Subí los peldaños de las escaleras de dos en dos, corrí como si cientos de demonios me persiguieran, hasta llegar a la habitación donde estaba hospedándome, mi corazón latía desbocado del miedo, de la rabia, realmente no tenía certeza de cual sentimiento me dominaba en ese momento. Me lancé en la cama y comencé a llorar. Me molestaba que todos vieran como incestuosa una relación entre Camillo y yo, cuando por mis venas no corría ni una gota de su sangre, tampoco lo veía como familia. Inmediatamente recordé cuando mi papá con voz firme dijo “Camillo no es nada tuyo, tu padre soy yo. Tampoco es tu tío, solo es el hermano del esposo de tu tía”. Entonces, ¿Cómo pretendían hacerme cambiar esa idea, fijada en mi cuando tenía poca edad? Eso se quedó clavado en mí, Camillo no es nada mío.

