Leana repitió el nombre en voz baja, probándolo en su lengua, como si estuviera saboreando cada sílaba. — Paul... me gusta ese nombre. Emma y Martin, que habían estado observando la interacción, se acercaron a Vincent para agradecerle su amabilidad y la paciencia que había tenido con la niña. — Gracias por ser tan amable con ella, señor. —dijo Emma con una sonrisa sincera. —Ha pasado un buen rato. Es raro encontrar a alguien tan paciente con los niños. Martin, con el rostro más serio pero agradecido por hacerle el trabajo más ligero, agregó: — Es una niña con mucha energía. No cualquiera puede seguirle el ritmo. Vincent sonrió, sintiendo el peso de la mentira mientras asentía. — Fue un placer. Es una niña increí

