-Desde el pasillo las prendas iban quedando en el suelo, Alexander en verdad estaba desesperado aunque no era el único.- -Una vez dentro me levantó en sus brazos, me sentó sobre un pequeño armario.- -Te necesito.- susurraba.- -Mi vestido ya no estaba a la vista, igual que mi vergüenza, yo me portaba como una fiera, rompía la ropa de Alexander.- -En cuestión de segundos estábamos envueltos en el fuego de la pasión, Alexander me embestía sin piedad alguna, yo trataba de sostenerme de sus musculosos y pronunciados brazos.- -Su mano estaba ahora en mi cuello, solo se escuchaba como nuestros cuerpos se golpeaban en un sonido sincrónico.- -Me encantas.- lo escuchaba decir.- -La habitación nos quedó pequeña, creo que no fuimos lo suficientemente rápidos como dijo la abuela.- -Ahora está

