Alondra Ventura Sus ojos maquiavélicos me recorrían de arriba abajo, emitiendo un juicio silencioso que me erizaba la piel. Nunca antes había sentido miedo. Siempre me consideré una mujer valiente, firme ante la adversidad. Pero frente a él… cualquier rastro de coraje se desmoronaba sin piedad, dejándome, temblando hasta los huesos. Antonio de las Casas era maldad en su forma más pura: despiadado, frío, calculador. Nada que ver con el Señor Mafia. Al menos Corleone conocía la compasión. —Pensé que no volvería a verte jamás, Alondra —susurró cerca de mi oído, helándome la sangre. —Antonio, cariño… ya sabes cómo es esto, entre la maternidad y los negocios —respondí, esforzándome por mantener la compostura. Por dentro, sin embargo, el corazón amenazaba con salirse de mi pecho de lo rápid

