—¿Hacia dónde vamos ahora, señora? —Ernesto, que conducía me preguntó, tal vez le confundió que hubiera llegado al auto tan rápido y sin decirle a donde ir. —Mm… A la comisaría —Respondí sin mirar hacia adelante. Estaba absorta mirando las calles atestadas de vehículos de cuatro y dos ruedas, no es que no lo disfrutara, si no que no me quitaba de la cabeza el pequeño problema que había causado Lastri; la petición de su madre seguía resonando en mi mente, recordar aquello me hace soltar un largo suspiro. Cogí mi teléfono móvil del bolso que tenía a mi lado, intentando contactar con alguien. —Dime, ¿Cómo está mi agenda hoy? —Llamé a Siska, mi secretaria, inmediatamente pregunté sin siquiera saludar. —Hay alguien que quiere concertar una cita con usted hoy, dice que son clientes que quier

