Ahora, profundamente en celo, y con pocos restos restantes de cognición de orden superior en su cerebro mientras sus instintos de apareamiento abordaban como una ruidosa banda de corsarios y tomaban decisivamente el timón, trató de meter la mayor cantidad posible del delicioso pene del Sr. Desilva en su boca, y se desanimó al descubrir que, a pesar de su entusiasmo, su alcance inexperto aún excedía el agarre de su joven garganta, y solo pudo tomar aproximadamente la mitad antes de atragantarse, a pesar de querer desesperada e irrazonablemente toda su longitud dentro de ella.
Sin embargo, su decepción rápidamente se convirtió en euforia cuando el Sr. Desilva, sintiendo lo que ella quería, colocó una mano en la parte posterior de su cabeza y comenzó a explorar firmemente las regiones más pr
