NARRADOR Las manos de Alondra temblaban mientras el ardor del alcohol le quemaba la garganta. La noticia que acababa de recibir era un golpe brutal, y no lograba entender en qué momento su imperio comenzó a desmoronarse. —Necesito que me ayudes a que Grecia vuelva conmigo —dijo Camilo con voz firme, recorriéndola con la mirada de forma insolente. —Eres un maldito descarado, Camilo. Tu misión desde el principio era acabar con esa desgraciada. ¿Ahora qué? ¿Vienes a exigirme cosas después de gastar todo mi dinero y hacerme creer que mi hermana estaba muerta? —Ya te lo dije, Alondra. No pude evitarlo. Me enamoré de Grecia como un maldito idiota, y ahora no sé cómo seguir sin ella. Pero no puedo enfrentar solo a Dante Corleone. La respiración de Alondra se volvía agitada. Apretaba con fue

