Serem lloró toda esa noche, en aquella lujosa habitación. Aquellas chicas como si fueran sus hermanas, le habían alimentado, habían curado las heridas que se había hecho en los pies por los tres días que caminó sin rumbo fijo. Alison la había acompañado hasta que creyó que ella estaba dormida, después de eso dejó la habitación a hurtadillas para irse a la suya propia. Serem no tenía queja de esas muchachas, que incluso no habían salido a «trabajar» esa noche con tal de hacerle compañía y no dejarla sola. Ella no intentaría huir, no tenía una razón o un lugar hacia donde ir. Su madre había sido clara al decir que, si no era con dinero que no intentara regresar, pues no sería bien recibida. Así que por el momento aquella mansión era el único lugar seguro que tenía en el mundo. Sabía