Asomó la cabeza al pasillo y vio que media docena de alumnas con rostros frescos, ataviadas con sus mejores uniformes de primer día de clases, habían empezado a ocupar las sillas metálicas que bordeaban la pared. Consultó su lista y llamó a la más pequeña, y de inmediato se sintió invadido por una cálida ilusión cuando una pelirroja deliciosamente corpulenta se puso de pie de un salto, con la mano en alto y una sonrisa radiante, y se unió a él y al Dr. Andrew en la oficina mientras Ryan cerraba la pesada puerta tras ella. Estaba claro que este sería un día de trabajo divertido y gratificante. El Dr. Andrew se presentó y también a Ryan, y explicó que completarían el proceso de inscripción de la niña para que pudiera unirse a su primer día de clases; y con eso, los hombres comenzaron su tar

