus manos alrededor de mi cuello —dijo. Cuando ella lo hizo, él la levantó, la giró y la sentó en su regazo. Alison apoyó las manos sobre sus hombros y comenzó a dar saltos. Él la levantó, haciendo que su pene se deslizara hacia afuera, y luego la volvió a colocar sobre él, haciéndola jadear. —¿Te gusta eso? —indagó él. Tyson no esperó una respuesta; simplemente la volvió a hacer, una y otra vez. Ella se aferró a su cuello con fuerza, temerosa de caer. Sus rodillas temblaban. Quiso maldecirlo, golpearlo, pero en lugar de eso, apoyó los pies en el frío y rugoso cuero del sofá, rebotando en su regazo. —Estás tan jodidamente profundo —gimió ella. Él la dejó marcar el ritmo durante unos segundos, luego la agarró por el trasero con ambas manos y la obligó a moverse como él quería. Era un acto vergonzoso, pero a la vez la mejor y más intensa experiencia de su vida. Era implacable. Si ella intentaba bajar el ritmo, él la hacía rebotar con más fuerza. Cuando trataba de detenerse, él la sujetaba y la empujaba hacia arriba, hasta que ella emitía un pequeño y humillante chillido. Su boca se apretó contra su cuello mientras él mordisqueaba su oreja. Ella se mordió el labio para no hacer más ruidos, pero él parecía saber exactamente cuándo estaba a punto de correrse nuevamente, y susurraba: —Vamos, nena. Eso es. Córrete sobre mi polla. Lo odiaba por la forma en que su cuerpo obedecía. Se odiaba a sí misma por lo mucho que lo deseaba. Las réplicas la dejaron flácida y mareada. Se desplomó contra su pecho, sin fuerzas, mientras él la penetraba con movimientos lentos, perezosos y profundos. La habitación daba vueltas, y presentía que iba a desmayarse, pero las manos de Tyson la mantenían firmemente en su lugar, sosteniéndola justo donde él quería. Se quedó allí, incapaz de moverse ni siquiera de pensar. Ella observó cómo su rostro sobre ella se contorsionaba por la concentración antes de que finalmente cambiara a una expresión de puro éxtasis. Sentía que él se estremecía dentro de ella. Un momento después, bajó la cabeza y le dio una larga y lenta mamada en su pecho derecho. Luego la empujó hacia atrás y se levantó, dejándola despatarrada y jadeante en el sofá. Ella lo vio quitarse el condón con movimientos lentos y despreocupados, y luego caminó desnudo hacia la papelera, donde lo arrojó. —Hora de ducharse —dijo, estirándose antes de marcharse. Al instante, la ducha del piso de arriba comenzó a sonar. Alison no sabía qué hacer. ¿Seguirlo o irse? Reuniendo todas sus fuerzas, canalizó su ira por cómo la trataba. Se vistió rápidamente, sin preocuparse por lo desaliñada que se veía, y salió, dejando las llaves atrás a propósito. Esto tenía que parar.
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