CAPÍTULO 1

1907 Words
CHRISTIAN Inicio de llamada. - ¡Mi amor! Estuviste fantástico – me dice mi esposa nada más contestar la llamada. - Me alegra que te haya gustado – le digo mientras me quito la ropa. - Amor. ¿Cuándo regresas? – me pregunta con curiosidad. - ¿Por qué? ¿Tanto me extrañas? – le pregunto. - La verdad es que no te extraño ni un poquito, pero es para que no me descubras con mi amante – me dice en un tono divertido. - Pues dile a tu amante que se larga de mi casa porque esta misma noche salgo para allá y mañana por la mañana llego y te voy a hacer el amor como un loco – le digo con diversión. - Está bien. Te voy a estar esperando con un baby doll de encaje n***o que me compre especialmente para ti – me dice toda coqueta provocando que tenga una erección nada más de imaginármela así vestida. - ¡Maldita sea! Por tu culpa ahora mismo tengo una erección de caballo que me va a tocar bajármela con una ducha fría – le digo serio mientras escucho su risa al otro lado del teléfono. - Te amo – me dice. - Y yo a ti – le digo. Fin de la llamada. Me meto a bañar en agua fría y cuando termino me visto e inmediatamente después me voy para el aeropuerto a tomar mi vuelo. Cuando llego a la Ciudad de México son las tres de la madrugada. Me subo a mi camioneta y pongo rumbo a mi hacienda en Tepotzotlán. Al hacer la curva que hay antes de Cuautitlán Izcalli veo como dos coches vienen paralelos a alta velocidad e inmediatamente después todo se vuelve n***o. … - ¡¿Paralítico?! – escucho la voz de mi esposa, pero no entiendo lo que dice. - ¿Qué dijiste mi amor? – le pregunto confundido por culpa de la anestesia mientras abro mis ojos poco a poco. - ¡Christian! Nunca más vas a volver a caminar – me dice llorando cuando se acerca a mí provocando que me sorprenda. ¡No! ¡No puede ser cierto lo que me está diciendo! - ¡No! Eso no es cierto – digo con una sonrisa nerviosa – No es cierto. - Yo… Yo así no puedo seguir casada contigo. Perdóname – me dice nerviosa, sacándose el anillo de bodas y dejándolo sobre mi pecho – ¡Perdóname! ¡No puedo! – me pide antes de salir corriendo de la habitación dejándome solo. Agarro el anillo con mi mano derecha mientras siento como mis lágrimas caen por mis mejillas mientras me doy cuenta de que el juramente que hizo el día que nos casamos fue una maldita mentira igual que su amor por mí. 3 años después. - Por mí estás completamente nuevo. ¿Cómo te sientes? – me pregunta el doctor que logro que volviera a caminar después de varias operaciones de columna a las que me sometí durante estos dos años y medio mirando mis últimos análisis. - Eso. Como un hombre nuevo. Con una energía que nunca había sentido antes. Con un cuerpo nuevo doctor – le digo con alegría. - ¿A dónde vas a ir? ¿Qué planes tienes? – me pregunta con curiosidad nuevamente. - Pues la verdad es que… quiero volver a subirme a un escenario y cantar. Y lo mejor de todo es que tengo muchísimas canciones escritas, que sé, que a la gente le van a gustar mucho – le digo. Yo era cantautor y según muchos expertos tenía una gran voz y muchísimo talento para componer, pero cuando mi carrera estaba en el mejor momento sucedió lo del accidente que me dejo paralítico, provocando que mi vida diera un giro de trescientos sesenta grados. Me toco dejar de cantar y hacerme cargo al cien por cien del negocio que el cabrón de mi padre me dejó cuando murió y gracias a eso he podido mantenerme cómodamente. - Estoy deseando oírlas – me dice con una sonrisa. - Pues las oirá porque quiero que sepa que cuando sea mi primer concierto aquí en Nueva York le voy a manda unas entradas para que usted y su familia asistan – le digo. - Ahí estaremos, te lo aseguro – me dice con seguridad. - ¿Le puedo hacer una pregunta doctor antes de irme? - Claro. Dime. - Me gustaría saber si después del accidente y de las operaciones de columna a las que me he sometido, ¿podría tener hijos llegado el momento? – le pregunto con mucha curiosidad. Ser papá es mi mayor sueño, desde que tengo uso de razón. - Yo creo que no tendrías ningún problema, pero no te lo podría asegurar. Lo mejor sería que te hicieras unos estudios de fertilidad para que estés cien por ciento seguro de ello – me dice aconsejándome. - Eso haré doctor. Muchísimas gracias – le digo levantándome de la silla en la que estaba sentado y estrechándole la mano. Al salir del hospital me voy a mi departamento y nada más entrar veo a Panchita sentada en el sofá mirando su telenovela favorita mientras se toma su café. Panchita es como una madre para mí, ya que nunca conocí a la mía y desde que nací ella siempre ha estado al pendiente de mí, incluso se atrevió a subirse a un avión con el miedo que le tiene con tal de no dejarme solo y acompañarme en este duro proceso de rehabilitación. - Hola viejita – le digo dándole un beso en la mejilla. - Hola hijo. ¿Cómo te fue? – me pregunta con curiosidad. - Muy bien. El doctor me ha dado de alta – le digo sentándome junto a ella en el sofá. - ¿Eso quiere decir que ya podemos regresarnos a México? – me vuelve a preguntar. - Sí. - Qué bueno – me dice con una sonrisa – ¿Cuándo nos vamos? - En cuanto empaquemos nuestras cosas – le digo y esta inmediatamente se levanta del sofá. - Entonces voy a empacar ya por qué no quiero pasar ni un día más aquí. Necesito ver a mis gallinas – dice haciéndome reír. La verdad es que durante estos dos años y medio que llevamos viviendo aquí en Nueva York, ni ella ni yo nos acostumbramos a vivir en el asfalto y rodeados de edificios gigantes. Una vez empacadas nuestras cosas nos vamos al aeropuerto y tomamos el primer vuelo para México y en cuanto lleguemos me voy a ir a una clínica de fertilidad a realizarme las pruebas porque no puedo vivir con la duda de si puedo ser papá o no. LORENA - ¡Hola! – le digo entrando a su oficina. - ¡Hija! – me dice con alegría acercándose a mí – Que milagro que vengas a mi oficina – me dice dándome un abrazo y un beso – ¡Qué guapa! - Tú también – le digo cuando dejamos de abrazarnos y lo miro de pies a cabeza como él lo hizo conmigo. - ¡Qué bonita! - Gracias – le digo con una sonrisa. - Siéntate por favor – me dice señalándome una de las sillas que está en frente de la suya – ¿Qué paso, hija? – me pregunta una vez los dos nos sentamos. - Papá. Ya sé que el otro día fuiste a Tepotzotlán – le digo y él suelta un suspiro pesado mientras apoya su espalda en la silla – Dime. ¿Viste a Christian? - Lorena. Sabes muy bien que desde que te divorciaste de él, no quiere vernos – me dice entrelazando sus dedos. - Entonces, ¿a qué fuiste? – le pregunto con curiosidad. - Falta poco para que se termine el contrato que obliga a la Hacienda Agave Azul a venderme su cosecha por diez años. - ¿Fuiste a renovarlo? – le vuelvo a preguntar levantándome de la silla. - Ojalá fuera tan fácil, hija – me dice levantándose de la silla igual que yo – Si Christian decide no renovar el contrato, mi empresa va a tener serios problemas económicos. - Papá. Ya sé que son muchos años trabajando con lo que te vende Christian, pero también otros te pueden surtir – le digo apoyando mis manos en el respaldo de la silla donde estaba sentada anteriormente. - En este negocio hija, constantemente estamos buscando nuevos proveedores, pero ni la calidad del producto, ni la seriedad de la entrega se comparan con lo que él tiene – me dice haciéndome caer en cuenta de que este es un problema grave – Es por esta calidad hija, que somos los mejores de México y hemos podido exportar a tantos países nuestro tequila. - Bueno. Entonces, ¿qué vas a hacer papá? – le pregunto cruzándome de brazos. - Noriega quedo de hablar con él sobre esto – me dice sentándose nuevamente en su silla – Me va a dar una respuesta lo antes posible. - Papá. Noriega, ¿te contó algo sobre Christian? – le pregunto con curiosidad. - No. Me dijo que sigue de viaje – me dice negando con su cabeza. - Todo esto es mi culpa – digo con tristeza. - No. No. No. – dice levantándose de su silla para acercarse a mí – Hazme un favor. No digas eso. ¡Mira! Tú tomaste una decisión. ¡Hija! Estabas en todo tu derecho – me dice tocándome los hombros con sus manos mientras yo niego con mi cabeza. - ¡Papá! Cuando yo me case con Christian tenía una gran ilusión por la vida que íbamos a tener juntos y de pronto todos los planes que teníamos se fueron al diablo – le digo con dolor mientras lo tomo de las manos. - Tú ya no tienes por qué acordarte de Christian – me dice tocándome el rostro con sus manos antes de darme la espalda – A tu marido no le gustaría nada. - Lo sé papá, pero si Christian deja de surtirte va a ser por culpa mía papá. - No. No. No. No digas eso, hija. Tú no tienes la culpa de nada de lo que está pasando – me dice con seguridad. - Si la tengo papá. Christian se está vengando de nosotros por qué le pedí el divorcio después de que los doctores me dijeran que se iba a quedar paralítico – le digo con culpa. - No debí de comentarte nada. ¡Mira! En una de esas Christian y yo seguimos trabajando como hasta ahora – me dice tratando de que no me sienta culpable – Noriega quedo en llamarme – me dice y de repente suena su teléfono. Lo saca del bolsillo derecho de su pantalón. - Es Noriega – me dice cuando ve el identificador de llamadas – Hola Noriega. ¿Qué me cuentas? – le contesta mi padre con una sonrisa, pero después de unos segundos en silencio, su sonrisa desaparece – ¿Estás seguro?... Lo sé. Lo sé. Gracias por llamar – le dice antes de colgar. - ¿Qué te dijo? – le pregunto con curiosidad y preocupación. - Christian, ya está en tratos con nuestra competencia – me dice. ... Hola. ¿Qué les parece la historia? Les quiero recomendar mi nueva histoira llamada " El Hilo Rojo del Mafioso" espero y les guste. Los leo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD