Valentina
Llevo una semana fuera de la casa de mis padres, desde el primer día mi meta ha estado clara, no debo darme por vencida, de lo contrario mi madre sería la primera en burlarse por mi fracaso. No le daría el gusto que ha estado esperando todo esto tiempo.
Nunca he logrado comprender ¿Por qué me odia tanto?, he llegado a pensar que no soy su hija biológica, por la forma en que me trata, por no decir que me maltrata; Hay un abismo entre mis hermanos y yo; al principio terminaba llorando por todos los rincones de la casa, como una mojina *(tortuga) a punto de morir. Con el tiempo me acostumbré a ignorar sus comentarios mal intencionado, y enfocarme en las cosas que me dejen un beneficio. Puede decirse que solo mi padre es la única persona con la que he contado incondicionalmente.
Tengo dos hermanos a los que adoro con toda mi alma, pero a veces las influencias de mi señora madre han afectado en la relación que mantenemos. Así que no los busco mucho, para no provocar más problemas entre nosotros.
He aprendido a ser una persona independiente y solitaria, ocupándome de mis necesidades principales, con lo poco que gano en los diversos trabajos de medio tiempo que he conseguido a lo largo de todos estos años. Trabajo desde los quince años, con mis ahorros me compré mi primer coche, que es el que me acompaña a todos lados. En ocasiones llega hacer la función de una casa, solo porque no puedo bañarme en él, de lo contrario sería feliz viviendo de esta manera.
Después de muchos esfuerzos logré entrar a la universidad que tanto soñaba, amo el medio ambiente y aquí estoy, a tan solo dos días de iniciar las clases de manera oficial como universitaria. Pero por lo pronto debo concentrarme en encontrar un trabajo de medio tiempo, que me permita llevar alimentos a mi mesa todos los días, si bien me va por lo menos una vez al día. Espero no morir en el intento, ya que para mí la comida es sagrada y mi apetito es igual al de cinco niños.
Esto era algo por lo que siempre discutía con mi madre, casi, casi, me pedía que pesara cada pieza que me comía al día. Si pasaba de 250 gramos ya no se permitía, o si llevaba mucha grasa. En fin, todas esas cuestiones que, según su parecer, me harían subir de peso hasta ser una ballena, gracias a Dios, estoy bendecida con una buena digestión y mi hermosa anatomía, la escondo de tras de mi vestimenta o como la llama todos “ropa de abuelita”. Algo que me tiene sin cuidado alguno, no vivo del que dirán mucho menos de las apariencias.
Desde mi llegada, me he sentido arropada por Aracely quien me dio la bienvenida en la escuela. Se ha convertido en mi amiga en estos días, ella trabaja en la universidad en el área administrativa, tengo entendido que es también el brazo derecho del rector, pero la verdad no me queda nada claro. Me ha llenado de consejos que pienso seguir para no meterme en problemas durante el tiempo que dure mi carrera, no me interesa hacer amigos o conseguirme un novio, para mí, lo más importante es ser la número uno de las clases y contribuir a la Ciudad con mis proyectos.
Espero que no me malinterpreten, o me tachen de antisocial, pero es claro que eso de hacer amigos no es lo mío. Las personas se dejan llevar por las apariencias y como han visto no tengo la mejor de ellas y no considero buscarle tres pies al gato sabiendo que tiene cuatro.
La Universidad de Barcelona se ha distinguido por su prestigio y contar con el máximo número de graduados con excelentes resultados. También por ser una escuela de elite entre las personas con mayor rango financiero en todo el continente, el 90% de sus estudiantes proviene de familia con muchos recursos económicos, entre los que destacan dueños de empresas e inversionistas de capital extranjero. El resto de la matrícula, es decir, el 10%, es cubierto con personas que se esforzaban al máximo para obtener las mejores notas en sus colegios, permitiéndoles así acceder a una de las becas que ofertaban año con año; en esa pequeña minoría me encontraba yo, dispuesta a triunfar en grande.
Pero para que seguir en lo mismo, debo seguir adelante, nada en esta vida es regalado y tengo que trabajar para poder solventar el resto de mis gastos, que espero que no sean muchos o terminaré abriendo mi cuenta de OnlyFans para ganar dinero como lo hacen esas chicas, en mi caso lo haría por una buena causa.
¡Hay Dios mío lo que estoy diciendo!
Si me escuchara mi madre muere instantáneamente, mejor me dejo de burradas, es momento de activar mi modo trabajador.
Valentina: Hola amiga, buenos días ¿Cómo va tú mañana? ¿Ya asesinaste a unos cuentos individuos o estás en eso?
Aracely: Ganas no me faltan, pero debo comportarme como la persona madura que soy. Recuerda que toda yo soy paz y tranquilidad.
Valentina: ¡Oh! Entonces parece ser que me han timado estos días, tendré que ir a poner mi queja al departamento correspondiente.
Aracely: Hay maldad en tu corazón, granuja. Valentina: Bueno, en lo que te diviertes un poco, yo saldré a comprar unas cosas al supermercado, me imagino que estarás todo el día en la universidad con la llegada de los alumnos, prometo pasarte a ver cuando regrese, tal vez se me pegue algo delicioso.
Aracely: Me abandonas, vez, trabajo y ni te acuerdas de mí. ¿Qué karma estaré pagando contigo?
Valentina: Venga, deja el drama. Prometo cocinarte algo rico a mi regreso para compensar todo ese desgaste emocional y físico que estás teniendo, con tantas hormonas sueltas por ahí.
Aracely: Me has persuadido. Solo por eso te perdono en este mismo instante. Valentina: ja ja ja qué difícil eres de convencer, trataré de no envenenarte con mis menjurjes.
Aracely: ¿Me puedes traer una Coca Cola de Cherry? Porfa… porfa…
Valentina: ¿En serio?
Aracely: Sí, me encantan. Me cuesta mucho conseguirlas en los supermercados, ya que son productos de importación. Espero tengas suerte hoy y las encuentres.
Valentina: Fabuloso, pensé que era la única loca a la que les gustaban ese tipo de sabores. Ahora entiendo por qué nos llevamos también, en tan poco tiempo.
Aracely: Hay un dicho que dice “Dios nos cría y el diablo nos junta”. Puede ser justamente nuestro caso.
Valentina: Me has hecho el día. Bueno, te dejo. Debo ir por las compras. Cuando regrese te llamo para que subas a comer.
Las personas que me conocen siempre me han catalogado como rara, cuando les digo que me agrada la Coca Cola sabor cherry o la Coca Cola de vainilla, por fin alguien está de acuerdo con mis gustos ¡Gracias Dios!.
Hablar con Aracely era muy fácil, era una chica que te inspiraba confianza desde que la conocías, su sencillez te hacía sentir única y especial, podría comprender por qué el rector le pedía que trabajara los siete días de la semana, cuando los alumnos se encontraban en la etapa de inscripción. Seguramente nadie los comprendía mejor que ella.
Aracely me comento que después de estas fechas su trabajo disminuía considerablemente y llegaba a descansar una semana completa, si surgía algo se podía dar el lujo de atenderlo por teléfono. A veces se aburría de estar encerrada en su casa y venía a dar una vuelta por la universidad para ver como marchaban las cosas en su ausencia.
Todo pasaba por sus manos antes de llegar a rectoría, por ellos los mismos maestros la respetaban.
Bueno, es momento de ponerme en marcha para hacer las compras, pero también de buscar un trabajo de medio tiempo, uno que me permitiera cumplir con todas mis actividades en la escuela y ganar dinero. Sé que la tarea no sería nada fácil, pero estaba segura de que hoy era mi día de suerte.
Salí de la residencia buscando el supermercado más cercano, conforme las indicaciones del GPS, solo espero no tener problemas, porque no tengo para nada desarrollado el sentido de ubicación, con trabajo sé cuál es mi derecha y cuál es mi izquierda.
Tomar un taxi o manejar mi coche no era una opción, así que me tocaría caminar algunas cuadras hasta llegar a un impresionante complejo que albergaba el supermercado. Si alguien me hubiera dicho antes que ahí se encontraba, no lo creería.
Unos cuantos tropezones, unas vueltas a la derecha de más, preguntas a las personas que pasaban a mi lado para que me orientaran y una seguida de perro, pero por fin me encontraba frente al edificio que marcaba mi celular. Vidrios templados, con ventanas enormes y exquisitas. Por donde mirabas aquello gritaba lujo por todos lados. La verdad no sabía si llorar o reír, pero no era el momento de echarse para atrás; Algo bueno obtendría de este lugar, de eso estaba segura, mis presentimientos nunca me fallan.
—Disculpe, señor, ¿Me podría indicar donde se encuentra el supermercado? Según mi GPS me confirma que he llegado a mi punto de destino, pero no lo veo por ningún lado.
—Segundo piso, a mano derecha, jovencita, le aconsejo que tome el elevador, las escaleras están un poco lejos de aquí y puede perderse en el camino —respondió el vigilante con una sonrisa.
— ¡Oh! Gracias.
— ¿Sabe dónde se encuentra el elevador o las escaleras?
—No, señor. Soy nueva en la zona y esta es mi primera visita a este centro comercial, me costó mucho llegar hasta aquí, llevo más de treinta minutos andando.
— ¡Por Dios, muchacha! ¿Qué estabas pensando para caminar bajo este sol? Detrás de ese muro blanco, a la izquierda podrá encontrar los elevadores panorámicos que te llevaran al supermercado que buscas.
— ¿Tanto se me nota que no soy de la zona?
—No señorita. Solo que las personas que frecuentan este complejo no acostumbran a saludar a los guardias de seguridad a como usted lo ha hecho. La amabilidad es algo que desconocen por completo, piensan que somos personas inferiores a ellos.
—En esta vida, todos somos iguales, lo único que nos hace diferentes es la forma de tratar a las personas. Una profesión o un trabajo no hace más o menos a nadie, es una pena que existan personas que opinen de esa manera.
—Qué amable es usted señorita.
—Valentina, señor, mi nombre es Valentina.
—Gusto en conocerte Valentina, mi nombre es Ramón y como puedes ver soy guardia de la puerta principal de este hermoso complejo.
—Gusto conocerte Ramón, espero que nos volvamos encontrar pronto.
—Por supuesto señorita Valentina, no la distraigo más, el supermercado está por abarrotarse en una hora con la llegada de los nuevos estudiantes, esta es la plaza más cercana a la universidad y viene a divertirse.
—Gracias, señor. Que tenga buen día.
Creo que es la mejor elección que hecho en mi vida, en este lugar todas las personas me tratan diferente, nadie se fija en mi aspecto ni ha hecho comentarios sin sentidos, al contrario me hacen sentir parte de ellos, si tan solo así me trataran en mi casa, todavía viviría con ellos. Pero no era momento de lamentaciones, debía apresurarme a encontrar el sitio antes de que llegara el resto de los chicos.
No es que fuera antipática, simplemente no me gustaban los aglomeramientos. Ver tanta gente me enfermaba y no lo decía de juego, literalmente la presión se me bajaba, las manos me empezaban a sudar, se me nublaba la vista, veía estrellitas y para rematar en ocasiones me daba por vomitar sin importar el punto donde me encontrara. Todo un estuche de monerías, por eso siempre prefería los espacios menos concurridos, así evitaba pasar vergüenzas innecesarias.
Nadie de mi familia sabia de este pequeñito problema, lo he mantenido siempre oculto. Cuando tenía doce años le pedí a mi nana que me acompañara al doctor, para hacerme unos estudios, de los cuales resulto que tenía “Agorafobia” que no es más que un tipo de trastorno de ansiedad en el que le tengo miedo a los lugares o situaciones que me hacen sentir atrapados e indefensa, originado por un ataque de pánico que para ser sincera no lo recuerdo o más bien lo he bloqueado de mi mente.
Las personas como yo nos sentimos inseguras en lugares públicos, especialmente donde se reúnen grandes cantidades de personas. El médico siempre me recomendó salir acompañada de algún amigo o familiar que me brindara seguridad, desafortunadamente nunca tuve ninguna de las dos cosas, así que me las tuve que ingeniar para salir adelante.
Había seguido las indicaciones que don Ramón me había dado en la entrada, tal parece que como guía era muy bueno. No tuve ningún contratiempo en encontrar el lugar que buscaba y sin perderme como era mi costumbre, esto era un avance significativo, hasta daba saltitos de alegría en mi interior. Bueno, pero como siempre hay un palito en el arroz, cuando terminaba de celebrar mi pequeña victoria, me quedo completamente anonadada al ver la “pequeña entrada” del supermercado, de nuevo lujos y más lujos.
Estaba a punto de pensar si me encontraba en Dubai o en Barcelona. Esto ya me estaba poniendo nerviosa, ha todo lo que siempre había huido, ahora lo tenía delante de mí. Era mejor que empezara a controlar mis nervios y mi mente, que se planteaba miles de escenarios en nanosegundos. Si quería comer las siguientes semanas en la universidad, no debería de correr.
Sacando fuerzas de quien sabe dónde y haciéndome un coco wash rápido, me arme de valor caminando para tomar un carrito que me sirviera de apoyo, además de ser el lugar en donde colocaría mis compras. Mi lista no era tan larga, solo estaba buscando las cosas más indispensables que me ayudaran a sobrevivir en lo que encontraba un trabajo.
Camine cada uno de los pasillos, buscando únicamente lo que tenía anotado en mi lista, no podía salirme de mi presupuesto, esos lujos todavía no podía dármelos, me sentí como los caballos percherones en las carreras, donde solo puede ver el camino que le están guiando.