Desperté en una de las tantas habitaciones de la casa, con la sensación de que había tenido un largo sueño que no recordaba. Caleb estaba a mi lado sosteniendo mi mano, con una expresión llena de preocupación. Él no estaba seguro qué me había pasado, podía ver qué eso lo estaba volviendo loco.
—Estoy bien —le dije y de inmediato levantó la mirada.
—¿Lo estás? Yo... Algo malo está pasando de nuevo en la casa, ¿es eso? —me preguntó asustado —. ¿O acaso soy yo, es la maldición de nuevo? —me preguntó desesperado.
—No, es algo más...
—Eso dijo tu hermano —comentó, aunque la paranoia ya se había instalado en su cabeza.
—Recuerdas el recolector de almas —le dije, y él se quedó pensativo, entonces asintió.
—Voy a contarte que es un recolector de almas —dije, y tomé asiento, justo antes de que empezará a hablar el me dió un poco de agua —. Gracias.
—Estoy listo para escuchar —dijo, y pedí mi teléfono para mostrarle una foto que había tomado.
—Esta es una vieja historia que alguien de mi familia escribió sobre los recolectores de almas —le mostré la foto del antiguo pedazo de papel, y él empezó a leer en voz alta.
Érase una vez hace muchos siglos atrás y más, probablemente en la creación del mundo o del hombre, o fue mucho después cuando todo empezó a corromperse. Estaban los Ángeles, pero siempre hubo algo más, como estuvo el paraíso y luego llegó el infierno. Por supuesto, también hubo un punto medio, como todo era un punto medio donde las líneas divisorias se hacían demasiado difusas para comprender que todo podía salir mal o peor. Entonces los primeros hombres y mujeres empezaron a pecar y morir en la más profunda oscuridad de sus pensamientos llenos de tentaciones. Pero, esta no es una historia bíblica, solamente es la historia de aquellas almas perdidas qué quedaron en un punto medio sin saber a dónde ir, hasta que arribaron en un lugar que les dio la oportunidad de cumplir una condena para lograr la libertad o al menos lo que ellos veían como la libertad que era ese punto en lo alto llamado el paraíso, aunque para ello tenían que conseguir más de un alma y debían entregar lo mejor de ellos sin saber que en realidad solamente están comprometiendo su alma en una causa perdida dónde no podrían salvarse ni siquiera a ellos mismos.
—Sabes que nada de esto tiene sentido ¿cierto? —me preguntó un poco confundido por lo que había leído hasta el momento —. Sería mucho más fácil que me lo explicaras todo.
—Quería que lo leyeras para que yo pudiera explicarte con más profundidad —expliqué, él asintió y terminó de leer —. Se dice que antes eran seres humanos qué murieron de forma injusta y de algún modo sus almas quedaron vagando en la tierra, estoy segura que has escuchado sobre aquello que llaman las almas en pena.
—Como Lucía... —comentó con gran pena.
—Sí, justo como ella, existen muchas otras almas así como ella, la única diferencia es que hay almas que se quedan sin rumbo olvidando la razón de su existencia.
—¿Esos son los recolectores de almas? —preguntó.
—Sí, eso eran en sus orígenes, hasta que por alguna razón se creó un punto intermedio entre el paraíso y el infierno, las primeras almas que llegaron allí tuvieron la oportunidad de llevar a cabo una nueva tarea.
—¿Recolectar almas? —me preguntó y asentí.
—Se dice que si logran obtener cierta cantidad de almas podrán entrar al paraíso —le dije.
—No creo que eso sea verdad —comentó incrédulo.
—No, es mucho más complicado de lo que parece, no pueden ir por cualquier alma...
—¿Qué tipo de almas recolectan? —preguntó asustado.
—Recolectan almas como ellos, que pertenecen al purgatorio, que necesitan ser juzgadas y en otros casos persiguen almas oscuras para liberarlas y purificarlas —expliqué y me miró lleno de preguntas, pero con miedo a hacerlas.
—¿Qué tipo de alma soy yo? —preguntó después de varios segundos en silencio.
—Se supone que cuando murieras irías al purgatorio para ser juzgado —le dije con tristeza, y él se levantó de su asiento para dirigirse a la ventana de la habitación, probablemente necesitaba tomar un respiro.
—¿Es por la maldición? —me preguntó sin mirarme, pero por su voz supe que se encontraba triste al ver que aquello seguía persiguiéndolo.
—Sí, lo siento —le dije.
—No es tu culpa, nada de esto es tu culpa —dijo como si estuviera en modo automático, podía sentir que sus pensamientos estaban en otro lado.
—Encontraré la forma de solucionar esto —le dije, y se volvió a mí con expresión preocupada.
—No, no quiero que te pongas en peligro, eso fue lo que pasó hoy, ¿no? —preguntó y me sentí un poco avergonzada por ello, no quería hacer que se preocupara.
La conversación terminó cuando tocaron la puerta y Joe entró a preguntar cómo me encontraba, un doctor que estaba en la fiesta me hizo un corto chequeo y finalmente me dejaron levantarme de la cama. Cuando salimos me sorprendió ver que aún quedaban algunas personas en la casa, como si la fiesta no hubiera terminado, o tal vez no hubo oportunidad de ponerle fin. Mis ojos se detuvieron entonces en Charlotte que seguía allí con su padre, al vernos se acercaron a nosotros para preguntar si ya me encontraba mejor. Fui lo más educada posible con ellos, pero había un sentimiento de celos creciendo dentro de mí y empezaba a molestarme cada vez más. Hice todo lo que pude para mantener las cosas en un buen ambiente, y luego ví el recolector de sombras mirarme a la distancia, siempre estuvo allí.
—¿... Cierto, Mara? —me preguntó Caleb y me volví a verlo confundida, había estado mirando fijamente a un mismo punto por tanto tiempo que no me di cuenta cuando inició la conversación.
—Me disculpo, creo que aún me siento un poco mareada —esa fue la única excusa que pude pensar, y de inmediato Caleb se aseguro de buscar un lugar para que yo me pudiera sentar. La atención de Caleb hacia mi pareció molestar un poco a Charlotte, quién intento mirar hacia otro lado para poder ignorar lo que veía, tal vez de algún modo ella esperaba que nuestra relación no fuera tan fuerte.
—¿Quieres que traiga el doctor de nuevo? —me preguntó Caleb, y yo le aseguré que no era necesario.
Me sentí mal por haber dicho eso ya que vi que Caleb realmente se preocupó por mí bienestar, pero tampoco quería quedar como una persona despistada frente aquella mujer y su padre.
—Creo que iré por un poco de agua —anunció Caleb, y se marchó después de darme un suave apretón en el hombro. Charlotte también creó una excusa y se marchó poco después, de modo que quede a solas con su padre. Me sorprendió en la manera en que miraba a su hija marcharse con cierta sospecha, luego me miró un poco avergonzado.
—Espero que no te sientas incómoda por nuestra presencia, la historia entre Caleb y Charlotte ha quedado atrás y es por eso que me atreví a volver a hacer negocios con ustedes, porque no creo que sea sano para ellos que vuelvan a estar juntos de nuevo —confesó en voz baja —. Ella no habla mucho sobre lo que pasó, pero le costó bastante recuperarse y requirió de muchas sesiones terapéuticas, solamente espero que esto le ayude a cerrar ese ciclo.
Cuando habló de cerrar el ciclo me di cuenta que no era más que una frase que simplemente le habían estado repitiendo por un largo tiempo, me atreví a pensar que se trataba de sus sesiones terapéuticas. Seguramente les habían hablado sobre sanar y seguir adelante, pero no estaba segura de que Charlotte hubiera entendido lo mismo.
—Para Caleb también fue bastante difícil, aunque no hable mucho de ella —sentí la necesidad de agregar aquello, para que se diera cuenta que al haberlos reunido él también podría salir herido.
—Entonces ambos tenemos el mismo objetivo, que ellos puedan dejar el pasado atrás —dijo, y Caleb regresó con el vaso de agua para mí.
—Gracias —dije, y lo bebí todo para sorpresa de los dos hombres —. Creo que es hora de ir a casa —le dije a Caleb y él asintió.
Así fue como nos fugamos de la fiesta, y mis hermanos se nos colaron en el carro a último momento. Bueno, para eso está la familia, para aparecer cuando menos te lo esperas.
—¿No vinieron en auto? —les pregunté, y Caleb se rió.
—Sí, pero no era nuestro, papá no nos prestó el auto —dijo Milo, y se encogió de hombros —, ¿vamos a casa cierto?
Entonces, no tuvimos más opción que ir a casa de mis padres, al menos tendría un poco de tranquilidad allí. Lo único que pude hacer en todo el camino era tocar de forma inadvertida la mano de Caleb, el me miraba de reojo y sonreía, mientras mis hermanos hablaban de locuras en la parte de atrás o miraban sus teléfonos.