Grecia Ventura Un labial mate sobre mis labios y un hermoso traje color pastel. Se suponía que sería la maestra de una niña de siete años, pero lucía como la maestra de una mujer de sesenta. Suspiré, porque no tenía la más mínima idea de qué hacer o cómo vestirme para la ocasión. Ya decidida, estaba lista para salir del departamento cuando, de repente, su mano me sujetó. —¿Ya te vas? —Camilo me miró de arriba abajo, y yo sonreí nerviosa. —Sí, pensé que ya te habías ido a trabajar. Necesito llegar a mi nuevo empleo pronto, voy sobre el tiempo. —Me zafé de su agarre, tratando de no ser brusca. —Te llevo. —No es necesario, Camilo. Yo puedo hacerlo sola. —En serio, Camilo, no es necesario. Él cambió su semblante y su mirada se volvió más sombría. Nunca antes lo había visto comportarse

