Dante se pone tan cerca de mi que es casi absurdo no darse cuenta de que es un ataque de celos además de un clarísimo marcado de territorio.
Gabe reprime una risa. Incluso llega a bajar la cabeza para mirar al suelo escondiendo la incipiente carcajada.
—Creo que sabes quien es, cielo —ironizo.
—Lo importante es que todos sepamos que...
—Es un gusto conocerlo, señor —interrumpe el tercero en discordia a mi marido y le ofrece su mano —...Castle. Si Camille fuera mi mujer probablemente reaccionaria peor.
—No lo creo pero me vale.
Dante le devuelve el saludo y casi me pellizco la boca por su atrevimiento. Estamos aquí con un objetivo y no veo que él lo esté cumpliendo. Está mucho más ocupado meandome alrededor que manteniendo un perfil bajo que fue lo que me pidió en un principio.
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