—Por favor... Sr. Stevenson... —susurró—, ¿puedo mostrarle algo?
Me reí, tratando de decidir qué tan urgente era mi orgasmo y si quería escucharla o simplemente follarla hasta correrme; sin embargo, decidí por lo primero, y disminuí la velocidad de mis embestidas, hirviendo deliciosamente en mi nivel de excitación, mientras ella se daba la vuelta sobre su estómago con una risita.
Dave todavía estaba de pie junto a su cabeza, cepillando su cabello con sus dedos y acariciando su mejilla, y ella yacía boca abajo ahora, su rostro brillando con las experiencias del día, sus piernas escandalosamente extendidas detrás de ella y su trasero perfecto abierto y ofrecido libremente para el disfrute de cualquiera, en una recreación perfecta y adorable de la odalisca de Boucher mientras besaba tímidam
