—¿No hay sirvientas aquí? —Eros gimió cuando notó que ella estaba preparando el desayuno. Él la miró desde lejos tratando de superar esta situación incómoda. Ella no había hablado con él después de ese momento en el armario. Ella tomó su ropa en silencio y salió de su habitación. Ahora estaba parada frente al mostrador de la cocina preparando el desayuno. Llevaba su ropa casual, una camisa gris con pantalones cortos. Sus largas piernas estaban a la vista para que él las comiera con los ojos y muriera sin aliento. Su rostro estaba desnudo de cualquier maquillaje. No se parecía en nada a Sara. Parecía una dulce esposa que estaba cocinando el desayuno para su amada familia. La idea hizo que Eros se riera para sus adentros. Los ojos de Sara se levantaron para encontrarlo de pie cerca de l

