Pensé que cuanto menos viera a Daniel, menos cruzaría por mi mente, pero resultó no ser así.
No podía sacarlo de mi cabeza. Lo extrañaba mucho. Aunque era bueno estar en casa, todavía extrañaba mi pequeña cabaña en Grant Pasadena. Al menos podía visitar a mi abuela tan seguido como quisiera, y ella estaba encantada de verme después de casi tres meses sin vernos.
Ella, mi hermana menor, se quedaba en el campus, pero los fines de semana venía a casa. Realmente no habíamos tenido la oportunidad de hablar sobre la razón por la que había regresado. Ella preguntó, pero yo evitaba la conversación como si fuera una plaga.
Trabajar en el nuevo hotel en Nueva York no se comparaba en nada con trabajar en un paraíso como Grant Pasadena. Extrañaba todas las cosas con las que podía entretenerme y el
