Alguna vez escuché una canción,
tal vez será una simple oración,
fue un momento de sanación,
fue lo que quedó de nuestra expresión,
los rastros de una olvidada emoción,
era tan simple como una visión,
que nunca llegó a cumplir su misión.
Albert y yo llegamos a las ruinas del Castillo donde mi padre y Tara estaban trabajando juntos, ella estaba acordonando todo el área con algunos hechizos de bloqueo para impedir qué quienes nos quisieran hacer daño no pudieran entrar, cómo también a quién queríamos adentro no pudiera salir. Ni padre parecía haber terminado el hechizo y estaba sentado en el suelo, parecía reflexionar y descansar al mismo tiempo, un ejercicio del alma como el sol y ya llamarlo hace tiempo.
—¿Dónde se supone que debemos situar esto? —les pregunté apenas los vi, y los
