Mansión Magnus. Sala de interrogatorio, 12:00 horas. El hombre acobardado analizaba el desastroso destino al cual había sido arrastrado. Por un lado: si se rehusaba a compartir lo que sabía, lo torturarían hasta dejarlo seco. Pero si lo hacía sin oponer resistencia, dudaba mucho que lo dejaran ir sano y salvo. Sus opciones eran escasas, tal vez si suplicaba miserablemente para que lo exoneraran, podría sobrevivir y llegar a contemplar de nuevo los rayos del sol. El Alfa frente a él era tan imponente que casi lo hace mearse en los pantalones del susto, lo cual era mil veces peor. Su cuerpo temblaba con intensos espasmos y el sudor le empapaba. La respiración era tan rauda y pesada que pensó que estaba a punto de entrar en shock. Hasta que el Alfa habló y si ya no estuviera conta

