Capítulo 5

2134 Words
Cuida tus palabras, cuida tu fachada, el enemigo está a tu espalda, que piense que no sabes nada. Después de un no tan fallido día familiar de comida, un poco de música y momentos incómodos en que todos fingimos leer un libro y luego tener una conversación al respecto, el día terminó como cualquier otro, sin realmente mucho que hacer. Me retiré a mi habitación y decidí intentar peinarme de nuevo, y luego pensé en lo horrible que sería pensar en cómo peinar mi cabello todos los días, entonces llamé a Melisa, la chica que siempre lavaba todas las cortinas y los lugares no tan concurridos, y en una de mis tantas locuras le pedí que me cortará el cabello hasta los hombros. No fue mi mejor idea, pero agradecí que ella lo cortará un poco más abajo porque sabía que las ondas de mi cabello harían encoger un poco el corte. Es así como tomé una larga ducha y me fui a dormir con la ansiedad de lo que pasaría al día siguiente. Lo que no esperaba era que mi abuela me gritara apenas me vio porque me había cortado el cabello, y vaya que hasta estuvo a punto de llorar mientras yo culpaba la vejez como causante de su comportamiento llorón. Al final, me empacaron comida para el camino y todos me despidieron en la puerta como si se tratara de un gran evento, era todo un grupo de exagerados. Por supuesto, los abracé a todos también para seguir con el ambiente nostálgico, y entonces me subí al auto del abuelo que iba a conducir el mayordomo para acercarme a la terminal de viajes lejanos. Una hora después llegamos a la terminal, no era un lugar abierto a todo público, les gustaba siempre mantener todo secreto y ofrecían hacer lo mismo con lugares importantes y privados. Entre los lugares privados se encontraba la academia, el reino de los humanos que aún intentaba reforzar su seguridad, algunos territorios de los vampiros, la tesorería mágica y el banco mundial. Pero, también estaban intentando proteger la entrada a zonas peligrosas, antiguas o de alto contenido histórico, como los bosques mágicos. Existían muchas restricciones para usar la teletransportación, e intentaron hechizar muchos lugares para que las brujas no pudieran acceder tan fácilmente, como por ejemplo; si yo un bruja normal intenta ingresar al edificio del consejo gubernamental, probablemente terminaría en un lugar lejano al realizar el hechizo, como en el desierto de los elfos, y nadie quiere terminar allá. —George, ¿me sienta bien el uniforme? —le pregunté a nuestro mayordomo, él me miró de reojo —, antes no me gustaba, pero la capa tiene mejor estilo de lo que pensaba. —Se ve bien —fue su único comentario, y fijó su mirada al frente con mucho empeño, un gran conductor como siempre. —Escucha George, sé que el viaje es muy largo… Pero qué te parece si usamos la aceleración mágica, llegamos al pueblo, compramos unas golosinas, caminamos alrededor, haces cualquier otra cosa que quieras y yo llego a la terminal. ¿Una gran idea? —No —respondió de forma tajante. —Escuché que hay una competencia ecuestre en la calle cinco, y la terminal está en la calle 6 —mencioné y él me miró de inmediato. —¿Ecuestre? ¿Billy compite? —me preguntó. —Escuché que Peréz también —añadí, y entonces George sacó sus gafas de sol del compartimento delantero, y puso su mano en el centro del comando mágico para aumentar la velocidad. Era bueno saber la debilidad de las personas, o sus gustos como en este caso, y es que George, nuestro mayordomo de sesenta años es un gran fanatico de las carreras ecuestres, y tiene la buena suerte de siempre apostar por el ganador. De niña me enseñó a montar a caballo, y hasta me inscribió a algunas carreras para niños, dividimos las ganancias y de paso aprendí a hacer negocios, o eso creí, porque la gente suele estafarme bastante. En fin, el hombre creció en la casa cuervo, y sucedió a su padre que ahora está en sus vacaciones de retiro en el mundo humano, porque allá tienen las mejores playas, y francamente el reino está sobreviviendo gracias al turismo, por lo que ofrecen buenos paquetes de viaje. Por supuesto, él vino al funeral de mi abuelo y se quedó un día con George, pero no lo vi mucho ya que teníamos todo el asunto del nuevo puesto de mi tía Diana. —Llegamos —dijo George veinte minutos después, habíamos viajado a la velocidad de la luz o tal vez del sonido, bueno esa era otra materia en la cual no tenía experiencia. —Vaya, eso fue rápido, creo que has roto un nuevo récord —le dije emocionada y me apresuré a salir del automovil n***o. La maquina tenía un estilo bastante único con el frente largo, el interior en un serio color rojo y como el n***o brillaba. Me alegraba haberme puesto las media negras calientitas porque hacía un frío para morirse, pero no se lo iba a confesar a nadie porque tenía una reputación por mantener, siempre les decía a todos que el frío apenas y me afectaba porque mi casa es muy fría. —¿Seguro que no va a tener frío? —me preguntó George al sacar las maletas del auto. —Claro que no, yo tengo la sangre fría, nada me congela —le dije muy segura de mí misma, y me miró como si hubiera perdido un tornillo. —Como diga, llevaré las maletas a la terminal de carga, para que lleguen a salvo y a tiempo, no olvide llegar a tiempo también —me dijo con la mirada fija y penetrante. —Por supuesto que voy a llegar a tiempo —le dije indignada. —Aja —dijo sin creerme. —Iré por un helado y luego a la terminal, tú ve a la competencia y disfruta —le dije con una sonrisa y corrí lejos de él, en busca de una buena heladería, ya que el lugar era famoso por los helados. Caminé por las calles adoquinadas y me asombré por los grandes relojes que tenían cada cinco cuadras, con razón eran considerados muy puntuales. Finalmente, llegué a la gran heladería y me encontré con una larga fila, no tuve más remedio que unirme y esperar mi turno. —Tenemos que elegir el sabor antes de que sea nuestro turno o nos van a saltar —escuché unas chicas hablar un poco más adelante, y empecé a buscar el menú, miré a todos lados y luego salté un poco para ver delante de mí. Luego una hoja de papel apareció frente a mi, era el tan nombrado menú con mil sabores, y alguien me lo estaba extendiendo. Me di la vuelta para agradecer y me sorprendí al ver el vampiro sonreír con sus colmillos brillantes, el chico no sabía disimular o realmente le importaba poco que la gente supiera sobre su presencia. —La brujita quiere helado —me dijo con muy buen humor, y tomé el menu de sus manos con cierta sospecha —. ¿Algún sabor en mente? —me preguntó. —¿Conoces el lugar? —le pregunté. —Nop —respondió al instante. —¿Entonces, qué haces aquí? —Te seguí —dijo y se encogió de hombros. —Acosador —le dije, y me puse a leer el menú. —Te vi llegar en el auto, y vi que saliste a correr por ahí completamente sola, no es bueno que las niñas estén sin un acompañante adulto —se burló de mi de nuevo. —No soy una niña. —Eso dices siempre —se quejó. —Como sea, estás en la fila conmigo, así que pedirás un sabor y yo pediré otro, luego compartimos… —le ordené y él no se negó, me sorprendió que hiciera exactamente como le pedí —. ¿Qué pediste? —le pregunté después, porque cuando decías tu orden te hacían ir a otro lugar para que no estorbaras. —Bosque de menta —dijo con cierta malicia, y lo miré con sospecha. —Eso no suena delicioso, ¿en qué estabas pensando? —Al menos no pedí algo tan común como chocolate azucarado de miel, no… Espera, eso suena un poco mal, ¿en qué estabas pensando? —me dijo de forma acusatoria. —Tiene chocolate —le dije, orgullosa de mi elección —, mientras tenga chocolate sabe bien —aseguré, y él se rió de mí. Quería decir algo más, pero un grupo de gente ruidosa se acercó por la calle principal haciendo escándalo, y Bastian los observó con atención, como si fueran muy peligrosos. Di una probada a mi helado mientras se acercaban, no sabía tan mal, era un sabor diferente y extrañamente adictivo. Me encontré casi devorando el helado, sin entender que me hacía actuar de forma tan hambrienta, hasta que comprendí que algún ingrediente especial hacía que los clientes de la heladería disfrutaran todos los sabores. Las demás personas que habían comprado helado lucían bastante locas, era como si se dejaran llevar por sus impulsos, excepto Bastian, a él ni siquiera le interesaba el helado en lo más mínimo. —¡No más vampiros en la Nación mágica! ¡La tregua es una mentira para infiltrarse entre nosotros y matarnos! —gritó una mujer, mientras un cartel volaba sobre su grupo, el cartel mostraba la palabra vampiro tachado por una x roja —. ¡Van a dominarnos y esclavizarnos! ¡Son mentirosos y… Miren, un vampiro entre nosotros! —la mujer señaló a Bastian, se separó del grupo y caminó directo hacia él con malas intenciones. —¡Fuera vampiro! —gritó uno de los hombres del grupo, y otro repitió lo mismo llamando a que se repitiera una y otra vez en diferentes voces, pero Bastian no se inmutó y en su lugar no apartaba la mirada de la mujer que se acercaba. —No escuchas, no te queremos en este lugar sucio vampiro —dijo la mujer cada vez más cerca y dejé mi helado a un lado para ponerme frente a Bastian rápidamente y luego estampar mi bola de helado contra la camisa blanca de la mujer. Ella dio un pequeño grito de sorpresa y se quedó mirándome mientras restregaba el helado en su camisa hasta su pecho, y luego alejaba la galleta para comermela sin el helado —. ¿Pero, qué crees…? —Me molestas —le dije —, tienes una voz muy chillona —agregué, mientras miraba mal a la mujer que me pareció más joven de repente, llevaba demasiado maquillaje y probablemente eso la hacía lucir más mayor. —¿Estás con el vampiro? —me miró enfadada, su mejillas estaban rojas o tal vez toda su cara, parecía como si estuviera a punto de explotar. —No veo porque debería decirte tal cosa —le respondí, y me miró más enfadada. —Eres una bruja, ten más respeto por tu gente, no deberías… —Sí, sí, sí… —desestimé sus palabras con mi mano libre y empecé a caminar hacia la terminal, concluyendo que el mundo estaba realmente loco. Bastian me siguió en silencio, por alguna razón estaba segura de que mi acto lo había divertido y seguro estaba sonriendo detrás de mí —. ¿Qué hora es? —me pregunté en voz alta. —Las cuatro —dijo Bastian y me detuve de golpe aterrorizada, entonces lo miré llena de pánico —. ¿Qué pasa? —me preguntó. —Debía estar en la terminal a las tres y media —dije con ganas de llorar —, mi abuela va a matarme y luego me estrangulará… —Creo que tienes el orden incorrecto de los sucesos —dijo Bastian pensativo. —Voy a morir, no… ¡Estoy muerta! —grité de forma dramática y Bastian me metió su helado en la boca para callarme. —Te conseguiré otro viaje, no seas dramática —me dijo, y saboreé el helado. —Sabe a menta —le dije pensativa —, ¿me lo puedo comer? —¿A mi o al helado? —preguntó con una sonrisa pícara y lo miré sorprendida por su atrevimiento. —¡Sebastian! —lo reñí y él se rió a carcajadas —. Soy menor de edad, ¿lo sabes verdad? —le susurré y me miró pensativo. —Vas a ser menor que yo toda la vida de todos modos —dijo y se encogió de hombros, entonces empezó a caminar hacia la terminal y lo seguí pensando en lo que había dicho, y la poca importancia que le había dado al asunto.
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