Prólogo

432 Words
Toda buena historia comienza con un asesinato a sangre fría, vísceras expuestas y el color rojo resaltando la escena, una verdadera obra de arte, ¿o no? Bueno, eso no importa, por que esto comienza así... Con el asesinato de una madre frente a su hija de 7 años. ¿Puede ser peor?... El padre es el homicida... Que típico. [...] —¿Ma-mamá? — sus ojos ahogados por lágrimas mientras veía el cuerpo sin vida de su progenitora, con sus intestinos saliendo de su abdomen para adornar el lindo vestido blanco que portaba moteado con flores lilas. Miró a su padre, volteo lentamente para encontrarlo parado ahí, con cuchillo en mano, con la sangre salpicada en un rostro tétrico. ¿Cómo había pasado eso? Cuando salió de su habitación para ir al baño, vió el momento justo donde el hombre que llama "papá" apuñaló a "mamá" en el abdomen, recorriendo el arma de forma horizontal hasta provocar la evisceración. La bella mujer se encontró con el frío suelo, sosteniendo sus intestinos, mientras le dedicaba una última mirada a su hija, una lágrima rodó por su mejilla, ella seguía viéndola, el cuchillo volvió a aterrizar en ella, hundiéndose en su pecho una y otra vez, los ojos azules no se cerraron, solo perdieron el brillo, seguía mirando a su pequeña a pesar de haber dejado de respirar. —Isabella... Lo lamento — se posó frente al cuerpo de su esposa, cayendo sobre sus rodillas —tenía que hacerlo — las lágrimas brotaron a borbotones, miró sus manos empapadas con el rojo carmesí de la sangre de su víctima. Dió un grito que retumbó por toda la casa y talló su cara con desesperación, como si quisiera arrancarse la piel. Cuando salió de su trance, después de derramar lágrimas, saliva entre otras secreciones como todo un demente, giró la cabeza hacia su pequeña de 7 años, un relámpago alumbró el psicótico rostro de su padre. Ella aguardaba en un rincón, intentando esconderse tras el sofá, asustada y sollozante, con sus pequeñas piernas pegadas a su pecho mientras se aferraba a su muñeca pelirroja, inevitablemente vacío su vejiga justo ahí, mojando su blanca pijama de vestido largo. Él se acercó a grandes zancadas... Su pequeño corazón amenazaba con salirse de su pecho, lo escuchaba retumbar en sus oídos, sus grandes ojos verdes sobre abiertos. Otro rayo iluminó la habitación y la silueta del hombre alto que tenía en frente. Ella gritó, cerró fuerte sus ojos y todo se oscureció, después, solo silencio. «Toda maldad nace de la inocencia, cuando ésta es corrompida.» ~Livier RuSo.
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