DANTE CORLEONE Le di un beso en la frente a mi amada Ángela y la llevé a la habitación. Ella era el pequeño terremoto que llenaba de vida la mansión. Desde que Norida se había ido, todo en el lugar se tornó sombrío, pero ellas dos eran como esa luz que impedía que mi vida se apagara. —Papi, cuéntame una historia para dormir —dijo mi pequeña, restregándose los ojitos y aferrándose a mi brazo. Me sentí mal, porque los únicos cuentos que conocía eran los sucesos de mi organización, y, evidentemente, no eran historias apropiadas para una niña de su edad. —Cariño, ahorita viene la niñera y te contará una historia —acaricié su frente con ternura. En ese momento, la puerta se abrió y allí estaba Sofía, desafiante, con los brazos cruzados. Sus ojos ardían de intensidad, y su actitud me alertó

