Álvaro Duarte
Gritaba de dolor en cada uno de los azotes que Evaristo me daba con la fusta, tenía que aguantar, cerraba los ojos con fuerza, mis ojos lagrimeaban del dolor, hablara o no Evaristo terminaría matándome de todos modos.
—Aaaaaaaaaaahhhggggg —gruñí tratando de calmar el dolor en mi cuerpo, el ardor que envolvía mi piel era insoportable.
—¿Vas a hablar? —pregunta de nuevo con voz tremendamente tranquila, lo aniquiló con mi mirada de odio.
—No —escupo al mismo tiempo, se lo que me espera un nuevo latigazo, todo mi cuerpo se arquea al recibirlo en mi espalda con toda la fuerza de su brazo, me aferro a las cadenas que me mantienen inmóvil, quiero dejarme caer, pero éstas lo impiden me mantienen de pie e inmóvil. Bajó la vista, veo como gotas de sudor escurren por mi frente resb
