—¿Ryan? —exclamó el Sr. Darwin. Frente a nosotros estaba el doctor Ryan. Parecía estar fuera de sí. No sé qué estaba haciendo frente a la puerta de esta habitación. ¿Intentaba espiar nuestra conversación en el interior? —Eh, Tío. Iba a entrar, pero la puerta ya estaba abierta —sonrió. Es la primera vez que noto que su forma de hablar me resulta extraña. No fue grosero, ni mucho menos duro. Quizás fue porque estaba el Sr. Darwin a mi lado, su propio tío. —Oh, está bien, ya me he ocupado de los asuntos internos —dijo el Sr. Darwin. El doctor Ryan asintió a su vez. Ignoré su presencia, como si no lo viera. Como él deseaba, éramos como extraños. —Del, vamos a hablar un minuto, tenemos algo que discutir —dijo el Sr. Darwin. —Sí, señor —respondí. *** El Sr. Darwin y yo ya estábamos en una

