La entrega de correo de la tarde trajo una carta para mí. Inmediatamente reconocí la temblorosa caligrafía de mi abuela. Era una simple tarjeta con flores, diciéndome que pensaba en mí. Llevé la tarjeta a mi nariz, oliendo su fragancia inconfundible. Ay, cuánto extrañaba casa. Decidí llamarla. Algo que trataba de hacer en mis días libres. —¿Hola? —Mi corazón se apretó al oír su voz. —¿Abuela? Soy Anna. —¡Oh, hola, querida! —Su voz de repente parecía más fuerte, y debo admitir que mi corazón se sintió un poco más ligero solo por estar conectada con ella. —Acabo de recibir tu tarjeta hoy por correo y solo quería llamarte para oír tu voz. Te extraño, abuela —me atraganté un poco al final. No sabía que me costaría tanto hablar con ella hoy. —Yo también te extraño, Anna. Me alegra mucho o

