La mujer salió de allí con una promesa y dejando a una Karen más tranquila, tenía la firme resolución de no permitir que su jefe, Gordon Skinner tocara a esa muchacha, ni mucho menos le quitará a su hijo. Él se encontraba en la empresa de Karen, en ese momento se le ocurrió llamar a casa para saber cómo iban las cosas — Dígame, Señor Skinner? — ¿Cómo está la chica?— preguntó él. — Está tranquila señor, ninguna novedad— dijo la mujer. — Esa mujer es realmente de hierro, no se quiebra ante nada— dijo Skinner más para sí, que para la mujer. — Así es, ¿dígame en qué más puedo servirle?— dijo la mujer. — Quédate tranquila, solo quería saber si estaba todo en orden — dijo él hombre y cerró la llamada. Se quedó pensando unos instantes con el celular en la mano, sabía que estaba metido h

