Hal

1074 Words
Pesó más la invitación de un extraño a un garito que la de su esposa a cambiar sus hábitos de vida para que más adelante no se arrepintiera de las decisiones tomadas. El hombre es un ser extraño. Por más difícil que sea una situación, siempre encuentra la forma de meter la pata de manera más grave. Pudo aprovechar que finalmente tenía una persona a su lado dispuesta a luchar cualquier batalla a su lado. Pero a él no pareció importarle en ningún momento. No corría sangre por sus venas. Tomó su vehículo y se dirigió inmediatamente a la dirección de la que se remitía la carta. Estuvo todo el camino pensando sobre lo que le había comentado su esposa y estaba de acuerdo hasta cierto punto, pero ya en dónde se encontraba, no podía echarse para atrás. Sí, era cierto que todo su imperio se encontraba cimentado sobre una base inestable, que si bien sólo se podría derrumbar en un caso muy extremo, confiaba en su suerte, tanto que le había costado la misma relación con su hermana adoptiva. Helen salió de la ducha. - Cariño ¿Dónde dejaste la plancha la última vez? – preguntó, obteniendo un silencio sepulcral como respuesta. Se detuvo en medio de la sala buscando con la mirada a su marido, pero al percatarse que ya no había nadie en la casa se vistió y bajó las escaleras para consultar al vigilante de la zona residencial. - Buenos días ¿Has visto a Lucas? - ¿El señor Lucas? No señora, no ha pasado por aquí. - Qué raro… es que… no, olvídala, quizás estaba en el baño o algo por el estilo. - Vale, que tenga buen día señora. Se devolvió por el mismo camino por el que llegó y entró a su casa. Buscó por cada uno de los rincones de su hogar, un edificio con grandes medidas, pero no halló a su esposo por ningún lado. Desbloqueó su teléfono y se dirigió a sus contactos para llamar a Lucas. Su esposo no agarraba la llamada y decidió dirigirse hasta el parqueadero para verificar si el automóvil seguía en su sitio. Al bajar en el ascensor, buscó el puesto habitual dónde se solía parquear el deportivo que poseía. No lo encontró. - Pero qué demonios… ¿Por qué me diría entonces que no salió del edificio? En ese momento una mano desconocida se asomó detrás y con un trapo untado con cloroformo la durmió de repente. Ahora la mafia tenía en su posesión a Helen. Por otra parte, Lucas recorría rápidamente las calles estadounidenses, emocionado por el llamado de su antiguo conocido quién lo había citado para jugar. Extrañaba la sensación de peligro que experimentó en el juego de la guillotina. Era algo con lo que tenía pesadillas constantemente, pero a pesar de lo traumático que había resultado la experiencia, necesitaba vivir algo de ese calibre para sentirse vivo. A pesar de sus múltiples victorias en el mundo de las apuestas, estaba cansado de esa racha ganadora sin absolutamente ningún riesgo. Así que ahora, al ver la invitación de Mikael, estaba dispuesto a lanzarse de cabeza sin pensarlo. Arribó a una casa en medio de la nada, rodeado solo por árboles. Se veía un sitio muy humilde, hasta que observó a más de cinco tipos rodeando la propiedad con armas de gran calibre. Se bajó del carro y en la entrada del pequeño hogar lo recibía aquel hombre gordo y calvo que algún día le propuso una de las experiencias más emocionantes de su vida. El ruso se acercó abriendo los brazos. El abrazo nunca se dió. - ¿Y tu hermana? – quiso saber el hombre. - Esta vez no me estará acompañando. - Es una pena, en ella veía la misma… no, yo diría que más habilidad que la tuya. - Así lo pensaba en un principio, pero el tiempo se encargó de demostrar que lo que le faltaba era voluntad. - Entiendo ¿Y el bufón? - ¿Nikolas? Todavía somos muy amigos, aunque ya no coincidimos tanto como antes. - Me importa una mierda la verdad – sonrió. Era un imbécil que estaba en el lugar equivocado, con las personas equivocadas. - Tal vez tengas razón. - Bueno, a pesar de todo, aquí estás de nuevo. - Lo sé… - Esa vez vi algo en tu mirada… esa pasión que desprende alguien que ya está sumido en el mundo… alguien que ya no tiene escapatoria de un mundo que solo ha sido hostil. Creo que ni siquiera ganar te genera emoción alguna. Lo pude ver cuando ganaste aquella vez a costa de tu dedo. - Puede que en algo tengas razón en tus palabras, no te lo niego. Tal vez esa fue la razón por la cuál vine ¿Con qué juego me vas a sorprender esta vez? - Esta vez no soy yo el que organizo nada para serte sincero. Te hiciste un nombre en la escena de las apuestas y captaste la atención de mi jefe, tengo que darte una advertencia antes de esto. Es un tipo complicado, que puede reaccionar mal ante la derrota, así que trata de entender y tener un poco de paciencia si te llega a insultar o a dar una orden que no queramos cumplir. Ya sabes, perro que ladra no muerde. - No te preocupes, he lidiado con más tipos así de los que te podrías imaginar. - Lo sé, ahora que lo pienso… ¿Todo bien con tu hermana? - ¿Por qué de repente te interesas por mi vida personal? - No es nada en concreto chico, pero esa vez noté esa mirada de decepción en ti. - Puede que tengas razón, no me siento mal por haberme distanciado de ella, pero existen momentos donde quisiera que todo fuera diferente. - Entiendo. Sigue – le indicó con el brazo extendido. El ambiente lúgubre del lugar le incomodaba, hacía que desde el tobillo hasta la coronilla su piel se pusiera de gallina. - Bienvenido, chico de oro – aseguró una voz ronca, entrecortada. - Hola, mucho gusto… - ¿Lucas? ¿O me equivoco? – lo interrumpió el hombre. Mucho gusto, soy Hal, creo que jamás has escuchado sobre mí y me alegra. Lo de hoy será un simple juego en el que apostaremos, tengo curiosidad por ver de lo que eres capaz. - ¿Y qué jugaremos? - Blackjack – aseguró sonriente.
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