OTOÑO

889 Words
Otoño 1 Sus pies se movían pero su mente se encontraba demasiado lejos. De no haber sido porque había hecho ese recorrido, cada día del último año, de seguro estaría perdida. Creyó ver que alguien la saludaba a lo lejos y unas voces conocidas parecían sonar detrás de su espalda, pero no tenía intención alguna de responder. En su mente se repetían las palabras del rector de la universidad, anunciándole que había reprobado y no era que eso le importara demasiado, siempre asumía los costos de no estar lo suficientemente preparada. Sin embargo, el sermón que su madre le daría, una vez más, aun sin saber que por reprobar ese final no podría cursar el año, era lo último que deseaba oír. Matilda era la mayor de su familia, solía ser una niña divertida y agradable, disfrutaba de estar rodeada de amigos y jugar sin importar a que. Amaba a sus padres y se los hacía saber siempre que podía, por eso cuando a los 14 años, su vida dio un vuelco completo, no supo cómo volver a ser quien era,. La repentina partida de su padre, supuso un vacio que su madre nunca supo completar sumergiendola en una soledad abrumadora sobre todo cuando tiempo después su madre conoció a Héctor y en cuestión de meses se vio envuelta en una familia que nada tenía que ver con ella. Ocho años después, sintiéndose rodeada de una perfección que había llegado a odiar, ocupaba un lugar de rebeldía, al cual no tenía idea de cómo había llegado. Salió de la universidad sin despedirse de sus amigos y manejó hasta el edificio de la calle Libertador, en el que vivía. Estacionó en su cochera y antes de bajar se miró en el espejo retrovisor emitiendo un largo suspiro. Sus ojos verdes, enormes y tristes, cargaban con demasiado hastío. Frunció sus labios en un gesto autocompasivo que no tardó en generarle más tristeza. Todo era su responsabilidad, había elegido sus acciones, sabía que la mayoría molestaban a su madre, que no la conducirían a un buen lugar y sin embargo, no podía evitarlo. Cerró sus ojos con fuerza y se guardó sus lágrimas, que llevaban ocho años sin aparecer, como si la muerte de su padre hubiera secado cada una de ella y ya nada pareciera digno de tenerlas. Subió en el ascensor y antes de colocar la llave en la cerradura pudo escuchar las risas de sus hermanastras, apenas dos años menores, y a su madre narrando con entusiasmo alguna de las nimiedades que, seguramente, le habían ocurrido ese día. Atravesó el hall y al verse observada por la escena de revista que acontecía en el living se limitó a levantar su mano y decir con gesto de indiferencia: -Por mí sigan, reprobé, como suponían.Se ve que este no será mi año. – y sin esperar respuesta continuó hasta su cuarto, donde se derrumbó sobre su cama. Los golpes a su puerta no tardaron en llegar. Su madre, con esa dulce voz, que no toleraba, la llamaba en tono bajo. -Mati, ¿Estás bien, hija? ¿Puedo pasar? – le preguntó entreabriendo la puerta. -Dejame mamá, ya sé todo lo que me vas a decir. Estuve mal, muy mal… no va a volver a pasar..- respondió con ironía, hundiendo su cabeza en la almohada. -Hablemos Mati, contame qué te pasa ¿Por qué siempre haces estas cosas? – le dijo su madre, sentándose en el borde de la cama. -No sé, mamá, no sé, soy esto, no soy perfecta como Cata y Juana, me gusta vestir de n***o y escuchar rock, si querías a alguien aplicado, que vista de rosa y cuelgue perlas de su cuello, las tenes a ellas. ¡A mí dejame en paz! – sabía que lastimaba a su madre y, sin embargo, no podía evitarlo. Norma había comenzado a acariciar su espalda, pero podía sentir como Matilda intentaba apartarla. Llevaba tiempo intentando comprender a su hija, siempre era paciente, permisiva y comprensiva. Discutía con Héctor a menudo por ello, él insistía en que debía ser más severa, pero Mati ya tenía 22 años, no creía que hubiese mucho por que pudiera hacer. Como tantas veces en el pasado, eligió callar. Le dio un beso sobre el cabello y salió de la habitación con resignación y lágrimas en los ojos. Matilda pasó las siguientes dos horas encerrada intentando ordenar sus pensamientos, ¿qué haría ahora sin facultad?, tenía que encontrar una buena excusa para salir de esa casa, donde las risas le dolían demasiado. Recibió un mensaje de su amiga Cloe invitándola a un bar. Se cambió de ropa y sin dar demasiadas explicaciones volvió a atravesar el pasillo y el hall de entrada, con intenciones de irse. -¿A dónde vas Matilda? – le preguntó Héctor, quien ya había regresado de su trabajo y se encontraba en el sillón del living mirando un partido de tenis en la televisión. -Salgo- respondió ella con un ligero movimiento de sus hombros que no pasó desapercibido para su padrastro. -¿Le dijiste a tu mamá? – volvió a preguntarle, mirándola por encima de sus anteojos finitos. -Tengo 22 años, Héctor, creo que puedo salir sola.- le respondió ella con fastidio y sin darle oportunidad para responder se fue, cerrando la puerta con un fuerte golpe a su paso.
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