Capítulo 2: Su Prometida

1049 Words
Lucrecia no había podido dormir en toda la noche pensando en aquel problema. Se había despertado más temprano de lo usual y había ido con su abogado para preparar un documento con una serie de acuerdos. Luego de eso conduce hasta llegar a la empresa principal de la familia Karagiannis , hace mucho que no pisaba aquella empresa y tener que hacerlo ahora no era nada agradable para ella. Al entrar se acerca a la recepción encontrándose con una rubia. — Buenos días necesito hablar con Ferit Karagiannis. —¿Tiene cita con el señor? —No, pero él me recibirá sin problemas. —Lo siento señorita, pero sin una cita no la puedo dejar seguir. —Llame al señor Karagiannis y dígale que su prometida esta aquí y quiere hablar con él. Lucrecia no quería hacerlo público aún, ni tampoco quería aceptarlo pero debía hacerlo si quería reunirse con él y dejar algunos puntos claros. La chica aún con una mirada asombro hace lo que Lucrecia le pide, levanta el teléfono llamando directamente a la secretaria de Ferit y dándole el mensaje. Esta por su parte aún incrédula llama a su jefe y este al escuchar el mensaje pide que la dejen pasar automáticamente. La recepcionista le entrega un carnet de visitante mientras la observaba asombrada y le dice a que planta ir. Lucrecia sigue su camino hacia los elevadores, coloca el número de planta Y es cuestión de unos segundos para que el elevador suba y la deje en este . Al bajar una flamante chica la recibe y la guía hasta la oficina de Ferit. No quería admitirlo pero su corazón latía desenfrenadamente y sus piernas temblaban Producto del nerviosismo que le causaba verlo nuevamente después de tantos años. Su secretaria da unos toques y seguido abre la puerta haciéndose un lado dejándola pasar . —Señor,su prometida está aquí. —Gracias Ágata, déjanos a solas. Pide en un tono bastante neutral, así obedece ella y sale dejando los finalmente frente a frente luego de mucho tiempo. Ferit la repasaba atenta mente y es que no quedaba rastro de aquella chiquilla que vio por última vez hace unos años, Lucrecia era todo una mujer y es que sus curvas asentaban su silueta y su rostro aunque ya no era tan angelical como cuando era una adolescente, seguía siendo bellísima. Lucrecia por su parte trataba de guardar su asombro y es que ya no había rastros de aquel chico delgado con gafas que rechazó, frente a ella se encontraba un hombre alto corpulento y muy atractivo. —¿Qué haces aquí? Espeto de manera fría Ferit Y fue justo ahí cuando todo elogió que había pasado por la mente de Lucrecia hacía él desapareció recordando lo arrogante y pedante que se había comportado la última vez que se vieron hace unos años atrás. —Si estoy aquí no es por gusto propio —Se acerca colocando sobre su escritorio una carpeta —. Vine a traerte esto. Ferit observa minuciosamente la carpeta, la toma y al abrirla empieza leer el documento que Lucrecia le ha traído. Al leerlo detenidamente no puede evitar soltar una risa sarcástica la cuál hace que Lucrecia frunza el ceño. —¿De qué coño te ríes? —Espeta molesta Lucrecia. —¿Nada de toqueteos, de amantes o aventuras?, ¿Nada de combinar las fortunas y empresas de la familia? —Si, además este matrimonio sólo durará un año, luego buscaremos cualquier excusa para separarnos y dar por terminado este asqueroso contrato matrimonial. —Me parece perfecto, no me apetece estar casado tanto tiempo con una mujer como tú. —¿Una mujer como yo? — Pregunta Lucrecia y este asiente —. ¿Qué quieres decir con eso? —Si, una mujer malcriada,engreída que se cree muy por encima de los demás. Lucrecia lo miraba incrédula pues ella jamás había sido una malcriada y mucho menos engreída ¿Qué se creía él para hablarle así? —Me importa un carajo lo que tú pienses de mí pero aquí el único engreído y patán eres tú, serías él último hombre con que yo me casaría por voluntad propia. —Lo mismo digo Lu. Escucharlo llamarla de esa forma le hizo tener tantos recuerdos de cuando eran unos adolescentes, porque era él quien solía llamarla de esa forma cariñosa. Pero los tiempos habían cambiado y ya él no era aquel chico agradable y cariñoso que solía ser con ella cuando eran unos críos. — Lucrecia para ti idiota, Único que me pueden llamar así son mis amigos y tú no eres uno eres mi m*****o enemigo. Ferit la mira detenida mente, mientras que Lucrecia lo fulmina con la mirada, Suspira y sale a pasos agigantados de aquella oficina. En estos momentos odia a su padre, por haber hecho aquel acuerdo sin siquiera decírselo antes y tener que obligarla a soportar a ese idiota como esposo. Al llegar a casa se encuentra con su padre , el cuál no se encuentra sólo, a su lado esta Mauro Karagiannis, el padre de Ferit. —Hija mía, te busqué, pero tu hermana me dijo que había salido ¿En dónde estabas? —Lo siento Papá, estaba solucionando unos pendientes. — Lucrecia querida, veo que ya eres toda una mujer hecha y derecha, pero sobre todo muy hermosa. — gracias señor Mauro es un placer verle nuevamente. Se acerca estrechando la mano de quién será su futuro suegro, Éste toma su mano dejando un beso en ella y le sonríe de manera amable tal y como lo ha hecho siempre. Tenía buenos recuerdos del padre de Ferit, siempre fue un hombre amable y cariñoso con ella y su hermana, aparte de ser el mejor amigo de su padre. Ambos eran muy tradicionales y chapados a la antigua, pero nunca imagino que al nivel de querer casar a sus hijos sin siquiera saber qué opinaban o querían ellos. Lastimosamente no había vuelta atrás para esto, Ella no iba a permitir que los Karagiannis se quedarán con toda la fortuna de su familia . Si tenía que lidiar con un matrimonio arreglado para mantener la fortuna y seguir siendo la cabeza de las empresas de su padre lo haría, pero no les daría la satisfacción de quedarse con todo…
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