Recogí a Anna de su habitación y la llevé al muelle para que pudiéramos subir a mi yate.
Ella miraba la gran embarcación con asombro. Pero se veía divina, y yo no podía evitar mirarla embobado. La cálida brisa de la tarde jugueteaba con su cabello y se veía hermosa. Se veía diferente. Más como una modelo que la belleza sencilla a la que estaba acostumbrado. Me gusta que pudiera lucir tanto un look sofisticado como uno sencillo. Uno de los tripulantes tomó nuestras maletas de mano para subirlas a bordo. Subimos por la escalera hacia el yate y la ayudé con su vestido. Yo también estaba vestido formalmente porque había invitado a un chef famoso para que nos preparara la cena. Quería llevar a Anna a una cita elegante para demostrarle que la valoraba y que no era solo una aventura barata para
