Veinte y medio

1255 Words
Uno de los guardaespaldas agitaba su pierna contra el suelo. ¡Pum! ¡Pam! ¡Pum! ¡Pam! ¡Pum! ¡Pam! El ruido del golpeo incesante quebrantaba la voluntad de algunos presentes. ¡Chh! ¡Chh! Se escuchaba el chasqueo de los dientes de Jordan, un americano al servicio de la organización soviética. ¡Pum! ¡Pam! ¡Pum! ¡Pam! La ansiedad se lo estaba comiendo vivo. ¡Pum! ¡Pam! ¡Pum! ¡Pam! - ¡Olic! Detente de una buena vez, me estás desesperando – indicó Hal en un tono enérgico que sacudió levemente a todos en la sala. El hombre sin chistar se quedó quieto. El respeto y obediencia que sentían por su jefe era indudable. El otro que sentía que se había detenido hasta su respiración fue Lucas. Volteó la mirada por la ventana en dirección a su vehículo, llevándose una desagradable sorpresa que lo hizo sentir un vacío inexplicable en su estómago. - Mi… ¿Mi carro? – preguntó asustado. - ¿Tienes algún problema? Me habías dicho que te encontrabas listo para experimentar grandes cosas y no creo que un simple juego de blackjack te haga precisamente especial ilusión. - Pero… ¿No te parece exagerado apostar propiedades? Mejor juguemos dinero, creo que es una opción mucho más sensata… - ¿No es lo mismo? Querido amigo, si pierdes tu carro te compras otro… a menos que salgas de aquí sin un solo peso. Mikael sonrió. Hal era una persona impulsiva, humillante, pero no tonto. Sabía que no tenía el nivel para hacerle frente a alguien que se había destacado de esa manera en los diferentes juegos de todos los casinos en la ciudad. Algo debía estar planeando. - Entonces, inicio yo ¿Verdad? - Antes de eso jefe, el contrato – indicó el subordinado que se encontraba a su lado, pasándole una hoja y un esfero, esperando su firma. - ¡Oh es cierto! Casi lo olvido. Como verás, no quiero que ninguno de los dos se libre tan fácilmente y como para tu desgracia te conozco muy poco, no podré confiar en tu palabra. Espero que no lo tomes personal, es pura formalidad. Tenemos que firmar un contrato que exprese que todo lo que se establezca como botín de apuesta el día de hoy llegará a quien le corresponda. - No entiendo para que es necesario… enserio. - Lucas – se escuchó la voz de Mikael, quién interrumpía la conversación mientras encendía un cigarrillo con un fósforo, algo rústico. Me parece extraño que digas eso, viniendo de ti, deberías estar emocionado al saber que todo se realizará en términos relativamente legales y que puedes adquirir fortunas inmensurables. - No… no es nada, sólo que yo siempre he jugado por gusto y me han llamado, creí que era para participar en algún evento, pero esto no estaba presupuestado en mis planes, ni siquiera sé que dirá el contrato… he visto casos… - Si quieres podrás llamar a tu maldito abogado, esperarlo las horas que sean necesarias, que te afirme que es un maldito protocolo y luego jugar ¿Quieres eso? ¿Quieres perder tiempo? – gritó finalmente con rabia el jefe de la mafia. - No… no es eso, solo que entiéndanme… vine aquí esperando algo distinto y me salen con esto… - ¿Tienes miedo? Es eso ¿Verdad? - No, nunca le he dicho que no a una apuesta sólida… pero… - Está bien, retírate. Creía que el chico de oro era una persona más decidida. Pero veo que simplemente se queda en su zona de confort y no es capaz de enfrentarse a los retos que el mundo le tiene preparado. A pesar de que sentía que todo esto había sido una clara encerrona por parte de la mafia, temía por algo más que sus propiedades en ese momento, temía por su vida. - Ya basta… está bien - musitó a regaña dientes. Jugaré contigo y firmaré el dichoso contrato, sólo déjame leerlo un momento. - Sin ningún problema - su cara de enojo cambió en menos de un segundo. El joven se detuvo a revisar si encontraba algún artículo o palabra trampa que le pudiera indicar que estaba firmando algo que no debía y que le perjudicaría en su futuro. Revisó de manera rápida todo el contenido del contrato, de arriba hacia abajo, las cinco páginas que contenía. Al parecer todo estaba en orden, no encontró ningún punto alterado que pudiera comprometerlo. Agarró el lapicero firmemente con la mano izquierda y procedió a escribir su firma. Tomó el contrato y se lo devolvió a su remitente, quién hizo lo mismo. - Muy bien, oficialmente daremos inicio al juego – indicó Mikael. El primer premio será un auto deportivo, valorado en 200.000 dólares. El calvo procedió a barajar de inmediato. Cortó la baraja por la mitad. Revolvió. Volvió a cortar. Revolvió. Finalmente tomó la primera carta y la dejó en la última posición. - Iniciará mezclando el primer crupier. Hal agarró el maso de cartas previamente manipulado por su asistente y procedió a barajar de la misma forma. - Muy bien – dijo mientras posaba una carta boca abajo en frente suyo y una boca abajo en frente de su contrincante. Ahora tomó dos cartas más y las colocó de manera que se pudiera observar su valor. El as de corazones era la carta que había quedado a la vista en el puesto del crupier y el 8 de picas era el que le correspondía a Lucas, quién tomó la segunda carta, la volteó de modo que solo él la pudiera observar. Se dio cuenta que era un 6 de diamantes, lo que hacía que automáticamente sumara 14, es decir 20 y medio. - ¿Deseas más cartas? – cuestionó Hal. - Hmmmm, no lo sé – intentó farolear para aparentar que tenía un puntaje muy bajo. No, creo que me planto. - ¿Estás seguro? - Así es. El jefe de la mafia procedió a voltear su carta. Sorpresivamente era un 10 de corazones. Los dos números sumaban 21. Ganador de la primera ronda: Hal. - ¿Cómo es posible eso? – preguntó Lucas indignado. La sensación de la derrota era algo desconocido para él. No había perdido un solo juego y ahora, se encontraba en un duelo tan apretado, dónde cada ronda era un mundo distinto. Ahora mismo acababa de perder su vehículo. Respiraba agitado. Sudaba frío. - Amigo, el 21 es mucho mayor que el veinte y medio, por lo tanto, necesito las escrituras de ese precioso automóvil, te prometo que lo cuidaré. - No entiendo, me parece mucha coincidencia que tu primer mazo haya sido un 21, es una tontería, tienes todo de tu lado ¿Verdad? La sala quedó en silencio absoluto. - Hoy estoy de buen humor, así que seré sincero contigo. Si te da desconfianza que los demás estén aquí, los mando a retirar… más bien, para que te des cuenta lo que te estimo y mi voluntad en demostrar que nada de esto es planeado, te dejaré jugar con un mazo de tu propiedad, así estarás seguro de que nada está alterado. - Por favor, retíralos. Con un leve movimiento, apuntó su mano hacia la salida indicándole a los demás que debían salir de la habitación. - ¿Tienes una baraja propia? - Quizás en el carro, iré a buscar. - ¡Claro que te doy permiso de ir a buscarla en mi carro! La mirada que Lucas le dirigió parecía invocar al mismísimo infierno.
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