“¿! QUIÉN DA MÁS!? Vestida como un payaso, bajo su propia percepción, Serem fue obligada a dejar aquel camerino en que la señora a cargo le había propinado uno que otro golpe en las costillas para lograr desnudarla, bañarla y vestirla con un atuendo con el que Serem nunca había soñado. No iba vestida como una puta, o como una vulgar prostituta. Llevaba un vestido plateado que era como salido de un cuento de princesa, y esa ironía del destino la hizo entristecerse aun más. Llevaba unas zapatillas que parecían de cristal. Jamás en su vida tendría algo así, y ahora que había llegado el peor momento de su vida la vestían como una diosa solo para subastarla como esclava para un excéntrico adinerado que la someterá de todos los modos posibles. La sacaron y con cuidado de ni arruinar su pei