Boda

2139 Words
De pie frente al enorme espejo, Sara se miró a sí misma sin comprender. Llevaba un vestido de novia blanco de princesa que se arrastraba detrás de ella. Su brillante parte superior abrazaba perfectamente su cuerpo y fluía al final. Cuando se movía, se sentía como si pequeñas estrellas se movieran detrás de ella. Lentamente, sus ojos se encontraron con los suyos en el reflejo y notó la emoción en ellos. Impotencia. Era pura impotencia y odio. Odio por sí misma, su familia y el hombre con el que se iba a casar hoy. Hace una semana, cuando el abuelo Magnus anunció que tendría que casarse con ese hombre, protestó lo mejor posible internamente, ya que no pudo decirle nada. Su padre parecía derrotado, mientras ella lo miraba a los ojos con esperanza. Esperaba que él la salvara de una decisión tan cruel, pero como de costumbre, no dijo nada. No la protegía como se suponía que debía hacer cualquier padre. No alzó la voz por ella como se suponía que debía hacer cualquier padre. Pero, Sara no estaba enojada con él, porque ella era igual. Si ella misma no se oponía a la decisión del abuelo Magnus, ¿cómo podía esperar que alguien más lo hiciera por ella? Ella recordó la mirada en los rostros de todos. Era pura burla y solo burla. Se estaban burlando de ella por lo que iba a ser de su vida. En secreto, se burlaban de ella por su error que la empujaría fuera de la línea de sucesión. Sara suspiro y arrastró sus palmas contra el vestido con el corazón sintiéndose más pesado que nunca antes. No sabía cómo ese hombre, llamado Eros, incluso accedió a este matrimonio de mierda. En cuanto a su nombre, lo descubrió cuando lo conoció hace cinco días, siguiendo la orden del abuelo Magnus -HACE CINCO DÍAS Entró al café, que estaba vacío, indicando que su abuelo Magnus, debe haber reservado todo para mantener esta reunión en secreto. Cuando Sara levantó la cabeza, sus ojos se encontraron con el mismo hombre, quien se convirtió en la razón de su miseria. Estaba tomando un sorbo de la taza de café, como si no hubiera nada más importante que esto en su vida. Según la verificación de antecedentes, realmente no tenía nada que hacer en su vida. Era un huérfano criado en un orfanato sin reputación, sin estatus y sin trabajo. Afortunadamente, tenía educación básica. Pero sus rasgos no coincidían en absoluto con su realidad. Si era muy pobre, ¿qué estaba haciendo en ese Club VIP? Esta era la pregunta que molestaba a Sara desde siempre. Apretando los dientes, caminó hacia él y colocó su bolso sobre la mesa, haciendo un ruido sordo claro. Ante el ruido repentino, él levantó los ojos y la miró de reojo, lo que la irritó. —He estado esperando durante media hora ahora —quejándose en un tono normal, dejó la taza tranquilamente. —No es como si tuvieras algo importante que hacer de todos modos —encogiéndose de hombros, Sara se sentó frente a él y la camarera corrió hacia ellos para pedir su pedido. Irritada, Sara agitó la mano en un gesto de despedida y la camarera volvió a desaparecer detrás del mostrador. —¿Por qué aceptaste este matrimonio, Eros?! —Sara fue al grano, sintiéndose incómoda con su mirada penetrante. Sus ojos gritaban poder, que no tenía en absoluto. No era nadie, pero se comportaba como si fuera un rey. —¿Quién se negaría a casarse con una belleza isa? —él le lanzó una sonrisa amarga y Sara se mordió la lengua para no empezar a maldecirlo. —Di tu precio y dile a mi abuelo que no quieres casarte conmigo —Sara sacó el cheque en blanco de su bolso y lo colocó sobre la mesa, antes de volver a agarrar el bolígrafo. Era pobre, por lo que sería fácil darle dinero y deshacerse de él. Cuando recogió el cheque, Sara sonrió. Tal como ella esperaba, él solo quería el dinero. No era nada más, nada menos. —¡Qué generosa oferta! —él sonrió y sus hoyuelos aparecieron cuando el corazón de Sara dio un vuelco. Incluso si era pobre, seguía siendo atractivo, demasiado atractivo para el gusto de Sara y ella odiaba el hecho de que todavía no podía recordar lo que realmente sucedió esa noche. No era bueno pensar en esto ahora. —Pero me temo... tendré que negarme, Sara Lexington —sorprendentemente, dejó el cheque y Sara se quedó sin aliento. —¿QUÉ?! ¿Qué quieres decir? ¿Eres un idiota? Serás asquerosamente rico en solo un día —Sara frunció el ceño y chilló antes de recoger el cheque. Sacó el bolígrafo de su bolso y comenzó a escribir la cantidad. —¡¿Es suficiente?! —Sara anotó diez millones y preguntó histéricamente. Necesitaba que él rechazara este matrimonio o no podría heredar la empresa en el futuro. El abuelo Magnus nunca la dejaría heredar la empresa, si su esposo no fuera nadie. Necesitaba fuertes conexiones y alianzas para convertirse en directora ejecutiva. Y para obtener un fuerte apoyo, tenía que casarse con un hombre que tuviera el estatus más alto y un poder inigualable. —Te lo dije... no rechazaré la propuesta de tu abuelo —sacudió la cabeza y levantó su taza para tomar un sorbo de su café de nuevo. Con la sangre hirviendo en sus venas, Sara lo miró fijamente. —¡Solo dime lo que quieras! ¡Te lo daré! —intentó otra vez comenzando a sentirse frustrada. —No puedes ofrecerme nada mejor que ser el yerno de los grandes Lexington —finalmente, dejó escapar la verdadera razón detrás de rechazar su oferta. Sara apretó los puños. Quería ser parte de Lexington, para poder disfrutar del lujo y el poder por el resto de su vida. Los ojos de Sara comenzaron a arder con una vena latiendo en su mandíbula. Las personas como él eran sanguijuelas, que solo sabían cómo pegarse a los demás y chuparles la sangre. —¡Eres un imbécil! ¡Cásate conmigo y haré de tu vida un infierno! —Sara siseó entre dientes, solo para que él le sonriera. No solo era codicioso, sino también desvergonzado. Era del tipo que Sara odiaba más. —Tus odios e insultos valdrían la pena a cambio de la vida extravagante —el suspiró soñadoramente y Sara lo miró fijamente con lágrimas que comenzaban a picar en sus ojos. Él no se negaría. Estaba segura de eso ahora. Si él no se negaba, ella estaría atada a él para siempre. —Me divorciaré de ti tan pronto como este escándalo se apague —farfullando, Sara arrojó el cheque de nuevo en su bolso y se levantó para irse. —Por lo que sé... Nadie había presentado un divorcio en su familia. No dejarán que te divorcies de mí, hagas lo que hagas —se frotó la punta de la oreja, apartando la mirada de ella con arrogancia. Sara lo miró por última vez y se alejó, mientras la sonrisa de Eros caía y miraba su espalda sin emociones. Sara sabía lo que estaba diciendo, era lo máximo. Nunca podría deshacerse de él después del matrimonio. Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos y se puso las gafas de sol, antes de limpiarse las mejillas con dureza. Si iba a pasar por el infierno, lo haría arder a su lado. Estaba ansioso por tener ese poder, pero no sabía que el poder venía con dolor y sacrificio. Eventualmente, se perdería a sí mismo y luego recordaría este día para arrepentirse, no aceptando su oferta. - PRESENTE Sara suspiró por enésima vez y contuvo las lágrimas. La puerta de la habitación nupcial se abrió y su padre entró con expresión sombría Mirándolo desde el espejo, Sara fingió arreglarse el vestido. Ella no quería hablar con él. —¿Todavía no vas a hablarme directamente? Ya son años, Paloma —su voz cansada resonaba en sus oídos, mientras la llamaba por el apodo que le puso su madre. Sara ignoró por completo su existencia y mantuvo los ojos fijos en su vestido. Ella solo quería que él se fuera ya. —Es el día de tu boda. Por favor háblame —de repente, la agarró de la muñeca y Sara sintió como si un volcán hiciera erupción en su mente. Abruptamente se dio la vuelta, apartó la muñeca y lo miró con furia. —¡Ni siquiera se atreva a acercarse a mí otra vez, Sr. Lexington! Y no es una boda. Es el funeral de mis sueños y esperanzas. ¡Ahora vete! —siseándole, Sara levantó la cabeza obstinadamente, antes de alejarse de él y señalar con el dedo hacia la puerta. La miseria en sus ojos enfrió el fuego del odio en el corazón de Sara por un momento. Su padre sonrió con tristeza, asintió con la cabeza y se dio la vuelta para irse de allí. —Te ves hermosa, Paloma. Tu madre te habría dicho esto hoy —se detuvo y exclamo. —¡NO QUITES SU NOMBRE DE TU BOCA! —Sara gritó, agarró el frasco de perfume del tocador y lo arrojó. La fragancia rosada llenó el aire cuando la botella se rompió. El vidrio rompiéndose en pedazos. Su padre negó con la cabeza y salió de allí sabiendo que ella se enfadaría más si se quedaba más tiempo. Una lágrima cayó de los ojos de Sara, cuando él cerró la puerta y ella se tambaleo hacia atrás. Colocando su mano sobre el tocador como apoyo, miró hacia arriba y se abanicó la cara con la otra mano. Mientras caminaba por el pasillo con su padre, su corazón se ahogaba con cada paso que daba hacia el hombre que estaba al final del camino. Estaba segura de que lo odiaba con todo su corazón. Levantando la cabeza, se negó a que los demás supieran lo miserable que se sentía en este momento. Tener a su padre tan cerca de ella después de años, la estaba molestando aún más. Era como si se viera obligada a pasar por todo lo que odiaba, en el mismo día y hora. Era la prueba de su paciencia y se negaba a fallar. Ella nunca le daría a su llamada familia, la satisfacción de verla destrozada. Su mente estaba en trance. Ella no supo cuándo se paró frente a él. Ella tampoco sabía lo que decía el sacerdote. Ella solo estaba mirando al hombre parado frente a ella, sin expresión. —¿Tú, Eros Alexander, toma a Sara Lexington, como tu legítima esposa, para tenerla y abrazarla, a partir de este día en adelante, para bien o para mal, en la riqueza o en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, para amarla y cuidarla hasta la muerte los separé? A Sara se le cortó la respiración, mientras sus ojos rogaban una vez más a Eros que retrocediera. —¡Si! —las palabras de Eros cayeron en los oídos de Sara, pero ella ni siquiera parpadeó. Eros Alexander era un mentiroso. Un asqueroso mentiroso, al que no le importaba ningún juramento. —¿Usted, Sara Lexington, toma a Eros Alexander como su legítimo esposo, para tenerlo y retenerlo, desde este día en adelante, para bien o para mal, en la riqueza o en la pobreza, en la enfermedad y en la salud, para amarlo y cuidarlo hasta que la muerte los separé? —el sacerdote se volvió hacia Sara y ella se contuvo las lágrimas. —¡Si! —ella mantuvo la cabeza en alto y pronunció reuniendo todo su coraje. Su voz no parecía propia ni sus emociones parecían propias. Y ella era lo mismo que Eros. Sara Lexington era una mentirosa. Una asquerosa, al que no le importaba ningún juramento ni voto. Intercambiaron anillos y Sara volvió a levantar la cabeza con el odio apoderándose de todos los demás sentimientos suyos. —Ahora los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia —el sacerdote hizo el anuncio y la sala, en lugar de estallar en vítores, se quedó en silencio. Eros colocó su mano en su cintura y tomó su mejilla con la otra mano, antes de bajar la cabeza y capturar sus labios en un suave beso. El toque familiar de sus labios hizo que Sara apretara los puños y tomó sus propios votos en su corazón. Yo, Sara Lexington, te tomo a ti, Eros Alexander, como mi esposo no deseado. Prometo odiarte en las buenas, en la enfermedad y en la salud. Te odiaré todos los días de mi vida, hasta que la muerte te dé tu último respiro de la vida, eso va a ser peor que el infierno para ti.
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