Capítulo 1

1648 Words
Las mañanas en el colegio siempre eran un caso diferente cada día, mejor que el ayer y peor que el mañana, los pasillos de resbaladizo azulejo testigos de millones de corridas, saltos, golpes e inclusive caídas como la que recién apreciaba a tempranas horas acompañando el icónico sonido de las suelas resbalando con una blasfemia lanzada al aire culpando a quien hubiese sido capaz de hacerle tropezar sin haber nadie ahí. —Maldita sea… —Farfulló entre sus labios, percatándose de que testigos de su vergüenza no se hallaban dispersos en la escena, pero de algo sí estaba seguro, o bien creía estarlo sabiendo de primeras que las suposiciones, hipótesis y teorías no siempre son certeras; “Vibra”, era el nombre más apto para llamarle a esa paranoia que traía consigo desde hacía ya rato, esa ansiedad que carcome a uno cuando siente que es observado, que es perseguido, que está siendo acosado, un pensamiento muy drástico para un muchacho preparatoriano cuya reputación no lo hace tener ninguna clase de acosador o algo parecido en sí. Con cuidado se levantó del suelo, reparando una mueca de dolor mientras sobaba su cadera mirando de un lado a otro en el extenso pasillo principal de la planta baja donde los salones cerrados le indicaban el inicio de la primera clase. Encogiéndose de hombros le restó importancia a su accidente y se dirigió a las escaleras subiendo con más precaución para ir hacia su salón. (…) El timbre resonó emitiendo un eco lo suficiente audible como para que el cuerpo estudiantil pudiese ser capaz de salir dando por finalizada la jornada escolar. El castaño salió corriendo de su salón aun sin haberse grabado la lección de su caída e inclusive bajando las escaleras de dos en dos con ayuda del barandal de “seguridad”. Tenía que llegar lo antes posible a su trabajo de medio tiempo siendo el incentivo de la remuneración la motivación necesaria para dirigirse a su casillero con toda la actitud de alguien dispuesto a trabajar el tiempo necesario por mero placer al beneficio económico. Con velocidad metió sus libros y libretas utilizadas en el lapso del día en el casillero sin haberse dado cuenta de que una presencia antes completamente especial para su vida cotidiana lo observaba a un lado suyo en espera de que cerrara el compartimiento de metal, una muchacha de pálida piel que daba suaves indicios de corrientes sanguíneas en partes estratégicas como aquellos pómulos colorados al igual que las puntas de sus orejas, nariz, codos y rodillas dándole un aspecto menos fantasmal. La fémina aclaró su garganta y tras dejar salir un breve suspiro sonrió; —Dipper —Llamó con serenidad y un tono de voz falsamente dulce a lo que el susodicho dio un pequeño salto que lo hizo girarse con ambas cejas alzadas, atento del llamado. —Pacífica… Hola —Saludó con una sensación ansiosa recorriéndole por el cuerpo. — ¿Y tu hermana? —Cuestionó repicando sus uñas meticulosamente agregadas sobre los casilleros como una simple manía, ladeando el rostro y dejando que su fleco escurriera elegantemente por su frente. —Ya no se ha interpuesto entre nosotros —Soltó con un tono de ironía encogiéndose de hombros y pasando su lengua por su mejilla interna. —Supongo que ya no le interesa si intentamos algo de nuevo ¿No crees? —Pacífica —Repitió llevándose los dedos al puente de su nariz el cual pellizcó para posteriormente voltear a ver a la chica y torcer los labios. —No hay un “nosotros” tú misma lo dijiste —Y de ahí volver a meterle ácido a la herida superada. —No lo hay desde aquella vez que me rechazaste, por supuesto —Escupió con desdén, girando los ojos y viendo hacia otro punto en el pasillo sintiendo como la adrenalina le recorría las venas disimulando a la perfección no verse intimidado ni mucho menos aterrado del coqueteo discreto de la muchacha. —He perdido el interés. —Formular esa última frase le costó lo suficiente para hacerlo trastabillar y recargarse sobre su casillero. En busca de la defensa propia, Pacífica se cruza de brazos y chasquea la lengua dibujando una sonrisa digna de la ironía y rabia que sentía en ese momento ante la respuesta del castaño realmente indignada de no conseguir lo que quería. Bien, si no había más que hablar ¿Para qué seguía ahí perdiendo el tiempo? Reacomoda su saco color violeta y se da la vuelta haciendo revolotear sus delgados cabellos rubio cenizo para caminar a zancadas bruscas fuera de la vista panorámica de Pines. Y al igual que Pacífica, Pines decide que no hay nada más que hacer en ese lugar, termina de acomodar sus cosas y se retira de su instituto en dirección a su trabajo. Lo que más gozaba de Gravity Falls era sus constantes cambios de fachadas, como poco a poco la plusvalía aumenta y todo lo rústico abandona el lugar llevándose consigo esos estragos de pueblo fantasmal que algunas veces resultaba parecer tener, sus pasos son suaves, gozando del clima, de la vista, de las pocas personas que pasan e invaden su campo visual, volteando de vez en cuando hacia atrás porque, a pesar de su gran goce por mirar a su alrededor, esa sensación de acoso, de ser vigilado y perseguido lo sigue golpeando constantemente en la nuca, cosa que lo hizo acelerar su paso para bien de dos cosas: dejar de sentir que alguien lo seguía y llegar a tiempo a su trabajo. Abriendo su mochila conforme aceleraba su paso, Dipper saca un mandil de color marrón cuyo logotipo del local estampado en el frente va en conjunto con las letras doradas bordadas en el costado derecho del pecho. Toma la prenda y la mete por su cuello comenzando a atarla dificultoso por su espalda, deteniéndose frente a un local de puertas de vidrio con esa anticuada y aburrida campana de llegada al igual que todo el lugar, tan lleno de colores lúgubres, viejos y pasados de época. Pero realmente no le importa si es todo aquello ya que lo que verdaderamente le importa es la paga muy buena que le ofrece su patrón además de ventajas como lo son hacer tarea en el mostrador. —Señor he llegado —Avisa con un tono de voz avergonzado, incorporándose en el lugar y caminando apresurado. —Justo a tiempo Pines —Saluda de regreso el hombre de mayor edad, la suficiente como para hacer notar rastros platinados en sus patillas y barba. —Hay un reloj de bolsillo que requiere de reparación, está en el cajón derecho —Añade, soltando las cajas que portaba en manos tan sólo para sacudir sus palmas y señalar en los almacenes detrás del mostrador con números independientes ordenados de forma cronológica. — ¡Por supuesto! —Contestó el menor dejando su mochila cerca de la caja donde solían guardar el dinero, facturas y recibos para agacharse tomando el banquito de ayuda y dirigiéndose a los cajones donde colocó el objeto y se subió en él, abriendo el cajón y buscando con cuidado. Su estatura era baja a la promedio, razón para que el dueño del lugar colocara ese artefacto para uso preciso del castaño. Dicho dueño tenía cierto parecido a McGucket, a diferencia de que éste tenía un par de años menos, un físico más trabajado y muchísimas más tuercas en el cerebro. Tomó el reloj entre sus manos, era de dorado color, destellando entre gamas azules metálicas y amarillas además de constar con una elegante cadena que iba muy de acuerdo con el diseño que tenía además de la curiosidad que sentía por la inscripción que tenía a un lado; “Pino”. —Mph… —“Interesante” pensó para sus adentros, achicando los ojos y examinando con las cejas fruncidas el objeto cuyas manecillas estaban rotas. —Señor —Llamó, cerrando el cajón y haciendo a un lado el banquito. —Éste reloj luce muy car… —No te pregunté precio ¡Dije que lo repares! —Demandó el hombre alzando la mano y sacudiéndola restándole importancia al comentario del menor. Mason se encogió de hombros aterrado de su cambio de humor y asintiendo con velocidad dirigiéndose a la zona de taller tras los almacenes donde se dedicaban a arreglar los relojes. Sus manos temblaban, sofocado, viendo el artilugio que emanaba una sensación extraña que le removían las ganas de conocer su origen o siquiera a su dueño. Era un reloj muy hermoso. (…) Al día siguiente, como ya era costumbre, o más bien malacostumbre en su persona, Dipper caminaba a paso apresurado con un presentimiento bien en claro; Iba a llegar tarde otra vez. El rechinar de sus zapatos haciendo eco sobre el azulejo del instituto cesaron a la hora en la que pasó a lado de un desconocido, uno que jamás había visto ni de reojo en el lugar, uno que causó una reacción increíble, grande e importante sobre su manera de caminar sintiendo como sus movimientos eran lentos, como el sonido se extinguía y como le era difícil voltear a ver al muchacho a la cara, tan sólo alzando la mirada para alcanzar a distinguir unos rubios cabellos revolotear en el aire profanando sus fosas nasales con un aroma fresco y masculino que llegó a hacerlo trastabillar cuando el tiempo volvió a su curso y escuchó una voz pronuncias “Pinetree”. Para cuando el tiempo volvió a la normalidad, Pines paró en seco, girándose con velocidad y con la respiración acelerada del pánico a ver como aquel extravagante rubio se alejaba, haciendo de su silueta poco a poco más chica con el pasar del largo pasillo, dejándole sofocado y con una inmensa duda. — ¿Quién es? —Se susurró a sí mismo torciendo los labios y llevándose las manos a sus mejillas, verificando su temperatura. Posteriormente, se encogió de hombros y le restó importancia, ya iba tarde a su clase –de nuevo- como para llevarse otro regaño extra en la semana.
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